El peso del cerebro
Durante el siglo XIX, la confusi¨®n creada por la frenolog¨ªa consigui¨® que emergiera el racismo, el sexismo y otros ismos irracionales
La frenolog¨ªa, m¨¢s que realidad pensada, es pura irrealidad cient¨ªfica. Aunque tuvo mucha aceptaci¨®n en el siglo XIX, la frenolog¨ªa no dej¨® de ser una extravagancia te¨®rica; una falacia escondida bajo la denominaci¨®n de disciplina cient¨ªfica que pretend¨ªa revelar atributos constitutivos de la personalidad del ser humano a partir de las protuberancias del cr¨¢neo.
Todo empez¨® cuando el anatomista alem¨¢n Franz Joseph Gall (1758-1828) expuso que distintas ¨¢reas de nuestro cerebro se corresponden con distintas funciones fisiol¨®gicas, y que la superficie del cr¨¢neo evidencia estas ¨¢reas. Por lo mismo, habiendo cr¨¢neos m¨¢s desarrollados que otros, se podr¨ªa conocer de manera inmediata la personalidad de un ser humano a partir del aspecto de su cabeza.
Esta teor¨ªa del romanticismo neurol¨®gico tuvo mucha aceptaci¨®n entre las clases populares del siglo XIX, sobre todo en la Inglaterra victoriana, siendo as¨ª que el abogado George Combe (1788-1858) se dedic¨® a difundir las teor¨ªas frenol¨®gicas como comprobables, llegando a formar una sociedad frenol¨®gica en su Edimburgo natal. Con Combe, las teor¨ªas de Gall hab¨ªan dado en terreno abonado y, muy pronto, llegaron a Estados Unidos.
Las distintas partes del cerebro se corresponden a distintas funciones
Si bien, Franz Joseph Gall err¨® en asumir la forma del cr¨¢neo como evidencia de la conducta, acert¨® en lo que se refiere a la correspondencia de las distintas ¨¢reas del cerebro con las distintas funciones fisiol¨®gicas, tal y como demostrar¨ªa, pocos a?os despu¨¦s, el antrop¨®logo y neurocirujano franc¨¦s Paul Brocca (1824-1880), descubriendo el centro del habla en la tercera circunvoluci¨®n del l¨®bulo frontal del cerebro. Con ello se evidenci¨® que las distintas partes del cerebro se corresponden a distintas funciones, llegando a suponer que, si se estudiaba a fondo el cerebro, se podr¨ªa efectuar un mapa del comportamiento humano.
Durante el siglo XIX, la complejidad del cerebro humano empezaba a ser materia de estudio, pero la falta de informaci¨®n al respecto, a?adida a la confusi¨®n creada por una pseudociencia que daba m¨¢s valor a las suposiciones que a los hechos probados, consigui¨® que emergiera el racismo, el sexismo y otros ismos irracionales. Sin ir m¨¢s lejos, George Combe daba por hecho que uno de los requisitos para conseguir una ¡°buena esposa¡± consist¨ªa en verificar que tuviese un buen cr¨¢neo. Seg¨²n Combe, el cerebro de una mujer pesa 4 onzas menos que el del hombre, dejando as¨ª expuesto uno de los principios del machismo cient¨ªfico.
Podr¨ªamos considerar a la frenolog¨ªa como la primera psicolog¨ªa aplicada en los Estados Unidos
Hubo muchas personas que creyeron en la frenolog¨ªa, entre ellas cabe citar al poeta norteamericano Walt Whitman. Hay que advertir que la frenolog¨ªa tuvo mucha influencia en la psicolog¨ªa norteamericana, tanto es as¨ª que podr¨ªamos considerar a la frenolog¨ªa como la primera psicolog¨ªa aplicada en los Estados Unidos. Por eso, no es de extra?ar que Walt Whitmanm le sedujese esta pseudociencia.
Decidido a pasar a la posteridad no solo por su cr¨¢neo, sino tambi¨¦n por su contenido, el c¨¦lebre poeta decidi¨® donar su cerebro a la Sociedad Antropom¨¦trica Americana para que fuera objeto de estudio una vez fallecido. Y as¨ª fue, lo que sucede es que el cerebro de Whitman no lleg¨® a pesarse ni a medirse.
Una vez abierto el cr¨¢neo del poeta, el cerebro fue sacado por uno de los empleados del laboratorio con tan mala suerte que, cuando lo ten¨ªa entre las manos, se le resbal¨®, cayendo al suelo y desparram¨¢ndose por completo. El cerebro de Whitman fue barrido y tirado a la basura. De la misma manera, se desechar¨ªa la teor¨ªa frenol¨®gica, pasando a ser con el tiempo la primera disciplina denominada pseudociencia. Luego vendr¨ªan otras, pues ninguna ¨¦poca est¨¢ a salvo de pr¨¢cticas incompatibles con el m¨¦todo cient¨ªfico, aunque se hagan pasar por lo contrario.
El hacha de piedra es una secci¨®n donde Montero Glez, con voluntad de prosa, ejerce su asedio particular a la realidad cient¨ªfica para manifestar que ciencia y arte son formas complementarias de conocimiento.
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