El ¨²ltimo paseo hasta el Bracaf¨¦
Cada d¨ªa llego antes al diario porque cada vez me quedan menos sitios en los que detenerme desde que va desapareciendo Barcelona
Al mirar el reloj, sorprendido por la quietud de la redacci¨®n, apagados los televisores y sin que suene un solo m¨®vil, me doy cuenta de que cada d¨ªa llego antes al diario, y no es que corra m¨¢s sino que me quedan menos sitios en los que detenerme desde que va desapareciendo Barcelona. Hoy camino por un paseo sin inter¨¦s, etiquetado, uniformado y despersonalizado, aunque se siga llamando Passeig de Gr¨¤cia, continuaci¨®n de Gran de Gr¨¤cia, punto de partida de un peat¨®n como yo que vive cerca de la calle Vic.
Apenas queda el nombre de la Camiser¨ªa Pons. El local est¨¢ vac¨ªo, no se alquila ni se vende, como si esperara el regreso de Jos¨¦ Maria Sirvent, seguramente el periodista que mejor vest¨ªa de la ciudad, un amigo del alma que perd¨ª en vida y recuper¨¦ cuando se mor¨ªa por la bondad de su esposa Carolina. Nadie da la luz en el local y me cuesta advertir a alguien que tenga el buen gusto de mi a?orado Jose si no paso por delante de Santa Eulalia, tienda de prendas elegantes que evoca las telas de Casa Torres o Gratac¨®s, tan apreciadas por sastres y modistas como mi suegra Gracieta.
Las m¨¢quinas de coser son hoy una reliquia y hasta Gratac¨®s se ha tenido que mudar a la Riera de Sant Miquel. Hay 190 locales en el Passeig de Gr¨¤cia y 120 son de moda, leo en El Peri¨®dico. Las firmas internacionales arramblaron hasta con el Bulevard Rosa, punto de encuentro de la gente de casa y de fuera; n¨²cleo de peque?os comercios, algunos exquisitos, muchos creativos; el recurso a menudo para dar con un regalo complejo, hoy v¨ªctima tambi¨¦n de las macrotiendas que engullen Barcelona.
Tambi¨¦n se derritieron pasteler¨ªas como La Colmena, cuyo escaparate me serv¨ªa para saber si est¨¢bamos en Pascua, Navidad o Todos los Santos, por las monas, los turrones o los panellets, tal que fuera el huerto de mi padre, espejo de las estaciones del a?o, hoy tambi¨¦n desaparecidas, porque el calor y el fr¨ªo nos han dejado sin primavera ni oto?o, estrenado el pasado domingo 23. Ahora se impone mirar el calendario y la agenda de actividades para saber si al llegar al pirul¨ª de la Diagonal vale la pena asomar la cabeza por la ¨²ltima exposici¨®n del Palau Robert.
Antes, en tiempos de estudiante, se alcanzaba previamente el Cinc d¡¯Oros, nombre de la plaza que evoca a una librer¨ªa tan llorada como Catal¨°nia. Tambi¨¦n desviaron la francesa Jaimes hasta la calle Val¨¨ncia. Hoy manda la Casa del Libro y cuando quiero actualizar el escritorio no tengo m¨¢s remedio que desviarme de mi ruta hasta llegar a Konema o Raima. Ya no est¨¢ Vin?on, cuya oferta me fascinaba tanto que pasaba de querer comprarlo todo a no llevarme nada, comportamiento generalizado seg¨²n leo en la columna En el barrio tienes de todo, de Quim Monz¨®.
Vin?on fue una perdici¨®n para los clientes y una ruina para sus due?os porque nadie sal¨ªa del asombro ni sacaba la cartera, petrificados todos, satisfechos algunos si acaso con la compra del calendario o una bolsa exclusiva para dejar constancia del paso por la buc¨®lica casa de dise?o de Barcelona. Un detalle visible de Vin?on siempre quedaba bien junto a la mesa del restaurante de la zona elegido para comer cuando no llegaba hasta El Roure, en Luis Ant¨²nez, cerca de Specchio M¨¢gico, cerrado tiempo despu¨¦s de una de las ¨²ltimas cenas entre Rijkaard y Laporta.
