Alcohol, vicio, grandes personalidades y un tesoro escondido en un bar de Madrid
Numerosos nombres de la aristocracia, el toreo, el flamenco y la far¨¢ndula pasaron durante un siglo por Los Gabrieles, ahora tapiado con sus valiosos azulejos protegidos
Madrid tiene un tesoro cerrado a cal y canto. Casi olvidado, no abandonado, pero acumulando polvo, alg¨²n escombro y un silencio que se prolonga ya durante casi 15 a?os. Se trata del m¨ªtico local de Los Gabrieles, situado en el n¨²mero de 17 de la calle madrile?a de Echegaray, a escasos 50 metros de la plaza Santa Ana. All¨ª, entre tinieblas, se encuentra la Capilla Sixtina de los azulejos, un tesoro policromado agarrado con firmeza a sus paredes valorado en casi dos millones de euros, protegido y blindado por una comisi¨®n mixta de Patrimonio de la Comunidad de Madrid y del Ayuntamiento. No se puede tocar. Ni mover. Ni trasladar. Eso s¨ª, se vende. Raz¨®n: la burbuja inmobiliaria, que lo desterr¨® a la oscuridad. [Fotogaler¨ªa: Un tesoro entre tinieblas]
La historia de este m¨ªtico bar madrile?o no cabe en su anuncio de Idealista. 761 metros cuadrados construidos, 600 ¨²tiles. Diez estancias, tres plantas, una de ellas en el s¨®tano. Hace esquina. Construido en 1908. ?ltima actividad, en 2008. Precio: tres millones y medio.
Cecilio Paniagua, consultor inmobiliario, te ense?a sol¨ªcito el local. La semioscuridad del espacio obliga a ajustar la vista y colocar bien los pies en un suelo desigual y lleno de trampas. ¡°Hace unos a?os, unos okupas, con el auge del 15-M, se metieron aqu¨ª, por eso las ventanas que dan a la calle est¨¢n tapiadas¡±, se excusa Paniagua. Unos minutos antes de entrar, ha preparado unos focos para iluminar algunas estancias. Los azulejos, brevemente iluminados, recuperan levemente su esplendor.
Los murales son obra de los artistas Alfonso Romero, Enrique Guijo, Juan Ruiz de Luna y Rajel,? unos de los ceramistas m¨¢s reputados del primer tercio del siglo XX, que se hicieron un nombre decorando diversos comercios del Madrid m¨¢s aut¨¦ntico y ca?¨ª.
Los esqueletos rumberos, de Guijo, un mural basado en la obra del pintor jerezano Carlos Gonz¨¢lez Rajel, es una de las joyas de la corona del local. Un guitarrista en los huesos toca el instrumento de cuerda mientras una bailaora mueve sus caderas, literalmente. Tambi¨¦n decoran el espacio obras cumbres del arte del mural publicitario de azulejos, anuncios de bodegas como Domecq o Garvey que los propios bodegueros pagaban para figurar en la emblem¨¢tica taberna. Adem¨¢s, decoran la estancia escenas que recrean obras de Vel¨¢zquez o Goya, inspiraciones en la tauromaquia y la caza o el mismo Quijote. Un arte ¨²nico, algo barroco, de tonalidades alegres pero con un tono costumbrista, humor¨ªstico y ciertas influencias surrealistas. Un museo escondido. Y en venta.
¡°Espero que no se hayan cargado gran parte del patrimonio de los azulejos¡±, se queja Ramiro Figueroa, antiguo gerente de Los Gabrieles, que 15 a?os despu¨¦s de verse obligado a cerrar el local se sigue sintiendo ¨ªntimamente ligado a ¨¦l. Argentino de nacimiento, lleg¨® a la capital a principios de los 80 como director teatral pero acab¨® en 1985 al mando del bar que lo atrap¨® nada m¨¢s llegar ¡ª¡°fue el primero en el que me tom¨¦ una ca?a¡±¡ª? y que en su pasado hab¨ªa conocido a la flor y nata de la aristocracia, el toreo y el flamenco madrile?o.
La realidad y la ficci¨®n se entremezclan con historias vividas durante 100 a?os, tan locas como documentadas en la prensa de la ¨¦poca y en libros de referencia como Vida y cante de don Antonio Chac¨®n, de Jos¨¦ Blas Vega. Alcohol, fiestas que se prolongaban d¨ªas enteros, taconeos intermitentes e incluso cuartos secretos con camas que no serv¨ªan para dormir.
