Veterinaria: la profesi¨®n que cura a la humanidad
La veterinaria es una manera directa de completar el procedimiento cient¨ªfico, pero, sobre todo, de cuidar nuestra salud
En un chiste, una mujer aparece en la consulta del veterinario con un caniche. Y el veterinario coge al perro y le hace una serie de pruebas. Cuando termina, va y dice: ¡°Ya est¨¢, su perrito est¨¢ muy bien¡±. La due?a del caniche, contenta por el resultado, pregunta que cu¨¢nto se debe, a lo que el veterinario responde que 120 euros. Tras abon¨¢rselos, la se?ora le pregunta al veterinario: ¡°?Y cu¨¢ndo tengo que volver?¡±. A lo que el veterinario responde: ¡°Cuando tenga usted otros 120 euros¡±.
Con este chiste tan malo queda un tanto resumida la visi¨®n que en la actualidad se tiene del trabajo veterinario. Pero nada mas lejos de la realidad, porque para dedicarse a ejercer la veterinaria no sirve cualquiera. De primeras, la veterinaria es una manera directa de completar el procedimiento cient¨ªfico; luego est¨¢ lo otro, la dificultad a la hora de emplearse con animales y de eso trata el libro testimonial del veterinario ingl¨¦s James Herriot, un divertido trabajo titulado Todas las criaturas grandes y peque?as (Blackie) donde narra sus aventuras y desventuras en la campi?a inglesa.
Todo comienza en 1937 cuando, reci¨¦n acabados sus estudios de veterinaria, Herriot consigue trabajo como ayudante de Siegfried Farnon del Real Colegio de Cirujanos Veterinarios, destinado en Yorkshire, un condado de colinas cubiertas de brezo en el que las granjas de piedra se presentan robustas a la vista y llenas de animales. Hace ya casi cien a?os de aquello, un tiempo antiguo donde, aparte de usar los ung¨¹entos curativos y los distintos ¨²tiles del oficio como jeringas, forceps de agarre y pinzas quir¨²rgicas, el trabajo veterinario se ejerc¨ªa, sobre todo, de forma manual.
Un ejemplo fue el caso de una vaca con eversi¨®n uterina, una complicaci¨®n que surge despu¨¦s del parto, cuando el ¨²tero queda colgando al exterior. Resulta complejo, sobre todo porque la vaca nunca est¨¢ por la labor y se hace muy dif¨ªcil volver a colocar el ¨²tero. Son horas de trabajo seguido. Aunque con la anestesia epidural quede adormecida buena parte del cuerpo y la vaca se deje hacer, cada vez que hay que anestesiar surge el mismo inconveniente: la vaca se ha de incorporar para que el veterinario encuentre el espacio epidural. Luego, una vez puesta la anestesia, hay que limpiar el ¨²tero y devolverlo a su sitio con las manos, desliz¨¢ndolo por la vagina; un conducto resbaladizo que en las vacas llega a los 30 cm de largo.
Hay que apuntar que las dificultades a las que se enfrentaba Herriot a finales de los a?os treinta eran las mismas de ahora; poco o nada ha cambiado el trabajo de veterinario rural. Es una labor dura que requiere vocaci¨®n y mucho sentido del humor para saber llevarla. Las condiciones en las que se trabaja son complicadas y, tal vez por eso, cada vez hay m¨¢s escasez de personal en las zonas rurales. Hoy en d¨ªa, la profesi¨®n veterinaria se desarrolla sobre todo en cl¨ªnicas urbanas, y no es un chiste que con la prevenci¨®n, diagn¨®stico y tratamiento de enfermedades en los animales estemos cuidando nuestra salud.
Porque buena parte de nuestras enfermedades son zoonosis, es decir, infecciones transmitidas por los mismos animales, ya sea por contagio directo o por mediaci¨®n de insectos. Resulta asombroso comprobar c¨®mo la profesi¨®n veterinaria es uno de los pilares de nuestra salud y lo poco que se cuestiona esto. Por ello, libros como el de Herriot suponen un toque a nuestra conciencia cr¨ªtica.
El hacha de piedra es una secci¨®n donde Montero Glez, con voluntad de prosa, ejerce su asedio particular a la realidad cient¨ªfica para manifestar que ciencia y arte son formas complementarias de conocimiento.
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