Chile y el separatismo indigenista
El impulso para una reorganizaci¨®n radical del Estado chileno tambi¨¦n ofrece inc¨®gnitas misteriosas cuando se lo proyecta sobre las relaciones internacionales
El indigenismo se ha convertido en uno de los fen¨®menos m¨¢s llamativos, novedosos y, en alguna medida, inquietantes de la vida p¨²blica latinoamericana en lo que va del siglo XXI. La reivindicaci¨®n de los derechos de las comunidades originarias de la regi¨®n ha ido abriendo paso a un movimiento minoritario, pero tambi¨¦n hiperactivo, hacia el separatismo. Es decir: aquella reivindicaci¨®n de derechos est¨¢ tomando cada vez m¨¢s a menudo la modalidad de un reclamo de soberan¨ªa que entra en conflicto con los Estados que se fueron modelando desde las guerras de independencia. El proceso, que se despliega con caracter¨ªsticas diferentes seg¨²n cu¨¢l sea el pa¨ªs, est¨¢ adoptando en Chile un curso que, hasta hace pocos a?os, hubiera sido inesperado.
La Convenci¨®n Constituyente, que viene sesionando en el palacio Pereira de la ciudad de Santiago desde el 4 de julio del a?o pasado, tiene a consideraci¨®n dos borradores de art¨ªculos para incorporar a la nueva ley fundamental. El primero dice lo siguiente: ¡°Chile declara a Am¨¦rica Latina y el Caribe como zona prioritaria en sus relaciones internacionales. Se compromete con el mantenimiento de la regi¨®n como una zona de paz y libre de violencia, impulsa la integraci¨®n regional, pol¨ªtica, social, cultural, econ¨®mica y productiva entre los Estados, y facilita el contacto y la cooperaci¨®n transfronteriza entre pueblos ind¨ªgenas¡±.
El segundo art¨ªculo establece: ¡°El Estado se organiza territorialmente en regiones aut¨®nomas, comunas aut¨®nomas, autonom¨ªas territoriales ind¨ªgenas y territorios especiales. Las entidades territoriales aut¨®nomas tienen personalidad jur¨ªdica y patrimonio propio y las potestades y competencias necesarias para gobernarse en atenci¨®n al inter¨¦s general de la Rep¨²blica, de acuerdo a la Constituci¨®n y la ley, teniendo como l¨ªmites los derechos humanos y de la Naturaleza. La creaci¨®n, modificaci¨®n, delimitaci¨®n y supresi¨®n de las entidades territoriales deber¨¢ considerar criterios objetivos en funci¨®n de antecedentes hist¨®ricos, geogr¨¢ficos, sociales, culturales, ecosist¨¦micos y econ¨®micos, garantizando la participaci¨®n popular, democr¨¢tica y vinculante de sus habitantes, de acuerdo con la Constituci¨®n y la ley¡±.
Como todo texto legal, lo que est¨¢n imaginando los constituyentes chilenos estar¨¢ sometido a la interpretaci¨®n de los jueces. Sin embargo, ya se abre un mar de inc¨®gnitas. ?A qu¨¦ se refiere la f¨®rmula ¡°cooperaci¨®n transfronteriza¡±? ?Qu¨¦ clase de ¡°diplomacia¡± realizar¨¢n las comunidades ind¨ªgenas chilenas con las que est¨¢n radicadas en los pa¨ªses lim¨ªtrofes? Es una pregunta pertinente porque la presencia de mapuches en Chile y en la Argentina viene alentando, entre los sectores m¨¢s movilizados de esas comunidades, la pretensi¨®n de que se reconozca un nuevo Estado, el Wallmapu, a uno y otro lado de la Cordillera de los Andes. Es cada vez m¨¢s frecuente que esos reclamos se canalicen a trav¨¦s de una violencia que est¨¢ desafiando el sistema de seguridad en la regi¨®n. Esos conflictos, que hasta ahora son subnacionales, ?est¨¢n destinados a convertirse en internacionales?
El impulso para una reorganizaci¨®n radical del Estado chileno, distribuyendo un poder centralizado entre distinto tipo de regiones, comunas aut¨®nomas y autonom¨ªas ind¨ªgenas, tambi¨¦n ofrece inc¨®gnitas misteriosas cuando se lo proyecta sobre las relaciones internacionales. En especial si se combina el contenido de los dos textos. Hasta ahora, el sujeto de la pol¨ªtica exterior chilena fue el Poder Ejecutivo a trav¨¦s de la Canciller¨ªa. Pero la nueva normativa abre la puerta a nuevos actores, como los pueblos originarios, por ejemplo, con derecho a establecer su propia diplomacia.
