?ngeles Santos, precursora secreta de las vanguardias
La pintora, fallecida los 101 a?os, estuvo muy ligada a la Generaci¨®n del 27
?ngeles Santos Torroella (Portbou, 1911) , la Angelita de Ram¨®n G¨®mez de la Serna, Juan Ram¨®n Jim¨¦nez, Federico Garc¨ªa Lorca y Jorge Guill¨¦n, en realidad no era de Portbou, ni de Valladolid, ni de Madrid, ni Barcelona, ni Sevilla, ni de Huesca, y ni tan solo del Sitges que tanto amaba y donde ser¨¢ enterrada junto al que fue su marido, Emili Grau Sala. ?ngeles Santos fue ciudadana del mundo, pero no de esa esfera que da vueltas, coqueteando con la luna sin parar, desde hace miles de millones de a?os, si no de un mundo c¨²bico, un poco abrupto, lleno de claroscuros, alentado por madres ciegas i angelitas son¨¢mbulas -no angelitos- que encienden constantemente las estrellas, porque si estuvieran solas pronto se apagar¨ªan y la oscuridad volver¨ªa a reinar para siempre.
?ngeles Santos, la? pintora cuyas obras m¨¢s emblem¨¢ticas ¡ªUn Mundo y Tertulia¡ª presiden con grandeza la sala del Museo Reina Sof¨ªa dedicada a los realismos de los a?os veinte y treinta, muri¨® el mi¨¦rcoles pasado en casa de su hijo, el tambi¨¦n pintor Juli¨¢n Grau Santos, a la edad de 101 a?os. Hasta bien entrados los noventa pudo vivir de su pintura: jardines encantadores, ni?os, flores y alacenas, un mundo feliz, esta vez redondo y sedoso, que le ayud¨® a olvidar el otro, el cuadrado de donde ven¨ªa, m¨¢s ambicioso y potente pero tambi¨¦n lleno de tristeza y desolaci¨®n.
A los 17 a?os se consagr¨® como pintora precoz en un Valladolid efervescente y moderno, donde viv¨ªa entonces con su familia. La ciudad del Pisuerga estaba imbuida de Generaci¨®n del 27, con Jorge Guill¨¦n, los hermanos Coss¨ªo o un joven Francisco Pino que se enamor¨® de ella; todo parec¨ªa serle favorable. Al cabo de poco, Angelita Santos arras¨® en el Madrid del Caf¨¦ de Pombo, la Residencia de Estudiantes y el Lyceum Club. El Sal¨®n de Oto?o se rindi¨® a sus pies por dos a?os consecutivos, en 1929, cuando present¨® Un Mundo, y al a?o siguiente, cuando tuvo una sala especial, a la altura de los consagrados como Guti¨¦rrez Solana. Pero su af¨¢n desenfrenado por pintar y sus ansias de libertad se truncaron de golpe y su rebeld¨ªa absoluta y tenaz le pas¨® factura en un entorno poco preparado para tales andanzas. Fue recluida y apartada de su mundo y, en parte, tambi¨¦n del de los dem¨¢s. Entonces ?ngeles Santos, en pleno ¨¦xito y auge creativo, dej¨® de pintar y tardar¨ªa a?os en volver a hacerlo.
Fue cuando conoci¨®, en Olot o Barcelona, a un joven artista, culto y apuesto, amigo como ella de Garc¨ªa Lorca, llamado Emili Grau Sala. ?l pintaba la luz, el bienestar y la buena vida, ella hab¨ªa pintado la oscuridad y el desaliento, y se enamoraron. Y Angelita volvi¨® a pintar, esta vez mirando a su prometido. La boda se celebr¨® en 1936, pero la Guerra Civil rompi¨® cualquier esperanza de futuro. Grau Sala, republicano empedernido, se exili¨® en Par¨ªs, y ?ngeles se fue junto a sus padres y sola dio a luz a su ¨²nico hijo. No volvi¨® a unirse con su marido hasta entrados los a?os sesenta, en el momento en que ella volv¨ªa a renacer como una artista conectada al surrealismo y la vanguardia a partir de su obra primeriza. Y convivieron dos ?ngeles Santos, la de los paisajes risue?os modernos con la de las almas atormentadas del pasado. Justo gracias a esas obras de anta?o conquist¨® el mundo contempor¨¢neo; entr¨® por la puerta grande en el Reina Sof¨ªa; el Museo Patio Herreriano le dedic¨® una retrospectiva en Valladolid; se le otorg¨® la Medalla Nacional de Bellas Artes y obtuvo la Creu de Sant Jordi en 2005. Siempre redescubierta porque a menudo era olvidada, ahora ?ngeles Santos vuelve a ser noticia.
?
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.