?Qui¨¦n vigila a los millonarios espaciales para que no la l¨ªen parda?
El primer paseo espacial de un civil, protagonizado por el adinerado Jared Isaacman en la nave de Elon Musk, reabre el debate sobre el salvaje oeste de la exploraci¨®n espacial
Los millonautas van en serio. El jueves el multimillonario Jared Isaacman se convirti¨® en el primer civil (sin respaldo de ninguna organizaci¨®n gubernamental) que realiza un paseo espacial, tras pagarse de su bolsillo toda una misi¨®n a bordo de los aparatos de Elon Musk. Subi¨® por la escotilla, hizo un par de gestos acartonados ¡ª¡±parece Monchito¡±, se ley¨® en un chat del peri¨®dico¡ª y se apunt¨® el hito espacial. Entre los dos ricachones han montado un ensayo general de lo que van a ser las futuras misiones totalmente privadas al espacio, pero seg¨²n algunos expertos, el marco legal actual se queda corto.
Uno sabe que en una carretera espa?ola tiene que circular por la derecha, pero ?qui¨¦n le dice a Isaacman y Musk lo que pueden y no pueden hacer? Hay un tratado internacional de la d¨¦cada de 1960, que regula de forma gen¨¦rica estas actividades espaciales, pero su letra y m¨²sica son pura Guerra Fr¨ªa: nada de armas, fines pac¨ªficos, el espacio no es de nadie y de todos¡ Los dos bloques se miraban con el rabillo del ojo y a nadie se le ocurr¨ªa que medio siglo despu¨¦s la organizaci¨®n que m¨¢s cacharros saca del planeta es una compa?¨ªa privada.
Solo hay una frase dedicada a las ¡°actividades de entidades no gubernamentales en el espacio ultraterrestre¡±, en la que se se?ala que ¡°requerir¨¢n autorizaci¨®n y supervisi¨®n continua por parte del Estado Parte correspondiente en el Tratado¡±. ?Tiene SpaceX autorizaci¨®n y supervisi¨®n continua? Es complicado. La Administraci¨®n Federal de Aviaci¨®n de EE UU (FAA) le ha dado su pertinente licencia para el vuelo, pero no supervisa ¡°continuamente¡± lo que hacen. Algunas voces se?alan que solo por eso ya estar¨ªa fuera del tratado, pero en EE UU, que es lo que a SpaceX le importa, tiene los papeles en regla.
¡°S¨ª es necesaria m¨¢s regulaci¨®n, pero de momento s¨ª est¨¢ cubierto legalmente. La ciencia y tecnolog¨ªa avanzan muy r¨¢pidamente y el jurista tiene que esforzarse en cubrir las nuevas necesidades normativas que van surgiendo¡±, resume la abogada Elisa Gonz¨¢lez, presidenta de la Asociaci¨®n Espa?ola de Derecho Aeron¨¢utico y Espacial. Musk, que siempre presiona a la FAA para que le d¨¦ permisos m¨¢s r¨¢pido (est¨¢ esperando para lanzar la Starship otra vez), aprovecha adem¨¢s una moratoria legal que dura ya 20 a?os en EE UU (extendida hasta enero de 2025), que proh¨ªbe regular la seguridad de los ocupantes de vuelos espaciales tripulados comerciales, con el cl¨¢sico argumento estadounidense de que las normas lastran la innovaci¨®n (y ahora pueden dar ventaja a China). ¡°Ni el tratado sobre el espacio exterior ni la ley estadounidense exigen una licencia para que los ciudadanos privados viajen al espacio¡±, me explica Tanja Masson-Zwaan, especialista en derecho espacial de la Universidad de Leiden.
De momento, Musk y su tropa est¨¢n probando cosas en plan tranquis, avanzando paso a paso en sus planes megal¨®manos para convertir a la humanidad en una especie multiplanetaria. Eso s¨ª, Isaacman no declara cu¨¢nto ha pagado y SpaceX no informa de forma diligente de los hitos de la misi¨®n, sino que nos convierte en meros espectadores de su show comercial en la red social de Musk. Por ahora deben portarse bien, y adaptarse a rega?adientes a las licencias de la FAA, porque la empresa vive de los miles de millones p¨²blicos que recibe de lanzar al espacio artefactos para la NASA y los militares. ?Qu¨¦ pasar¨¢ si alg¨²n d¨ªa ya no los necesita?