Manolete, Juan Belmonte o el mism¨ªsimo Alfonso XIII, que entraba por la puerta de atr¨¢s y pasaba sus veladas de mayor farra en el s¨®tano, frecuentaron el local, muchos de ellos para ver cantar a uno de los padres del flamenco, Antonio Chac¨®n. La Ni?a de los Peines o el pintor Ignacio Zuloaga tambi¨¦n pusieron luz y color a una taberna de excesos y juergas interminables.
Cuando Figueroa lleg¨®, el bar hab¨ªa entrado en decadencia, en manos de una madama que regentaba all¨ª un prost¨ªbulo turbio y degenerado, pero con mucho trasiego. Con el tiempo, consigui¨® remontarlo y lo llen¨® de intelectuales y nuevas personalidades de la far¨¢ndula. Tanto, que hasta el cineasta Jaime Armi?¨¢n se instal¨® all¨ª en 1988 con todo su equipo, entre ellos el actor Paco Rabal o la fara¨®nica Lola Flores, para recrear lo que ser¨ªa el Bar Espa?a durante los siete cap¨ªtulos de la serie Juncal. Tambi¨¦n dio trabajo a estrellas que todav¨ªa no brillaban. ¡°Hab¨ªa un chico de 17 a?os muy grandote y muy torpe que era muy patoso en la barra. Y le dije, ¡®mira Javier, t¨² mejor ponte de seguridad en la puerta, as¨ª no me rompes nada¡¯. ?Sabes qu¨¦ Javier era? ?Javier Bardem!¡±, dice antes de soltar una carcajada.
Pol¨¦micas
Despu¨¦s lleg¨® el cierre, no exento de pol¨¦mica. El due?o del edificio de cinco plantas vio la oportunidad de rehabilitar los apartamentos del edificio y puso de aval su gran tesoro, el local de Los Gabrieles. Lleg¨® la crisis y todo el inmueble, incluido el bar, acab¨® en manos del banco. ¡°Pele¨¦ para quedarme con ¨¦l, pero no me dejaron. Me dijeron que mi contrato expiraba y me tuve que ir¡±, recuerda Figueroa, especialmente preocupado por el devenir de los azulejos, que tiene escrupulosamente plasmados en fotograf¨ªas que guarda en una peque?a caja de cart¨®n. Tanto pele¨®, que con el tiempo su nombre pas¨® a formar parte de una lista negra y hoy por hoy no le dejan entrar.
Lo que vino despu¨¦s fue un proceso de rehabilitaci¨®n que dur¨® varios a?os, realizado por la empresa especializada ECRA, que cost¨® tres millones de euros, y una nueva pol¨¦mica. Los murales fueron cubiertos por velos para realizar un escrupuloso examen de cada uno de ellos. Fueron documentados, extra¨ªdos, tratados y de nuevo colocados. Luego entraron los okupas, llamaron al ceramista Adolfo Montes, que critic¨® el trabajo realizado y salt¨® la alarma, aplacada por la direcci¨®n general de Patrimonio de la Comunidad de Madrid, que tambi¨¦n logr¨® echar del local a los okupas. Entonces entraron unos ladrones y, tras tanto ajetreo, la familia Mar¨ªn, descendiente del propietario original y todav¨ªa en poder del edificio, decidi¨® tapiar las puertas. El bar se sumi¨® entonces en la oscuridad.
El Ayuntamiento confirma que el inmueble posee grado de protecci¨®n estructural y se encuentra en el cat¨¢logo de establecimientos comerciales, por lo que est¨¢n protegidos, entre otros elementos, los paramentos verticales, los techos, las carpinter¨ªas, el mostrador, los anaqueles o el mobiliario.
Pero all¨ª, salvo la estructura, solo quedan los murales rehabilitados en las paredes. Su peculiar s¨®tano de ladrillo abovedado con sus salas ¡ªconocidas como La Enfermer¨ªa, La Plaza de Toros o Metropolitano¡ª mantiene su encanto con sus vericuetos laber¨ªnticos, pero en lugar de los asientos de obra y el tablao que anta?o vivi¨® juergas sin cuento, hay escombros y cascotes arrimados junto a la pared.
¡°Si alguien lo compra tiene que hacer una buena reforma. Pero es un sitio espectacular. Quien lo compre, se forra seguro. Por c¨®mo es el local y por d¨®nde est¨¢¡±, augura el consultor inmobiliario. Los azulejos, entre tinieblas, se mantienen como fantasmas impert¨¦rritos. Como si hubiera que callarlos por todo lo que vieron.
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