Esta innovaci¨®n tendr¨¢ un impacto inevitable sobre ¨¢reas de administraci¨®n compartida interestatal. Por ejemplo, entre Chile y la Argentina existen protocolos para la gesti¨®n de recursos h¨ªdricos, mineros y ambientales. La instauraci¨®n de nuevos sujetos, con atribuciones en la cooperaci¨®n transfronteriza, promete dar a estos v¨ªnculos bilaterales una complejidad desconocida.
Habr¨¢ que esperar al pr¨®ximo 4 de septiembre para conocer la suerte del experimento institucional chileno. Ese d¨ªa se celebrar¨¢ un refer¨¦ndum para aceptar o rechazar la nueva carta magna. Las encuestas indican que la aprobaci¨®n no supera el 45%. Un escas¨ªsimo consenso para una iniciativa que, cuando se lanz¨®, en medio de un estallido social, contaba con la simpat¨ªa de casi el 80% de la ciudadan¨ªa. Mejor no pensar en un escenario traum¨¢tico: que la nueva Constituci¨®n, para cuya sanci¨®n se requiere el 50% de los votos m¨¢s uno, sea ratificada por un n¨²mero muy ajustado de votantes.
La aspiraci¨®n de la Convenci¨®n Constitucional chilena de asignar a los pueblos originarios el car¨¢cter de unidades primarias sobre las que descansa el Estado nacional cl¨¢sico, forma parte de una corriente que se ha generalizado cada vez m¨¢s en Am¨¦rica Latina. El expresidente boliviano Evo Morales es el inspirador de una agrupaci¨®n denominada Runasur, que se propone organizar un continente plurinacional, con la participaci¨®n de dirigentes bolivianos, ecuatorianos, venezolanos y argentinos. El punto de partida de esta iniciativa fue una reuni¨®n organizada en La Paz a comienzos de mayo del a?o pasado. Esa fundaci¨®n sufri¨® su primer accidente en Per¨², cuando Morales debi¨® suspender un encuentro del nuevo club por la reacci¨®n que provoc¨® en la dirigencia de ese pa¨ªs. El Congreso peruano declar¨® a Morales persona non grata.
Los peruanos que repudiaron al expresidente de Bolivia sospechan que detr¨¢s de sus movimientos reivindicativos se esconden aspiraciones territoriales. Sobre todo, la que m¨¢s obsesiona a los bolivianos: conseguir la salida del Pac¨ªfico. La creaci¨®n de una nueva naci¨®n aymara, recortada sobre territorios de Per¨² con costa mar¨ªtima y extendida hacia Bolivia. Los chilenos miran el proyecto de Morales con mucha inquietud, sobre todo por la inestabilidad que puede crear en la empobrecida provincia de Parinacota, que limita al norte con Per¨² y al este con Bolivia, y en la que la poblaci¨®n local en las dos ¨²ltimas d¨¦cadas ha sido sustituida por una incesante corriente migratoria.
Los Gobiernos de izquierda, como los que est¨¢n al frente de Chile, Bolivia, la Argentina o Per¨², se sumergen en una gran perplejidad frente a la expansi¨®n del secesionismo indigenista. Esa corriente tiene un tinte anti-imperialista que se superpone con la animadversi¨®n a los Estados Unidos que domina al populismo nacionalista de la regi¨®n. En este sentido, produce simpat¨ªa. Sin embargo, la pretensi¨®n de que se reconozcan nuevos territorios soberanos de los que ser¨ªan titulares esos pueblos originarios supone un ataque a una instituci¨®n sacralizada por todas las variantes de la izquierda: el Estado entendido como organizador principal de la sociedad.
La crisis del concepto mismo de soberan¨ªa tiene otras consecuencias. Por ejemplo, para los inversores privados, nacionales o internacionales, que deber¨¢n tratar con estas nuevas unidades aut¨®nomas. Un desaf¨ªo especial para las empresas de origen europeo, sobre todo espa?ol, que han sido puestas en la mira de la reivindicaci¨®n indigenista. La manifestaci¨®n m¨¢s llamativa y extravagante de esta pulsi¨®n estuvo a cargo del mexicano Andr¨¦s Manuel L¨®pez Obrador, cuando en marzo de 2019 le envi¨® una carta al rey Felipe VI exigi¨¦ndole que pida perd¨®n por la conquista de Am¨¦rica. Es dif¨ªcil imaginar la evoluci¨®n de estos sentimientos. Pero, en caso de profundizarse, llevan el germen de una nueva fobia: a la que muchos pol¨ªticos e intelectuales latinoamericanos sienten por los Estados Unidos, se sumar¨¢ una mucho menos conocida, por Europa.
Suscr¨ªbase aqu¨ª a la newsletter de EL PA?S Am¨¦rica y reciba todas las claves informativas de la actualidad de la regi¨®n.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.