Una docuserie de National Geographic bastante buena llamada Marte (no se partieron los cuernos) cuenta de manera razonablemente realista ¡ªmitad ficci¨®n, mitad documental¡ª c¨®mo ser¨ªa la colonizaci¨®n del planeta vecino. En la trama, cuando ya se ha establecido una base solvente pagada por varias naciones, llega la nave de una compa?¨ªa que va a explotar las riquezas de Marte con ansia de lucro, llamada Lukrum (ya digo que muy sutiles no son), y lo hace parasitando los recursos de la base internacional: deliberadamente no llevan agua ni energ¨ªa, porque saben que sus rivales est¨¢n obligados por los tratados a ayudar a un necesitado. Hoy por hoy, recuerda Elisa Gonz¨¢lez, el tratado ¡°proh¨ªbe la apropiaci¨®n, pero no la explotaci¨®n de los recursos¡± de otros planetas.
?Es un escenario excesivo? En el cap¨ªtulo en el que aparece Lukrum en escena, sale el propio Musk diciendo: ¡°Creo que la civilizaci¨®n en Marte se parecer¨¢ mucho a una versi¨®n avanzada de la Tierra. Marte es para cualquiera que quiera ser emprendedor y se aventure a un nuevo mundo y arriesgue su fortuna, por lo que va a ser el planeta de las oportunidades¡±. Lo dec¨ªa en 2018, antes de haberse despe?ado por completo en la cueva de las conspiraciones ultras. Musk incluso ha planteado la idea de ofrecer a los posibles colonos la oportunidad de sufragar el enorme coste de sus billetes como mano de obra en Marte. Delicioso aroma a distop¨ªa gal¨¢ctica.
Hoy, su empresa de cohetes multiplica por 7 la tasa media de accidentes laborales del sector. Una investigaci¨®n de Reuters document¨® al menos 600 lesiones laborales no reportadas por SpaceX: ¡°Miembros aplastados, amputaciones, electrocuciones, heridas en la cabeza y los ojos y una muerte¡±. Lleva muchos a?os llenando el cielo de sat¨¦lites, con los que interfiere en la guerra de Ucrania, y solo cuando ya tiene miles en ¨®rbita y el control del sector, ha empezado a escuchar las quejas de los astr¨®nomos cegados por sus artefactos.
Y no solo Musk. Ya son muchas las empresas privadas que lanzan artefactos hacia la Luna, por ejemplo, en la que ya han estrellado todo tipo de cacharros. Estas compa?¨ªas est¨¢n vendiendo pasajes para llevar tus cenizas ¡ªuna vez muerto¡ª hasta el sat¨¦lite natural de la Tierra, sin pedir permiso a nadie. El inversor estadounidense Nova Spivack tuvo el papo de enviar incluso seres vivos, un pu?ado de tard¨ªgrados, en una misi¨®n a la Luna que acab¨® estamp¨¢ndose contra su superficie.
La pericia de SpaceX para revolucionar la exploraci¨®n espacial con sus potentes cohetes reutilizables es una de las grandes noticias tecnol¨®gicas del siglo XXI, pero deber¨ªan prevalecer los intereses ¡°de toda la humanidad¡±, como dice el tratado. Si la NASA contrata las naves de Musk para sus objetivos, es el ejemplo perfecto de colaboraci¨®n p¨²blico-privada, las misiones guiadas por los intereses generales de las que habla la economista Mariana Mazzucato. En su libro Misi¨®n econom¨ªa (Taurus) habla de Musk: ¡°?Cu¨¢l es la forma correcta de compartir las recompensas que resultan de esta colaboraci¨®n? Elon Musk ha recibido 4.900 millones de d¨®lares en subsidios p¨²blicos para sus tres empresas, incluida SpaceX [dato de 2020]. Este apoyo no forma parte de la narrativa de su historia de ¨¦xito empresarial, y tampoco hay un reparto de las ganancias obtenidas a costa de los contribuyentes¡±. ?Qui¨¦n impedir¨¢ que SpaceX se convierta en Lukrum?
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.