Apocalipstick
T¨² entras en una sala abarrotada de la FIL (casi todas est¨¢n abarrotadas, la verdad), y escuchas carcajadas y sabes que ah¨ª est¨¢ Carlos Monsiv¨¢is, acaso el ensayista m¨¢s brillante de M¨¦xico, de Am¨¦rica Latina y de la lengua espa?ola. Ayer presentaba su libro ¨²ltimo libro Apocalipstick (Mondadori), pero tambi¨¦n hablaba de Chavela Vargas, y aunque su libro va sobre el Apocalipsis que estamos viviendo, y Chavela Vargas es la cantante de la melancol¨ªa rasgu?ada, en ambas ocasiones Monsiv¨¢is desata el delirio del p¨²blico hasta las carcajadas.
Fuera de micr¨®fono, sin embargo, Monsiv¨¢is se toma muy en serio sus predicciones. Estamos mal, vamos a peor. ?l pregunta por Espa?a, y cuando su interlocutor le narra c¨®mo va este pa¨ªs atiende como si se hablara del suyo, o de su casa, para decir al fin, tan solo:
-Aqu¨ª, peor.
Tiene algo de lo que tuvo el lamentablemente desaparecido Manuel V¨¢zquez Montalb¨¢n. Los materiales de Monsiv¨¢is (en este libro tambi¨¦n) tienen que ver con la cultura pop, que le sirve de base para sus met¨¢foras sobre el desastre. As¨ª empieza su excursi¨®n por las cat¨¢strofes que son el aperitivo del Apocalipsis que anuncia: "Se informa a los habitantes del planeta Tierra: a consecuencia del cambio clim¨¢tico muy pronto se iniciar¨¢ el conteo regresivo y la humanidad entrar¨¢ en su fase terminal". Pero hay una esperanza, dice con la co?a marinera que lo caracteriza, y que en este caso justifica su t¨ªtulo ir¨®nico: "Sin embargo, y por fortuna, en v¨ªsperas de la cat¨¢strofe les ofrecemos la gran oportunidad: el lipstick que har¨¢ que se enamoren del color como casi nunca lo hubieran visto, un color incendiario por sus pigmentos puros y con la sensaci¨®n cremosa que deja su n¨¦ctar de miel nutritivo". "?Qu¨¦ m¨¢s quieren?", se pregunta Monsiv¨¢is. "Y todo esto a unas horas de que la humanidad se desvanezca. Acudan al fin de la especie con labios flam¨ªgeros, los propios del beso de la despedida".
Tendr¨ªamos que aprender de los ping¨¹inos, que ante las cat¨¢strofes que siempre les est¨¢n acechando ponen en marcha la solidaridad que les impide desaparecer por completo. Lo cont¨® Rosa Montero hablando de su novela Instrucciones para salvar el mundo. Ella dice que, obviamente, el t¨ªtulo es tan ir¨®nico como el de Monsiv¨¢is: "Si alguien llega con instrucciones para salvar el mundo, hay que echar a correr hacia el otro lado", dijo ante un auditorio que le escuch¨® decir, tambi¨¦n, esta frase maravillosa de la abuela del escritor israel¨ª Amos Oz: "Si no te quedan l¨¢grimas para llorar, r¨ªe".
En todo caso, aprendamos de los ping¨¹inos, dijo Rosa: cuando nacen, y aunque con el cerebro incapaz de otra cosa que de hacer lo posible por sobrevivir, se van turnando en c¨ªrculos para darse calor y escapar del hielo que acabar¨ªa con ellos. Si ellos son capaces de juntarse para sobrevivir, ?por qu¨¦ no lo hacemos nosotros?
Rosa hablaba con muchachos de 22, 17 y 31 a?os, sus lectores; no la presentaba ning¨²n preboste de la literatura, sino sus propios lectores, una chica que estudia el ¨²ltimo curso del bachillerato, un joven abogado y un programador inform¨¢tico. Ella ide¨® hace a?os este formato, que ahora la Feria activa constantemente. Es lo contrario de esas presentaciones que parecen misas, y ¨¦sta que invent¨® para Guadalajara tiene el sello fresco y vital de Rosa Montero.
"Contra el Apocalipsis, el ejemplo de los ping¨¹inos. Y contra el drama, el humor", dijo Carlos Fuentes cuando introdujo ante un auditorio colmad¨ªsimo (mil personas es ya una entrada normal para una presentaci¨®n como las suyas) su ¨²ltima novela, Ad¨¢n en Ed¨¦n. Dice Fuentes que a ¨¦l le gusta la comedia con horror; y eso es lo que dice Monsiv¨¢is que estamos viviendo, un horror que parece una comedia, o viceversa. La novela de Fuentes fue le¨ªda, con humor, por dos actores; el autor se baj¨® al patio de butacas: quer¨ªa saber c¨®mo sonaba lo que ya escribi¨® y est¨¢ en el libro. Por la cara que le vi, la comedia y el horror despertaban en ¨¦l las mismas muescas, de risa o de fastidio, que al resto de sus compa?eros de asientos. Y es que estaban oyendo, en clave de risa o de drama, la cr¨®nica en la que se cuenta "c¨®mo detener el remolino que arrastra este mundo a la cloaca...", que es de lo que est¨¢ escribiendo tambi¨¦n Carlos Monsivais. Los ping¨¹inos tienen la soluci¨®n, pero nadie les pregunta. Tambi¨¦n ten¨ªa la soluci¨®n la abuela de Amos Oz.
Babelia
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