Sergio Castro, un pintor argentino en Par¨ªs
El artista tambi¨¦n destac¨® en campos como la poes¨ªa y la m¨²sica, incluso fue asistente de Manuel de Falla
La vida del artista franco-argentino Sergio de Castro ha sido un viaje constante de ida y vuelta entre la pintura y la m¨²sica, al cual se suma su gran pasi¨®n por la poes¨ªa. Asistente del compositor Manuel de Falla en los ¨²ltimos a?os del espa?ol, cruz¨® el charco para instalarse en el Par¨ªs de posguerra y nunca m¨¢s volvi¨® a su Argentina natal. Amigo de sus amigos, form¨® parte del c¨ªrculo ¨ªntimo de Julio Cort¨¢zar y de Octavio Paz por citar solo algunos. El artista falleci¨® el pasado 31 de diciembre en Par¨ªs a los 90 a?os de edad y descansa ahora en el cementerio de Montparnasse, a pocos metros de otro de sus grandes compa?eros, Samuel Beckett.
"Poner por escrito mis recuerdos ser¨ªa un trabajo enorme", declaraba el pintor, music¨®logo y poeta en una entrevista a este peri¨®dico de 1996, en la que relataba su experiencia junto a De Falla. Nacido en Buenos Aires el 15 de septiembre de 1922, de padre diplom¨¢tico, dej¨® Argentina a los pocos meses y pas¨® los primeros diez a?os de su infancia entre Suiza e Italia. De vuelta al continente latinoamericano, estudi¨® en los a?os 30 en la escuela jesuita de Montevideo. Realiz¨® luego estudios de musicolog¨ªa, inspirado por su hermana que tocaba el piano y empez¨® a componer. Curs¨® tambi¨¦n un a?o de arquitectura, en parte para agradar a su padre, pero prefiri¨® intregarse a la m¨²sica y la pintura y entr¨® a trabajar en el taller de Joaqu¨ªn Torres-Garc¨ªa.
En los a?os cuarenta, se mud¨® de nuevo a Buenos Aires y en 1945 empez¨® a trabajar como secretario en el observatorio de astronom¨ªa de C¨®rdoba, ciudad en la que conoci¨® a Manuel de Falla y del que se convirti¨® en su asistente hasta la muerte del espa?ol en 1946. Luego viaj¨® por el noreste de Argentina y el sur de Per¨² para estudiar el arte precolombino.
De Castro consigui¨® una beca para estudiar musicolog¨ªa en Estados Unidos con el gran compositor Aron Kaplan, pero la dej¨® por una del gobierno franc¨¦s. Se instal¨® en Par¨ªs en 1949, donde fij¨® ya residencia permanente y pa¨ªs que le dio la nacionalidad. A partir de los cincuenta se dedic¨® ya de pleno a la pintura, empez¨® a exponer entre otros con Picasso, con el que coincidi¨® en 1952. A lo largo de seis d¨¦cadas vari¨® los estilos y desarroll¨® una pintura con un gusto destacado por las variaciones, las cifras y las letras y las escenas m¨ªsticas. En 1953 alquil¨® su peque?o taller del distrito XIV de Par¨ªs, el mismo que con los a?os ampli¨®, renov¨®, compr¨® finalmente en los a?os 80, y mantuvo hasta el final de su vida.
A mediados de los a?os 50, un poco por casualidad, le lleg¨® su primer pedido de vidrieras: el arquitecto del proyecto de reconstrucci¨®n del monasterio de los benedictinos del Santo Sacramento de Couvreche, en Caen (noroeste), recibi¨® una invitaci¨®n para un bautizo cuya caligraf¨ªa hab¨ªa pintado de Castro. Qued¨® fascinado y le encarg¨® la obra del monasterio. Titulada La creaci¨®n del mundo, la obra de seis por 20 metros queda finalizada en 1958. Siguieron luego otros grandes ventanales y pinturas monumentales, como La Redenci¨®n (1968-1969) para el templo luterano Dietrich-Bonh?ffer Kirche de Hamburgo.
Adem¨¢s de la m¨²sica y la pintura, de Castro ten¨ªa una verdadera pasi¨®n por la poes¨ªa. Adolescente compuso sus primeros versos, que suman m¨¢s de 500 a lo largo de su vida. Jam¨¢s llegaron a publicarse pero est¨¢n siendo informatizados en vista a una pr¨®xima edici¨®n. Le encantaba recitar poemas enteros, fueran en italiano del siglo XVI, en castellano del siglo XVIII o en gallego del XIV. Su amor por el idioma le llev¨® tambi¨¦n a desarrollar un gran inter¨¦s por la ling¨¹¨ªstica.
Meticuloso en su trabajo, exigente a la par que generoso en sus relaciones humanas, se entregaba por completo a su arte, a su mundo interior. Lleg¨® a rechazar una exposici¨®n en el muy prestigioso Grand Palais porque le interrump¨ªa en el trabajo que estaba realizando en ese momento. Hasta en los ¨²ltimos a?os, en los que su salud disminuy¨® consecuencia de un error m¨¦dico, se dedic¨® a su pintura a ritmo de 10 horas diarias. Hasta mediados de diciembre, cuando fue hospitalizado por una neumopat¨ªa. "Siempre pens¨¦ que morir¨ªa con los pinceles en la mano y as¨ª fue", relata su viuda, Dominique de Castro.
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