Los volcanes que cambiaron la historia de la humanidad: Krakatoa, Santorini, Eyjafjallaj?kull, Vesubio¡
Las grandes erupciones volc¨¢nicas han tenido un efecto global en el planeta m¨¢s all¨¢ del lugar donde se produjeron
La erupci¨®n de un volc¨¢n en un remoto rinc¨®n de Islandia, de nombre dif¨ªcilmente pronunciable fuera de la isla n¨®rdica, Eyjafjallaj?kull, provoc¨® en 2010 la paralizaci¨®n de las comunicaciones a¨¦reas en toda Europa. Aquella inmensa nube de cenizas simboliza hasta qu¨¦ punto las grandes explosiones volc¨¢nicas son fen¨®menos globales, con consecuencias que van mucho m¨¢s all¨¢ del lugar en el que se producen. Hace unos 75.000 a?os un volc¨¢n estuvo a punto de acabar con la humanidad naciente, otra erupci¨®n hace 200 a?os dej¨® al mundo sin verano y desencaden¨® el mito de Frankenstein adem¨¢s de una tremenda hambruna global, por no hablar del Vesubio y la destrucci¨®n de Pompeya hace 20 siglos. Hay pocos desastres naturales que hayan tenido una influencia tan profunda y duradera en el devenir de la humanidad.
Las im¨¢genes de la erupci¨®n que empez¨® el domingo en la isla de La Palma, la primera en superficie en Espa?a desde 1971, encarnan de nuevo el poder destructor de la naturaleza. Puede parecer un peque?o pie de p¨¢gina en la larga historia de los volcanes, pero para aquellos que han perdido sus propiedades o que se enfrentan en vivo a su fuerza desatada en forma de r¨ªos de lava no lo es absoluto. ¡°?Por qu¨¦ construir una ciudad en un lugar donde el peligro es tan evidente?¡±, se plantea sobre Pompeya Lucy Jones en su ensayo Desastres. C¨®mo las grandes cat¨¢strofes moldean nuestra historia (Capitan Swing), una cuesti¨®n que vale tanto para la ciudad romana como para N¨¢poles, Tokio, Seattle, Yakarta y, naturalmente, las islas Canarias. Se trata de lugares, en algunos casos tremendamente poblados como las grandes megal¨®polis japonesa e indonesia, situados en zonas de alta actividad volc¨¢nica.
¡°Cuando no est¨¢ en erupci¨®n, un volc¨¢n es un gran hogar¡±, responde Jones en su ensayo. ¡°Los suelos volc¨¢nicos son porosos, ricos en agua y nutrientes y muy f¨¦rtiles. Es frecuente que la deformaci¨®n de las rocas en torno a los volcanes cree puertos naturales y valles f¨¢ciles de defender. La tect¨®nica de placas te garantiza que volver¨¢ a producirse un episodio, pero qu¨¦ generaci¨®n sufrir¨¢ la erupci¨®n de mayor envergadura es cosa del azar¡±. Eso explica por qu¨¦ las erupciones volc¨¢nicas pueden tener efectos devastadores inmediatos ¨Ccomo ocurri¨® por ejemplo en las ciudades que rodean al Vesubio en el a?o 79 de nuestra era, en el que seguramente es el desastre natural m¨¢s famoso e investigado de la historia¨C, pero sus consecuencias van mucho m¨¢s all¨¢ del lugar mismo donde se produce la explosi¨®n. Y pueden ser tan graves como para poner en peligro la existencia misma de la humanidad.
