¡®Caso Munro¡¯, ejemplo de ¡®omert¨¤¡¯ cultural
Tenemos que atribuir al movimiento #MeToo haber conseguido que la v¨ªctima tenga el derecho de palabra
En La aut¨¦ntica Lolita (Kailas, 2019), Sarah Weinman comenta lo siguiente a prop¨®sito de los personajes de la conocida novela de Nabokov: ¡°Son muchos los lectores que a¨²n no saben ver las perversiones de Humbert Humbert y que todav¨ªa echan las culpas al comportamiento de Dolores Haze [Lolita]¡±. Weinman se?ala c¨®mo la construcci¨®n literaria de una adolescente ha impregnado nuestro imaginario hasta el extremo de no reconocer en ¨¦l la historia de un abuso.
En 1963, el periodista Peter Welding public¨® un art¨ªculo en Nugget donde demostraba la influencia del caso del secuestro de Sally Horner en la construcci¨®n de la novela de Nabokov. Sally, de 11 a?os, fue violada repetidamente durante 20 meses por Frank La Salle. Las similitudes entre Horner y el personaje ficticio fueron de nuevo planteadas en 2005 por Alexander Dolinin, experto en la obra de Nabokov.
Conociendo la historia de Sally Horner, la de la ficticia Dolores Haze adquiere un matiz diferente al de la ¡°n¨ªnfula¡± perversa bajo el cual ha cristalizado. Estos comentarios vienen al caso a ra¨ªz de haberse hecho p¨²blico el silencio de Alice Munro en relaci¨®n con los abusos sexuales de los que fue objeto su hija Andrea Skinner por parte de Gerald Fremlin, marido de la autora y padrastro de Andrea.
El esc¨¢ndalo en este caso tendr¨ªa que venir m¨¢s bien por el silencio impuesto en el medio cultural favorable a Munro y no por tenernos que confrontar a unas idealizaciones que nos convierten en lectores infantilizados. En el texto de Skinner publicado el 15 de julio en el Toronto Star se deja entrever una complicidad de la cual todav¨ªa no se sabe la extensi¨®n: ¡°Era mucha la gente influyente conocedora de mi caso, pero continuaron apoyando y manteniendo una historia que sab¨ªan que era falsa.¡±
Hay al menos tres factores para tener en cuenta en la configuraci¨®n de este tipo de silencio. El primero pertenece a la esfera privada en la cual, tal y como confirman los expertos en traumas producidos por abusos sexuales intrafamiliares, se guardan secretamente los delitos. Los otros factores son culturales y est¨¢n relacionados con valores morales de ¨¦poca y con complicidades a la hora de proteger a figuras p¨²blicas.
En ciertos medios progresistas de los a?os setenta, la permisividad sexual no encontr¨® l¨ªmites a la hora de considerar a los menores, muy especialmente a las ni?as, como objeto sexual. Ha quedado de manifiesto en Francia, con el caso Matzneff, entre otros, denunciado por Vanessa Springora. Fremlin, seg¨²n el testimonio de Skinner, era perfectamente permeable a esta moralidad, y lleg¨® a acusar a Munro y a su hijastra de mojigatas aduciendo que en muchas culturas la iniciaci¨®n sexual de los ni?os se hace a trav¨¦s del incesto.
En ciertos medios progresistas de los a?os setenta, la permisividad sexual no encontr¨® l¨ªmites a la hora de considerar a los menores, muy especialmente a las ni?as, como objeto sexual
El movimiento #MeToo est¨¢ sirviendo para denunciar los abusos de menores, especialmente en la industria cinematogr¨¢fica. Extra?amente, hay quien considera que esto ha puesto en peligro la libertad de expresi¨®n como si el dedo fuera el problema y no llaga y su causa. Por aquel entonces, Fremlin hall¨® tambi¨¦n una excusa para su comportamiento en el estereotipo de la menor seductora. As¨ª lo dej¨® escrito en una carta destinada al padre de Skinner: ¡°Creo que Andrea se reconoce como una Lolita, pero no lo admite¡±. Munro call¨® ante estas afirmaciones aun sabiendo que Fremlin manten¨ªa adem¨¢s relaciones ¡°amistosas¡± con otros menores.
A finales de 2004, Andrea Skinner se atrevi¨® a denunciar el caso. Unos meses despu¨¦s, Fremlin fue condenado a dos a?os de libertad condicional. Hace tan s¨®lo unos d¨ªas, Robert Morris, fiscal en el juicio contra Fremlin, admit¨ªa su perplejidad ante la rapidez y la inadvertencia p¨²blica con la que se resolvi¨® el caso.
Asimismo, Douglas Gibson, editor de Munro para la editorial canadiense McClelland & Stewart, ha contado recientemente que en 2005 lleg¨® a su conocimiento la raz¨®n por la cual la autora y su hija rompieron relaciones. No obstante, en la biograf¨ªa escrita por Robert Thacker y publicada en la misma editorial ese mismo a?o, nada se cuenta sobre el caso. En 2008, a prop¨®sito de la actualizaci¨®n de la biograf¨ªa, Munro le pidi¨® a Thacker que parara la grabaci¨®n mientras le contaba los detalles de la historia.
Las instituciones culturales de Ontario, provincia en la que naci¨® Munro, han reaccionado en solidaridad con Andrea Skinner. El alcalde de Clinton, donde residi¨® la autora, confirma que mantendr¨¢ el monumento en su honor si la poblaci¨®n as¨ª lo desea. Las universidades, por su parte, se dan un tiempo para pensar c¨®mo abordar la obra de Munro. En algunos departamentos de literatura se plantea introducir en paralelo el art¨ªculo de Skinner. Se debe tener en cuenta que las universidades canadienses hace d¨¦cadas que est¨¢n atentas a los posibles traumas experimentados por los estudiantes. Lo que en un principio parec¨ªa complejo, es ahora lo que contribuye a crear un ambiente democr¨¢tico en las aulas. Tenemos que atribuir al movimiento #MeToo haber conseguido que la v¨ªctima tenga el derecho de palabra, contrariamente a lo que a veces se ha hecho en nombre de la literatura.
Marta Mar¨ªn-D¨°mine es escritora y directora de documentales e instalaciones, especializada en exilio y memoria. Dirigi¨® el Born Centre de Cultura i Mem¨°ria de Barcelona hasta 2023.
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