El incierto destino de la democracia mexicana
¡®?Al diablo con sus instituciones!¡¯, esa famosa frase de L¨®pez Obrador, es sugerente sobre la posibilidad de un desenlace autocr¨¢tico
Buscando simplificar el intrincado y filos¨®fico debate sobre la organizaci¨®n del poder en una democracia, hace poco m¨¢s de dos d¨¦cadas Bruce Ackerman articul¨® con elegancia la pregunta central de todo el constitucionalismo contempor¨¢neo: ?cu¨¢ntas elecciones necesita un movimiento para hacerse del poder absoluto?
Esta interrogante est¨¢ siendo respondida con nerviosismo en M¨¦xico durante los ¨²ltimos d¨ªas, luego de la aplastante victoria del movimiento del presidente Andr¨¦s Manuel L¨®pez Obrador en las elecciones presidenciales y parlamentarias. Porque m¨¢s all¨¢ de que casi dos tercios del electorado apoy¨® a Claudia Sheinbaum como su sucesora en la presidencia, lo verdaderamente importante es que este ¨¦xito electoral le permiti¨® a la coalici¨®n encabezada por Morena ¨Cel partido que ¨¦l mismo cre¨® en 2011 y que ha liderado desde entonces¨C alcanzar una mayor¨ªa suficiente en la C¨¢mara de Diputados para impulsar cualquier reforma constitucional y quedar a unos cuantos esca?os de conseguirla en el Senado.
Sobran las razones para este nerviosismo. Aunque ¨¦l lo niegue con igual carisma que terquedad, uno de los elementos centrales de la Cuarta Transformaci¨®n impulsada por L¨®pez Obrador es una ambiciosa agenda de regresiones democr¨¢ticas, con la que se ha buscado desarticular los equilibrios constitucionales sobre los que descansa la democracia mexicana. As¨ª lo evidencian muchas iniciativas impulsadas durante su sexenio presidencial, como el sostenido debilitamiento de los ¨®rganos constitucionales aut¨®nomos o las reformas al Instituto Nacional Electoral destinadas a comprometer su independencia. Tambi¨¦n dan cuenta de ello las recurrentes cr¨ªticas e intentos de reforma a la Corte Suprema, as¨ª como la militarizaci¨®n de la seguridad y el involucramiento del Ej¨¦rcito en materias ambientales, sociales, de salud y obras p¨²blicas.
Al anunciar en febrero el llamado Plan C, el mismo L¨®pez Obrador ha dado luces sobre qu¨¦ esperar para el futuro pr¨®ximo. Entre las 20 iniciativas que involucra este plan, tal vez la m¨¢s relevante es la reforma al Poder Judicial, con la que se busca que los jueces federales sean electos popularmente y se interviene la Corte Suprema, reemplazando a los ministros en funciones y reduciendo el n¨²mero de los nuevos integrantes, as¨ª como su periodo y remuneraciones. Durante toda la campa?a electoral y en abierta infracci¨®n a las reglas electorales, el presidente pidi¨® el apoyo ciudadano a sus candidatos parlamentarios para lograr transformar una judicatura que ¨¦l acusa de estar secuestrada por una ¡®minor¨ªa rapaz¡¯. Como adem¨¢s ellos asumir¨¢n antes que la presidenta, L¨®pez Obrador ha anunciado que estas reformas comenzar¨¢n su discusi¨®n legislativa antes del cambio de mando presidencial.
Frente a esta posibilidad, parece dif¨ªcil olvidar la advertencia de Steven Levitsky y Daniel Ziblatt, para quienes la consolidaci¨®n de un proyecto autocr¨¢tico tiende a profundizarse durante los segundos mandatos. Una vez que los lideres populistas o aut¨®cratas han asegurado su posici¨®n durante un primer periodo, a menudo los mandatos que le siguen son utilizados para socavar las instituciones democr¨¢ticas y consolidar su control. ¡®?Al diablo con sus instituciones!¡¯, esa famosa frase de L¨®pez Obrador, es sugerente sobre la posibilidad de un desenlace autocr¨¢tico.
Tal vez por esta raz¨®n, la principal interrogante que a¨²n permanece sin respuesta es cu¨¢l ser¨¢ el papel del actual mandatario durante el pr¨®ximo sexenio presidencial. ?l mismo ha reiterado insistentemente que se retirar¨¢ de la vida p¨²blica, pero sus constantes faltas a la verdad llevan a muchos a cuestionar la sinceridad de esta promesa.
Ante esta incertidumbre, no son pocos los que sugieren la posibilidad de un nuevo maximato, un periodo de la historia pol¨ªtica mexicana entre 1928 y 1934, durante el cual el expresidente Plutarco El¨ªas Calles ejerci¨® una influencia dominante sobre la pol¨ªtica nacional sin ejercer formalmente la presidencia. Aunque le sucedieron Emilio Portes Gil, Pascual Ortiz Rubio y Abelardo Rodr¨ªguez en dicha posici¨®n, Calles sigui¨® ostentando un control autoritario sobre el devenir mexicano, al reclamar para s¨ª el t¨ªtulo del ¡®jefe m¨¢ximo de la Revoluci¨®n¡¯. Este periodo solo terminar¨ªa con el avenimiento de L¨¢zaro C¨¢rdenas en la presidencia, quien, si bien fue electo a la sombra de Calles, r¨¢pidamente se distanci¨® de ¨¦l y consolid¨® su autoridad presidencial hasta exiliarlo. Como suele decirse, muchas veces la historia no se repite, pero rima: ?Reclamar¨¢ L¨®pez Obrador para s¨ª el t¨ªtulo de jefe m¨¢ximo de la Cuarta Transformaci¨®n?
A riesgo de caer en un ingenuo voluntarismo, puede sin embargo sugerirse que la historia latinoamericana sugiere una y otra vez que la convivencia entre l¨ªderes carism¨¢ticos y sucesores ungidos no siempre tiene un final feliz. Es cierto que abundan las historias de sucesores leales, como la de Lula y Rousseff en Brasil, de Sol¨ªs y Alvarado en Costa Rica, o de Zelaya y Castro en Honduras. Pero por cada final feliz, son muchas m¨¢s las sucesiones que terminaron en conflicto y discordia, como la de Morales y de Arce en Bolivia, de Uribe y Santos en Colombia, o de Correa y Moreno en Ecuador.
El futuro de la democracia mexicana parece as¨ª pender de lo que Daniel Cos¨ªo Villegas llam¨® el estilo personal de gobernar mexicano: el car¨¢cter e ideas de quien detente la presidencia ser¨¢n las que, en definitiva, determinen su futuro. Como si la historia mexicana del siglo XX rimara con el presente, la biograf¨ªa de Claudia Sheinbaum durante los pr¨®ximos seis a?os ser¨¢ determinante para sellar el destino, todav¨ªa incierto, de la democracia mexicana.
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