El t¨ªtulo de un libro del experto Donald R. Prothero resume perfectamente las consecuencias de la explosi¨®n del volc¨¢n Toba, situado en la actual Indonesia, hace unos 75.000 a?os: When Humans Nearly Vanished (Smithsonian), que puede traducirse como ¡°Cuando los humanos estuvieron a punto de desaparecer¡±. ¡°La erupci¨®n del monte Toba liber¨® la energ¨ªa de un mill¨®n de toneladas de explosivos¡±, escribe Prothero, ¡°cuarenta veces m¨¢s que la bomba de hidr¨®geno m¨¢s grande que el ser humano haya construido, m¨¢s de 1.000 veces m¨¢s potente que el Krakatoa y 3.000 veces m¨¢s potente que la erupci¨®n del Monte Saint Helens en 1980¡±. En el caso del Krakatoa, en 1883, la explosi¨®n se oy¨® en Australia, a miles de kil¨®metros, y el planeta no recuper¨® la normalidad clim¨¢tica hasta cinco a?os despu¨¦s. Los efectos del Toba fueron mil veces m¨¢s fuertes.
Aquella erupci¨®n hizo que las temperaturas en todo el planeta descendieran entre tres y cinco grados, lo que produjo lo que los cient¨ªficos llaman un cuello de botella gen¨¦tico que puso en peligro la capacidad para sobrevivir de nuestra especie. ¡°Muchos genetistas y arque¨®logos creen que la cat¨¢strofe del Toba estuvo a punto de acabar con la raza humana, ya que sostienen que solo sobrevivieron entre 1.000 y 10.000 parejas reproductoras en todo el mundo¡±, prosigue Prothero.
Parad¨®jicamente, sostiene Martin Meredith en su libro Born in ?frica. The Quest for the Origins of Human Life (Simon & Schuster) ¨C¡±Nacido en ?frica. La b¨²squeda de los or¨ªgenes de la vida humana¡±¨C, esta situaci¨®n cr¨ªtica oblig¨® a la humanidad ¡°a innovar, a crear nuevas herramientas, a formar sociedades m¨¢s complejas y convertirse en cazadores recolectores m¨¢s eficaces¡±. Tambi¨¦n provoc¨® una gran migraci¨®n fuera de ?frica. Toba estuvo a punto de acabar con nuestra especie, pero seguramente sin esa explosi¨®n descomunal no hubi¨¦semos vivido una revoluci¨®n tecnol¨®gica que se prolonga hasta nuestros tiempos. Se trata de una hip¨®tesis discutida por algunos expertos, pero que refleja hasta qu¨¦ punto los volcanes representan un desaf¨ªo para la humanidad desde sus or¨ªgenes.
Otros volcanes europeos, como Santorini y la llamada Erupci¨®n Minoica hace 3.500 a?os, que seguramente dio lugar al mito de la Atl¨¢ntida, y naturalmente el Vesubio y la destrucci¨®n de Pompeya y Herculano, tuvieron una importante influencia en la Antig¨¹edad. De hecho, como cuenta Daisy Dunn en su reciente ensayo Bajo la sombra del Vesubio (Siruela), el hecho de que Plinio el Joven, el gran naturalista romano, fuese testigo de la explosi¨®n cerca de la costa napolitana, en la que muri¨® su t¨ªo, Plinio el Viejo, cambi¨® completamente la vulcanolog¨ªa. Desde entonces, los volcanes no han dado tregua a Europa.
El 5 y el 10 de abril de 1815, el monte Tambora, situado tambi¨¦n en Indonesia, estall¨® y provoc¨® una nube de cenizas que envolvi¨® todo el planeta. Resulta imposible saber cu¨¢ntas personas murieron directa o indirectamente, aunque historiadores como Brian Fagan hablan de casi 100.000 en la mayor erupci¨®n en 2.000 a?os. El efecto sobre el clima fue tremendo: en 1816 no hubo verano y un grupo de amigos aprovech¨® aquel g¨¦lido est¨ªo para contarse cuentos de terror en una casona en Suiza a orillas del lago Leman. As¨ª naci¨® el mito de Frankenstein, en cuyo pr¨®logo Mary Shelley habla de un ¡°verano h¨²medo y riguroso¡±. Aquel monstruo surgi¨® de una gran explosi¨®n volc¨¢nica para recordarnos hasta qu¨¦ punto el clima del planeta se sostiene en un delicado equilibrio, que ya no solo rompen los volcanes sino los propios humanos.
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