Muchos periodistas se han pasado por un local en el que se celebraban muchos consejos de redacci¨®n
Me gustan las casas de comida y tambi¨¦n los bares, pocos como el Bracaf¨¦, sobre todo el que estaba en Caspe. Los martes ¨ªbamos con Sique Rodr¨ªguez y Carmen nos pon¨ªa la ca?a sin preguntar; Froi sab¨ªa que si aparec¨ªa a medio d¨ªa quer¨ªa un vichy; y Paqui me serv¨ªa un caf¨¦ por la ma?ana y un carajillo si era por la tarde; las copas y los whiskies ya pasaron a la historia desde la ¨²ltima anal¨ªtica revisada por el doctor Pedr¨®s. Mi barriga se llenaba de cerveza, y m¨¢s si aparec¨ªa un conversador como Juan, de la Boquer¨ªa.
Habl¨¢bamos de boxeo, de pelota y del Bar?a, mientras desfilaban personajes de pel¨ªcula por el Bracaf¨¦. All¨ª se sentaba aquella se?ora que saboreaba una copa de cava y se fumaba un puro mientras un hombre se pegaba un enorme transistor a la oreja sin que nadie supiera qu¨¦ emisora escuchaba cuando ten¨ªa al lado a R¨¤dio Barcelona. Nos queda Jordi, que nos conoce a todos y nos pasa revista: te saluda, te pregunta, te pide un euro ¡ªcinco si se trata del cura, Josep Maria Alimbau, que se pasa los domingos¡ª y se interesa por el d¨ªa y la hora en que juega el Joventut.
La gente de la calle, los trabajadores de la radio, cuantos acuden al T¨ªvoli y antes los reunidos en el Novedades, asomaban por el Bracaf¨¦. Hubo un d¨ªa en que en medio de la calle aparcaron los matones de Maradona porque quer¨ªan zurrar a Botines mientras se re¨ªa Border¨ªas. Tiempos en que R¨¤dio Barcelona estaba cerca de Radio Nacional. Habr¨ªa que pedirle a Jordi Mart¨ª, un periodista como la copa de un pino con voz de actor de doblaje, que cuente la manera como Jordi Pujol ped¨ªa el croissant del Bracaf¨¦ o en qu¨¦ mesa se sentaban Javier Solana o Pasqual Maragall.
Hay quien vio entrar a Javier Bardem y son muchos los que hacen memoria sobre la vez que se tom¨® un cortado Robert de Niro. Actores, pol¨ªticos y muchos periodistas se han pasado por un local en el que se celebraban muchos consejos de redacci¨®n y se han pensado algunas de las mejores secciones, como Ir al f¨²tbol con, de Guillem Mart¨ªnez. ¡°Quiz¨¢ se¨¢is la ¨²ltima generaci¨®n que viv¨ªs del periodismo¡±, me advierte Fonsi Loaiza, con quien quedo para hablar de un oficio que tuvo su fuerza motriz en bares sin puertas como el Bracaf¨¦.
Hoy ya no queda ni el cartel de un local que espera la piqueta para abrir un parking y son los obreros los que chillan entre los encofrados mientras llego hasta el ordenador antes que nunca porque ya no tengo donde parar; nada me interesa m¨¢s que leer la ¨²ltima cr¨®nica de Toni Vall y cruzarme con un se?or como Llu¨ªs Permanyer para pedirle que me lleve de viaje por aquella Barcelona que so?¨¦ siendo ni?o en Perafita y nunca pude acabar de ver de mayor desde Gr¨¤cia. Ahora que tengo tiempo, quiero pasear sin reloj para que los ilustres ciudadanos me cuenten las historias que a m¨ª se me acabaron sin el Bracaf¨¦.
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