Chile ya no es lo que era
Resulta claro que la magnitud de la crisis que enfrentamos nos coloca en uno de esos periodos hist¨®ricos en que la construcci¨®n de un nuevo orden es la ¨²nica posibilidad de dar respuestas a las aspiraciones de las mayor¨ªas sociales
¡°Chile ya no es lo que era¡±. Podemos escuchar esa frase en cualquier conversaci¨®n cotidiana entre ciudadanos de a pie a lo largo y ancho del pa¨ªs. Un estado de ¨¢nimo de nostalgia y frustraci¨®n impera en sectores amplios que sienten la amenaza de perder los logros que han alcanzado fruto de un significativo esfuerzo personal y familiar o que han visto truncadas sus leg¨ªtimas aspiraciones de surgir porque no encuentran las oportunidades para hacerlo. No es algo que haya aparecido de la noche a la ma?ana, es cierto, pero los ¨²ltimos cinco a?os han sido particularmente dif¨ªciles: un estallido social de dimensiones insospechadas, dos procesos constitucionales fallidos, una pandemia cuyas consecuencias psicosociales son todav¨ªa dif¨ªciles de estimar, un cuadro inflacionario in¨¦dito, el deterioro de la seguridad y una pol¨ªtica que no logra ofrecer respuestas en materias urgentes, son elementos m¨¢s que suficientes para cunda el desencanto y se agrave la sensaci¨®n de estancamiento o de franca decadencia.
Aunque no son pocos los que intenten negarlo, sobre todo entre las filas de la derecha, resulta claro que la magnitud de la crisis que enfrentamos nos coloca en uno de esos periodos hist¨®ricos en que la construcci¨®n de un nuevo orden es la ¨²nica posibilidad de dar respuestas a las aspiraciones de las mayor¨ªas sociales, y que oponer resistencia al cambio es la mejor manera de ahondar la crisis. No es la primera vez que nuestro pa¨ªs atraviesa por un trance similar.
Las reacciones de la derecha chilena frente a la publicaci¨®n del informe del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo Humano titulado ?Por qu¨¦ nos cuesta cambiar? son un ejemplo particularmente elocuente de aquellos sectores que, luego de todo lo que ha pasado en el pa¨ªs, y ante un documento que ofrece una lectura del presente de la sociedad chilena coherente con diagn¨®sticos que ya hace d¨¦cadas circulan en el campo de las ciencias sociales, cierran filas en la defensa del statu quo, llegando al extremo de acusar al informe de programa pol¨ªtico encubierto. No est¨¢ muy lejos de aquella hip¨®tesis de que el estallido social hab¨ªa sido orquestado desde Venezuela.
Por el lado de las izquierdas y el progresismo, por naturaleza proclives a la transformaci¨®n, las dificultades, si bien son otras, tambi¨¦n existen. Los anhelos de cambio de la sociedad chilena est¨¢n acompa?ados del deseo de orden. La conjunci¨®n de orden y cambio exige la creaci¨®n de propuestas complejas, que combinen protecci¨®n, autoridad, libertad y autonom¨ªa individual. La ecuaci¨®n no es ni simple ni evidente para las izquierdas. Una comprensi¨®n insuficiente de la importancia de estos componentes fue parte sustantiva de las causas que condujeron al rechazo de la propuesta emanada de la primera Convenci¨®n. La propuesta constitucional no logr¨® ofrecer un proyecto que concitara el entusiasmo y la confianza de las grandes mayor¨ªas del pa¨ªs que, al contrario, la sintieron como una amenaza peligrosa contra valores y deseos muy preciados: el sue?o de la casa propia, la libertad de elegir, la identidad nacional, el orden p¨²blico, la protecci¨®n de los logros patrimoniales alcanzados. Y sin mayor¨ªas, es imposible sostener un proceso de cambios.
Lograr que esas grandes mayor¨ªas del pa¨ªs no miren con nostalgia el pasado, sino con esperanza el porvenir, debiera ser una tarea que convoque a todas las fuerzas pol¨ªticas, pero, sobre todo, a las izquierdas y el progresismo, que a lo largo de nuestra historia republicana han sido las fuerzas que han logrado sacar al pa¨ªs de profundas y largas crisis, como aquella que en los a?os veinte marc¨® el inicio del fin de la rep¨²blica olig¨¢rquica y dio paso al proyecto desarrollista empujado por las clases populares y medias y los partidos que las representaban pol¨ªticamente.
La crisis que enfrentamos hoy no es de menor calado que aquella. El agotamiento de ¡®la rep¨²blica neoliberal¡¯, que se expresa desde el estancamiento econ¨®mico a la corrupci¨®n institucional que de forma tan desnuda hemos visto estas semanas, ofrece posibilidades para su superaci¨®n. Por eso, mientras la derecha promete un camino seguro a la agudizaci¨®n de los problemas que aquejan al pa¨ªs ¨Cbasta ver las trabas que han puesto a la tan esperada reforma de pensiones, la defensa al ineficiente sistema de isapres, la negativa a levantar el secreto bancario y una larga lista que culmina hoy en la incapacidad de condenar las tramas de corrupci¨®n y tr¨¢fico de influencias en las que se est¨¢n involucrados emblem¨¢ticos militantes de sus filas¨C, la responsabilidad que cae sobre los hombros de quienes nos situamos en el campo de las izquierdas y el progresismo es enorme.
A nuestro favor, todav¨ªa hay un pueblo que anhela que las cosas cambien, pero que no est¨¢ dispuesto a perder lo que ha ganado ni a dar un cheque en blanco. Tarea nuestra ser¨¢ acusar recibo y tener la firmeza y la flexibilidad suficiente para traducir esos anhelos en un proyecto que le devuelva a Chile la confianza en su futuro colectivo.
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