?Es la consciencia una ilusi¨®n intrascendente?
El cerebro es quien lo hace todo, la consciencia incluida, porque sin ella nuestro comportamiento ser¨ªa err¨¢tico, parecido al de quien camina con los ojos cerrados
La consciencia es el estado de la mente que nos permite darnos cuenta de nuestra propia existencia, de la de las dem¨¢s personas y de las cosas que pasan en el mundo en que vivimos. La crean millones de neuronas que radican en los l¨®bulos temporal, parietal, y occipital del cerebro, es decir, en la corteza cerebral posterior, un conocimiento que, tarde o temprano, puede hacer posible la recuperaci¨®n del estado consciente en quienes lo han perdido por accidente o enfermedad y yacen inconscientes en una unidad hospitalaria de cuidados intensivos.
Con mayor o menor precisi¨®n, sabemos, por tanto, d¨®nde se ubican las neuronas que crean la consciencia, pero no sabemos, ni sabemos si podremos saberlo alg¨²n d¨ªa, c¨®mo la crean, es decir, c¨®mo esas neuronas hacen surgir los pensamientos y las percepciones conscientes, la imaginaci¨®n subjetiva. Sorprendentemente, para algunos cient¨ªficos, como el desafortunadamente fallecido Gerald Edelman, del Instituto de Neurociencia de San Diego (California) y Premio Nobel de Fisiolog¨ªa y Medicina, eso podr¨ªa no importar demasiado porque para ellos la consciencia es solo una ilusi¨®n, un reflejo intrascendente de la actividad del cerebro, algo as¨ª como el ruido del motor de un coche o el humo de un fuego, fen¨®menos, el ruido y el humo, tan inevitables como prescindibles. En definitiva, la consciencia ser¨ªa lo que los fil¨®sofos llaman un epifen¨®meno.
Seg¨²n esa creencia, los pensamientos y las reflexiones conscientes que tenemos no ser¨ªan los determinantes de nuestras decisiones y comportamiento, pues quien los determina es el propio cerebro sin que la consciencia sirva para nada. En definitiva, que la consciencia biol¨®gica es una ilusi¨®n sin valor causal, lo que parece contradecir al sentido com¨²n, pues todos sentimos que nos movemos y actuamos con arreglo a lo que conscientemente decidimos. Como me costaba asumirlo, hace unos a?os me arm¨¦ de valor y le escrib¨ª personalmente al Nobel Edelman cuando a¨²n viv¨ªa, con el ruego de que me lo explicara mejor, no fuese que yo no entend¨ªa su modo de considerar a la consciencia. No esperaba tener respuesta de tan noble cient¨ªfico, pero, para mi sorpresa, me contest¨® en su nombre Joseph Gally, colega de su misma instituci¨®n, con el que iniciamos un intercambio de opiniones sobre el tema que dur¨® varias semanas.
Gally reiteradamente insisti¨® en que la consciencia es un epifen¨®meno, una ilusi¨®n sin valor causal que crea el cerebro cuando funciona de determinada manera, algo, dijo tambi¨¦n, en cierto modo fortuito, como el color de la sangre, que es rojo debido a la hemoglobina, la prote¨ªna que contiene para llevar el ox¨ªgeno a los tejidos. Si esa prote¨ªna fuera otra diferente, como en algunos animales, el color de su sangre ser¨ªa tambi¨¦n diferente. El color, por tanto, no es algo importante para el funcionamiento de la sangre y, del mismo modo, la consciencia no lo es para el funcionamiento del cerebro. Yo porfi¨¦ insistiendo en que, si no es algo importante, por qu¨¦ ha evolucionado la consciencia, por qu¨¦ somos seres conscientes. Gally no me dio una respuesta a esa pregunta, pero, en el fragor del debate, lleg¨® a decir que el saber c¨®mo el cerebro crea la consciencia es el mayor reto de la ciencia biol¨®gica para el siglo XXI. Y fue entonces cuando le dije que si no le resultaba incongruente que el mayor reto cient¨ªfico del nuevo siglo sea descubrir c¨®mo el cerebro hace posible algo que, seg¨²n ¨¦l, no sirve para nada. Y ah¨ª qued¨® el debate.
Sin duda, Edelman, Gally y otros cient¨ªficos de su misma opini¨®n tienen raz¨®n cuando dicen que no se nos alcanza c¨®mo una ilusi¨®n (la consciencia) podr¨ªa activar a una sola neurona para producir un movimiento, una acci¨®n. Pero lo que s¨ª sabemos es que lo contrario s¨ª es posible, pues es una experiencia com¨²n que las neuronas producen ilusiones (consciencia). Metaf¨®ricamente entonces, si sabemos c¨®mo el agua se convierte en hielo eso nos podr¨ªa ayudar a conocer como el hielo se convierte en agua, es decir, c¨®mo la consciencia nos hace actuar. Aun as¨ª, pretender que nuestros pensamientos conscientes, lo hagan como lo hagan, determinan nuestra conducta viene a ser considerado por dichos cient¨ªficos como una forma de dualismo, como creer que el cuerpo y la mente son cosas diferentes, una vuelta a la teor¨ªa de Ren¨¦ Descartes, el fil¨®sofo franc¨¦s.
Es por eso que hace tiempo propuse una opci¨®n alternativa* seg¨²n la cual la consciencia funciona como un espejo, es decir, como un mecanismo de retroalimentaci¨®n que nos permite conocer con detalle el curso de nuestro comportamiento para poder corregirlo y ajustarlo continuamente a nuestros prop¨®sitos y necesidades. Siendo as¨ª no hay dualismo, pues la consciencia no es un agente exterior que nos manda y controla, es solo un mecanismo auxiliar del propio cerebro para ganar precisi¨®n en el comportamiento. Recordemos que cuando nos miramos en un espejo le venimos a preguntar ¡°c¨®mo estoy¡± y no ¡°c¨®mo crees que estoy¡±. Es decir, al espejo, como a la consciencia, no le atribuimos una personalidad independiente de nosotros mismos. El cerebro, por tanto, es quien lo hace todo, la consciencia incluida, porque sin ella nuestro comportamiento ser¨ªa err¨¢tico, parecido al de quien camina con los ojos cerrados. Ning¨²n robot inconsciente, por sofisticado que fuera, podr¨ªa sustituir a un estado como el de la consciencia que proporciona una gran flexibilidad y precisi¨®n al comportamiento. La consciencia, en definitiva, no es un epifen¨®meno, no es una ilusi¨®n intrascendente, es mucho m¨¢s que eso. Una cosa diferente es si el cerebro humano ha evolucionado lo suficiente para comprender c¨®mo la materia objetiva se convierte en imaginaci¨®n subjetiva, un tema que podemos tratar en otra ocasi¨®n.
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