?Existe realmente la cuarta dimensi¨®n espacial?
La lectura del volumen ¡®De planilandia a la cuarta dimensi¨®n¡¯ nos ayuda no solo a comprender en qu¨¦ consiste la cuarta dimensi¨®n espacial, sino a imaginar su posibilidad
La cuarta dimensi¨®n es una realidad matem¨¢tica, de eso no hay duda. Lo que resulta discutible es que sea una realidad en el espacio. Con todo, hubo cient¨ªficos, y los sigue habiendo, dispuestos a aceptar la realidad espacial. El matem¨¢tico Charles H. Hinton (1853-1907) fue uno de ellos, como tambi¨¦n lo fue el matem¨¢tico alem¨¢n Georg Friedrich Bernhard Riemann (1826-1866).
Sin ir m¨¢s lejos, en nuestros d¨ªas, el cient¨ªfico Michio Kaku relaciona la cuarta dimensi¨®n espacial con las vibraciones en el hiperespacio que dan lugar a la teor¨ªa de supercuerdas, ya que, dicha teor¨ªa requiere un espacio-tiempo de 10 o m¨¢s dimensiones. Con tales antecedentes, y seducido por la combinaci¨®n entre ciencias f¨ªsicas y literatura, Jacobo Siruela acaba de llevar a cabo la edici¨®n de un volumen donde se re¨²nen tres textos fundamentales para introducirnos en el universo de la cuarta dimensi¨®n espacial.
El primero de ellos es una novela de 1884 que fue escrita por Edwin A. Abbott y titulada Planilandia. Se trata de una s¨¢tira matem¨¢tica que, de manera did¨¢ctica, nos ayuda a comprender con sencillez en qu¨¦ consiste el campo de las dimensiones espaciales. Abbott lo consigue a trav¨¦s de un narrador bautizado como Cuadrado A. El siguiente texto tiene m¨¢s jugo cient¨ªfico por tratarse de una serie de extractos de La cuarta dimensi¨®n, la obra donde Charles H. Hinton nos presenta el desarrollo visual de un cuerpo geom¨¦trico tetradimensional que bautiz¨® como teseracto, t¨¦rmino que procede del griego antiguo(t¨¦ssereis aktines, ¡°cuatro rayos¡±), y que es un hipercubo con 24 caras, 16 v¨¦rtices y 32 aristas.
Por ¨²ltimo, el volumen se cierra con una aproximaci¨®n art¨ªstica fundada en el desarrollo de las matem¨¢ticas. Este texto se titula La ornamentaci¨®n proyectiva y viene firmado por el arquitecto norteamericano Claude Bragdon (1866-1946) para el cual, la geometr¨ªa y los n¨²meros se encuentran en la ra¨ªz de todos los tipos de belleza formal. Porque el n¨²mero posee el secreto ¡°sentido interior de todas las cosas¡±.
Combinando la esencia de Pit¨¢goras con la de Goethe en su di¨¢logo con la naturaleza, Bragdon se dirigi¨® hacia el terreno de la geometr¨ªa tetradimensional; una propiedad real del espacio donde -seg¨²n Bragdon- la ornamentaci¨®n y las formas arquitect¨®nicas han de proyectarse. Su discurso expresivo nos remite a Debussy, el compositor franc¨¦s para el que la m¨²sica era una matem¨¢tica misteriosa cuyos elementos participan del Infinito.
En la desaparecida Estaci¨®n Central de Ferrocarril de Rochester, el arquitecto Claude Bragdon aplic¨® el sentido pitag¨®rico del n¨²mero en su relaci¨®n con las proporciones musicales. Para Bragdon, las estaciones de ferrocarril, as¨ª como las f¨¢bricas o los lugares de trabajo, no han de dar la espalda a la naturaleza; su construcci¨®n armoniosa, siempre en busca de la belleza, ha de ser grata para la sociedad. Bragdon era un ut¨®pico; no hay duda.
Con la recopilaci¨®n de estos textos en un solo volumen nos encontramos ante una acertada combinaci¨®n de lo fabuloso con lo racional, de lo cient¨ªfico con lo m¨¢gico; una oportuna manera ¨C a decir de Bertrand Russell- de estimular la imaginaci¨®n y liberar el pensamiento ¡°de los grilletes en los que nos tiene apresados la actualidad¡±. Una lectura apasionante para todas aquellas personas que busquen otra aproximaci¨®n a la realidad.
El hacha de piedra es una secci¨®n donde Montero Glez, con voluntad de prosa, ejerce su asedio particular a la realidad cient¨ªfica para manifestar que ciencia y arte son formas complementarias de conocimiento.
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