C¨¢tedra ¡®stradivarius¡¯ en Oxford
El museo Ashmolean re¨²ne 21 violines creados entre los siglos XVII y XVIII por Antonio Stradivari Algunos, cedidos por coleccionistas, jam¨¢s se hab¨ªan expuesto al p¨²blico hasta ahora
Incluso a los virtuosos les cuesta expresar con palabras la magia que encierra un viol¨ªn stradivarius, un s¨ªmbolo universal de excelencia y belleza. Pieza venerada y codiciada por int¨¦rpretes y coleccionistas, la sola exhibici¨®n de una de las m¨ªticas creaciones del maestro italiano Antonio Stradivari (1644-1737) puede conmover tanto a rendidos mel¨®manos como a profanos. De ah¨ª que en Oxford (Reino Unido) reine un silencio sepulcral, cercano a la reverencia, entre el p¨²blico que desde el pasado fin de semana ha contemplado una inusual concentraci¨®n: 21 violines que llevan el sello del italiano que empez¨® siendo un artesano y acab¨® siendo un artista.
¡°No puedes permanecer frente a una de estas vitrinas sin sentir que el coraz¨®n te late m¨¢s r¨¢pido¡±, confiesa Jon Whiteley, comisario de la exposici¨®n que, hasta el 11 de agosto, aglutina en el museo universitario Ashmolean a la crema de los stradivarius, algunos de los cuales jam¨¢s hab¨ªan sido mostrados al p¨²blico y que han sido cedidos en pr¨¦stamo por coleccionistas y museos. Las piezas ¡ªde entre los 700 instrumentos concebidos por Stradivari que se conservan, solo 450 son violines¡ª evocan una era dorada de los siglos XVII y XVIII, cuando en el taller de Cremona se gestaron el famoso Messiah, La Pucelle (La Virgen) y otros violines m¨ªticos.
El Serdet (1666), el primero de los violines producidos por el artesano italiano que ha perdurado hasta nuestros d¨ªas, ejerce de introducci¨®n de la muestra, donde se incluyen herramientas y modelos originales de los patrones utilizados en busca de un sonido que aspiraba a la perfecci¨®n. En un rinc¨®n de la galer¨ªa, manos expertas emulan a aquellos luthiers de anta?o para ilustrar al visitante sobre ese trabajo paciente y preciso que acab¨® desembocando en un peque?o milagro: el stradivarius puede estar d¨¦cadas sin usarse para revivir de forma asombrosa cuando un violinista lo retoma en sus manos.
La pieza bautizada como Cipriani (1684), cuyos motivos decorativos en los costados indican que el cliente original era un personaje importante, encarna la cima del prestigio cosechado por Stradivari en vida. Por aquel entonces ya hab¨ªa superado a su referente y maestro, Nicol¨° Amati, forjador desde Cremona del formato del instrumento tal y como hoy lo conocemos.
Pero ello no fren¨® su obsesi¨®n. Stradivari sigui¨® experimentando con nuevos dise?os, alargando el perfil del viol¨ªn en el Benecke (1694) para conseguir un sonido m¨¢s c¨¢lido y pleno, pero descartando finalmente esa fisonom¨ªa que dificultaba la ejecuci¨®n de los dedos del int¨¦rprete. La b¨²squeda incansable del instrumento ideal desemboca en el Viotti (1709), que inaugura una era de producci¨®n exquisita. Por mucho que cautive su hermosa est¨¦tica, fue la posibilidad de tocar un stradivarius y de extraerle ¡°esa claridad de sonido asombrosa¡± la que provoc¨® un ¡°subid¨®n de adrenalina¡± en la joven violinista Cecelia Stinton a la hora de ejecutar un fragmento de la Serenata Opus 8, de Beethoven, en la apertura de la exposici¨®n del Ashmolean.
Sin embargo, el instrumento en cuesti¨®n, conocido como el Beechback, no forma parte de las 21 joyas que protagonizan la muestra, todas ellas protegidas por vitrinas de cristal y un dispositivo de seguridad apenas perceptible, aunque f¨¦rreo. El valor de esa colecci¨®n es incalculable.
Hace ahora dos a?os, el Lady Blunt (1721) fue vendido en subasta a un postor desconocido por 11 millones de euros. La Fundaci¨®n Japonesa de la M¨²sica se desprendi¨® de ¨¦l en busca de fondos para los damnificados de Fukushima. La pieza se exhibe ahora en Oxford en compa?¨ªa de otros ilustres como el Boissier-Sarasate ¡ªprestado por el Real Conservatorio de Madrid¡ª y del Messiah (1716), que pertenece a los fondos del Ashmolean. Este ¨²ltimo est¨¢ tan bien conservado, con el barniz casi intacto, que algunos visitantes lo toman por una copia.
El viol¨ªn encarna la pieza magna del sello de su creador. Pero las dotes de Stradivari tambi¨¦n se volcaron con sus innovaciones en violonchelos, violas, mandolinas y guitarras, presentes en el Ashmolean. Cada instrumento evoca la identidad de alguno de sus propietarios o una an¨¦cdota de su biograf¨ªa. Ese es el bagaje de los stradivarius: a lo largo de la historia han cambiado de manos sin languidecer apenas en una nota.
La oportunidad de encarar composiciones de Bach y Paganini con varios de esos stradivarius ha sido ¡°el sue?o¡± consumado por el reconocido violinista canadiense James Ehnes, en el concierto organizado para arropar la inauguraci¨®n de la muestra en Oxford. Todo un homenaje al visionario Antonio Stradivari, quiz¨¢ el ¨²nico fabricante de instrumentos cuya fama tiene hoy parang¨®n con la de los grandes compositores de la historia de la m¨²sica.
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