La fiesta del latinoamericano
Am¨¦rica Latina a trav¨¦s de sus seis premios Nobel de Literatura
Gabriela Mistral...
Miguel ?ngel Asturias...
Pablo Neruda...
Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez...
Octavio Paz...
...Mario Vargas Llosa.
Es el sexto premio Nobel de Lieratura para Am¨¦rica Latina. En realidad este premio al escritor peruano se esperaba cada a?o desde hace 27, cuando en 1982 lo obtuvo el colombiano Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez. Luego pareci¨® inevitable cuando en 1990 lo gan¨® el mexicano Octavio Paz. De eso hace ya veinte a?os. Pero nada. Parec¨ªa que las moiras eran ciegas y lo ten¨ªan predestinado a la misma suerte injusta de Juan Rulfo y Jorge Luis Borges. Pero hoy, d¨ªa de luna nueva, esa mala suerte se ha conjurado.
Aunque para los latinoamericanos era como si ya lo hubiera ganado hace muchos a?os.
El recorrido literario de lo que ha premiado la academia sueca a lo largo de su ya pasado siglo es interesante. Sin pretenderlo ha creado una especie de gran arco biogr¨¢fico de la historia del continente. Cuando en 1945 Gabriela Mistral obtuvo el Nobel de literatura, el resto del mundo empez¨® a saber un poco m¨¢s de Am¨¦rica Latina. En los versos de la poeta chilena confluyen los dos mundos, Am¨¦rica y Europa. Una poes¨ªa tapizada de lo aut¨®ctono pero donde resuena la religi¨®n y creencias tra¨ªdas de ultramar. Desolaci¨®n (1924) es el poemario que empieza poner en boca de todos la obra de esta maestra de escuela. Coloquial, natural, directa, pasional y sensible a los sentimientos y al entorno. La ilusi¨®n y el dolor ante la muerte. En Tala (1938) su esp¨ªritu religioso vuelve a aparecer y se confirma en Lagar (1954) en cuyos versos late su admiraci¨®n por la naturaleza. Una poes¨ªa que retrata las emociones de sus gentes, de su Am¨¦rica Latina que siente desamparada, a veces, incluso, dejada de la mano de su Dios.
Es en 1967 con el premio al guatemalteco Miguel ?ngel Asturias cuando se muestra parte del lugar de donde procede el continente y del porqu¨¦ de su idiosincrasia. Sus narraciones anidaban en lo aborigen, ¨¦l conectaba esa memoria precolombina con el presente. Es el fundador de lo que habr¨¢ de ser conocido como realismo m¨¢gico a partir de su libro Hombres de ma¨ªz (1949). Su literatura universaliza entonces la mirada autocr¨ªtica de los creadores latinoamericanos respecto a la propia historia del continente y su sociedad.
Pero es Pablo Neruda, Nobel de 1971, quien se rebela y pone en versos la geograf¨ªa pol¨ªtica y social del continente. Con ¨¦l, la pol¨ªtica y el reclamo se hizo arte en Latinoam¨¦rica. Antes, el amor y los desamores con su famoso Veinte poemas de amor y una canci¨®n desesperada en 1924. Con ellos, desde entonces, los adolescentes se acercan y tratan de entender esos primeros sentimientos que creen eternos. Pero fue Residencia en la tierra (1933 y 1935) el que lo puso en las cumbres del mapa literario. Luego vino Canto general (1950). Y otros libros donde miraba al pueblo y transmit¨ªa su sentir, el oprobio, la esperanza y la desesperanza. Son versos del presente que responden a una situaci¨®n real de aquel presente que a¨²n pervive.
Once a?os m¨¢s tarde la academia sueca premia, en Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez, a una generaci¨®n irrepetible de autores latinoamericanos que desde su propio continente y desde fuera empezaron a reconstruir la memoria de Am¨¦rica Latina. Y en su empe?o ensancharon los lindes de un idioma. Fueron m¨¢s all¨¢ del final del horizonte visible desde un punto fijo. Rulfo, Cort¨¢zar, Onetti, Vargas Llosa, Fuentes, Donoso, Cabrera Infante y otros m¨¢s que radiografiaron, cada uno a su manera, la experiencia de una tierra a¨²n desconocida para el resto del mundo. Diversos y potentes estilos y originales maneras de enfocar la vida y la realidad. Y de concebir la literatura. Pero la academia se inclin¨® por el embrujo literario de aquel escritor caribe?o que hizo universal su pueblo y sus pueblos en libros como El coronel no tiene quien le escriba, Cien a?os de soledad y Cr¨®nica de una muerte anunciada. Mitolog¨ªa, leyendas populares, creencias religiosas y mandatos oficiales que le sirvieron para crear un nuevo territorio donde conviven imaginaci¨®n, intuici¨®n y realidad. Y donde el tiempo y el espacio parecen uno solo.
Hasta que en 1990 lleg¨® el Nobel a Octavio Paz. El poeta y ensayista mexicano trat¨® de entender y hacernos comprender el origen de lo latinoamericano. A finales de la d¨¦cada de los cuarenta era un prometedor poeta mexicano. A partir de ah¨ª, lo suyo ser¨ªa explorar, conquistar y volver a explorar. En su traves¨ªa literaria particip¨® en el neomodernimo, el realismo y otros movimientos. Pero todos con un punto en com¨²n: desentra?ar al hombre contempor¨¢neo, proyectarse en la ruta que habr¨ªa de seguir hacia el origen de la misma. Soledad, incomunicaci¨®n, vac¨ªo y temas existenciales.
Ahora, en un d¨ªa que precede a la luna nueva, esas cuatro maneras de mirar el mundo desde Am¨¦rica Latina confluyen en la obra de Mario Vargas Llosa. Realidad mirada de frente, intenci¨®n de entenderla y comprenderla, de aprender de ella. De una prosa que cuenta a la vez que analiza, y que analiza a la vez que hace so?ar. Un escritor que siempre ha tomado el pulso de su tiempo, y como un relojero ha querido saber la funci¨®n de cada pieza en el transcurrir de ese tiempo. Pero hay un aspecto que tambi¨¦n es fundamental: la cr¨ªtica o an¨¢lisis literario. Su excelente y entusiasta aproximaci¨®n a los libros que le apasionan. Su amor por la literatura, y su contagioso entusiasmo.
Y este arco de los seis premios Nobel latinoamericanos se condensa en la frase del propio Mario Vargas Llosa cuando dijo que "Am¨¦rica Latina no puede renunciar a esa diversidad que hace de ella un prototipo del mundo".
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