?Conoces a los Uantoks?
Pedro Saura muestra en el Arqueol¨®gico Regional la vida de una tribu de Pap¨²a Nueva Guinea
Hasta bien entrado el siglo XX, Pap¨²a Nueva Guinea, un pa¨ªs ¡ªhoy soberano¡ª situado en el suroeste del oc¨¦ano Pac¨ªfico, al norte de Australia, fue un lugar inexplorado. En 1930, una expedici¨®n australiana en busca de oro descubri¨® que aquellas tierras, que se cre¨ªan deshabitadas, eran en realidad el hogar de multitud de tribus que viv¨ªan aisladas del mundo. 53 a?os despu¨¦s, un joven fot¨®grafo llamado Pedro Saura, fascinado por la prehistoria, recibi¨® una llamada inform¨¢ndole de que deb¨ªa marcharse al pa¨ªs oce¨¢nico para realizar un proyecto cinematogr¨¢fico sobre aquellos pueblos aut¨®ctonos, conocidos como los Uantoks.
¡°La idea de aventurarme en un lugar apenas inexplorado fue la principal raz¨®n para aceptar el encargo¡±, cuenta Saura, fot¨®grafo, cineasta y pintor espa?ol, responsable tambi¨¦n del facs¨ªmil del techo de los bisontes de la Cueva de Altamira. Aquella ser¨ªa su primera expedici¨®n al pa¨ªs austral, pero no la ¨²ltima. Posteriormente, realizar¨ªa ese viaje en cuatro ocasiones, la ¨²ltima en 1994. El resultado: una serie documental de 11 cap¨ªtulos y una colecci¨®n de casi 1.000 fotograf¨ªas. Una recopilaci¨®n de las mejores im¨¢genes que tom¨® Saura en sus expediciones puede verse en la exposici¨®n Uantoks, en el Museo Arqueol¨®gico Regional, en Alcal¨¢ de Henares (plaza de las Bernardas, s/n; hasta diciembre; entrada libre; de martes a s¨¢bado, de 11.00 a 19.00 horas, y domingos y festivos, de 11.00 a 15.00; cierra los lunes; www.museoarqueologicoregional.org). Tambi¨¦n se exhibe una colecci¨®n de piezas originales aportadas por el propio Saura y por el exembajador de la ONU Juan Carlos Rey, que las consiguieron durante su estancia en el pa¨ªs en a?os posteriores.
En 1983, Saura estableci¨® contacto por primera vez con los Uantoks (del ingl¨¦s one talk, traducido como ¡°uno que habla¡±). ¡°Viajar a Pap¨²a Nueva Guinea fue como viajar en el tiempo¡±, relata el fot¨®grafo. ¡°Yo era uno de los primeros blancos ¡ªsi no el primero¡ª que ve¨ªan¡±. Saura convivi¨® con esos ind¨ªgenas en las denominadas tierras altas de la isla durante seis meses. ¡°Tuve que inventarme una forma de comunicarme con ellos. Llegu¨¦ a un lugar donde exist¨ªan hasta 700 idiomas¡±, explica. ¡°Dentro de las propias tribus hablaban tambi¨¦n diferentes lenguas. Eso s¨ª, eran unos expertos en comunicaci¨®n no verbal¡±.
Competitivos
Mientras en su primer viaje se dedic¨® a conocer el terreno, sus tres ¨²ltimas expediciones estuvieron dedicadas ¨ªntegramente a la toma de fotograf¨ªas. ¡°Observ¨¢ndoles, me di cuenta de que compet¨ªan por todo: el motivo de pintarse, por ejemplo, no es otro que demostrar quien realiza los mejores decorados corporales. Cada tribu tiene sus propios colores y elementos, incluso los llaman de una manera distinta, y cada competici¨®n es diferente¡±, cuenta Saura. ¡°As¨ª que eleg¨ª sus pinturas tribales, una muestra de arte ef¨ªmero, como eje central de mi investigaci¨®n acad¨¦mica¡±.
Dos d¨¦cadas despu¨¦s de aquel ¨²ltimo contacto con los Uantoks, Saura recibi¨® otra llamada, esta vez de su buen amigo Juan Luis Arsuaga. ¡°Le hab¨ªan nombrado director del Museo de la Evoluci¨®n Humana en Burgos y lo primero que pens¨® fue que deb¨ªamos crear una exposici¨®n sobre los Uantoks¡±, recuerda el creador de la muestra, que desde entonces ha visitado varias ciudades espa?olas.
Saura recuerda todos los detalles que hay detr¨¢s de cada fotograf¨ªa: ¡°Han pasado muchos a?os, pero todav¨ªa visualizo con nitidez cada momento, c¨®mo interactuaba con ellos para que me dejasen hacerles un retrato¡±. Saura describe a unas tribus hospitalarias que utilizaban el trueque para todo. ¡°Llevaba una c¨¢mara Polaroid conmigo y les regalaba instant¨¢neas a cambio de que me dejasen fotografiarles. Sus reacciones al verse eran ¨²nicas¡±, cuenta.
Preguntado por su posible regreso a Pap¨²a Nueva Guinea, el fot¨®grafo afirma que le da miedo volver y comprobar que todo ha cambiado. ¡°He o¨ªdo que ya nada es igual, que aquello se ha convertido en una atracci¨®n tur¨ªstica que poco tiene ya de aut¨¦ntico¡±, dice.
¡°Mi cuerpo regres¨® a Espa?a en 1994, pero mi mente permaneci¨® con aquellas personas y su forma de vivir¡±, resume el fot¨®grafo. Y a?ade: ¡°Para m¨ª, los Uantoks siguen siendo aquellas tribus de las monta?as altas tal y c¨®mo yo los dej¨¦. No regresar es, de alguna manera, mi forma de mantenerlos vivos¡±.
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