La Aurora de Enrique Morente
La viuda del cantaor ultima una exposici¨®n de su arte y un festival en memoria del m¨²sico Un disco p¨®stumo recoge un directo grabado poco antes de su muerte
El periodista acude a la cita con Aurora Carbonell con cierta aprensi¨®n. La ahora viuda de Enrique Morente siempre funcion¨® como una muralla frente al maelstrom que era la vida profesional de su marido (y ahora, la de sus hijas). Aurora Carbonell se asign¨® una misi¨®n de protecci¨®n que llevaba ¡ªy lleva¡ª a rajatabla.
Pero hoy le toca dar la cara. Est¨¢ en marcha un programa de conciertos, recitales de poes¨ªa y exposiciones en honor de Enrique (1941-2010). El Memorial Morente M¨¢s Morente incluye, a partir del 14 de febrero, en el Teatro Espa?ol, la primera muestra de los cuadros, dibujos y esculturas de Aurora. Confiesa que pintaba ¡°desde siempre, pero estar al lado de un genio te obliga a aparcarlo todo, a callar para aprender. Aunque Enrique insist¨ªa en que siguiera, que no lo dejara de ninguna manera¡±.
De hecho, Morente (Universal), el doble disco que acompa?a al Memorial, lleva una obra de Aurora. ¡°Iba a cantar al Liceo de Barcelona y se empe?¨® en que pintara los ojos de Picasso sobre su chaqueta. Un disparate, se llev¨® la chaqueta puesta, todav¨ªa h¨²meda. Luego, se extravi¨®. Yo la daba por perdida, hasta que Fernando Crespo [encargado del flamenco en Universal Music] me dijo que la ten¨ªa guardada¡±.
Pero tambi¨¦n pudo haberla regalado, ¡°Enrique era as¨ª. Hay una historia muy bonita sobre su generosidad. Le dieron un premio que estaba dotado con mill¨®n y medio de pesetas, que se gast¨® en el mejor equipo de sonido que encontr¨®. Un d¨ªa, Camar¨®n nos visit¨® en Granada; dec¨ªa que era por el arroz que yo cocinaba, pero le gustaba estar al lado de mi marido. Le impresion¨® tanto aquel equipo que le dijo a Enrique: ¡®Te lo cambio por mi casete¡¯. Un aparatito que le cab¨ªa en la mano, eso, un walkman. Hay que ser flamenco para entender que Enrique acept¨® sin rechistar. Yo estaba horrorizada, pero termin¨¦ por re¨ªrme: viv¨ªamos entonces en un cuarto piso y recuerdo verlos bajando por las escaleras a duras penas, cargando unos bafles inmensos, con los cables enred¨¢ndose entre los pies. Pa haberse matado, como dec¨ªa Enrique¡±.
El respeto funcionaba en los dos sentidos, a?ade. ¡°Para Enrique, Camar¨®n ten¨ªa el metal m¨¢s hermoso del mundo. Y Camar¨®n admiraba la b¨²squeda de Enrique entre los poetas, la investigaci¨®n en los cantes antiguos. Detesto ese enfrentamiento entre cantaores payos y gitanos, puedes ser gitano y no tener idea del arte. Y al rev¨¦s. Te lo dice una gitana¡±.
Estoy orgullosa de reconocer que en las grabaciones me hac¨ªa caso"
Aurora era una bailaora madrile?a de 17 a?os cuando en su camino se cruz¨® Enrique. ¡°Al ser yo tan chica y ¨¦l un payo, mis padres se opusieron. Entonces, nos escapamos a Granada. Pasamos la primera noche en un banco de piedra, junto a la Alhambra. ?l se durmi¨® con la cabeza sobre mi regazo y yo vi amanecer. Ya estaba enamorada de Enrique, pero esa madrugada adem¨¢s me enamor¨¦ de Granada. Luego, como era un hombre muy cabal, volvimos a Madrid, conseguimos el permiso de mis padres y nos casamos por la Iglesia¡±.
Siempre zumb¨®n, Enrique sol¨ªa retratar a Aurora como la defensora del flamenco ortodoxo, frente a sus tendencias centr¨ªfugas. ¡°Era una broma, como aquello de que guardaba las cintas debajo de la cama. Yo serv¨ªa como su primera colaboradora. Como ten¨ªa el estudio en casa, estaba al servicio de lo que se le ocurriera. Dejaba las sartenes y bajaba a poner palmas, a buscar una letra, a valorar lo que hab¨ªa grabado. Estoy orgullosa de reconocer que s¨ª, que me hac¨ªa caso¡±.
El secreto de Enrique consist¨ªa en otorgarse la m¨¢xima libertad creativa y luego vivir con los pies en la tierra. ¡°Le estoy viendo cuando sal¨ªa cada ma?ana. Ten¨ªamos un huerto y pod¨ªa volver con unos tomates en la mano y unas rosas en la otra. Luego, bajaba desde el Albaic¨ªn, en ch¨¢ndal y zapatillas, a la plaza de la Mariana. All¨ª hab¨ªa un quiosquillo donde se vend¨ªa pan artesanal, pero tambi¨¦n se encontraba con los artistas, con los bohemios¡±.
Trabajaba para el mundo entero, pero era ¡°un granadino que amaba a su tierra, aunque all¨ª hubiera unos reba?illos que le discut¨ªan su genialidad. Ahora, no, claro: todo es ¡®maestro Morente¡¯ por aqu¨ª y por all¨¢. Yo intento borrar esas miserias de mi memoria. Han sido tres a?os tr¨¢gicos y la pintura me ha servido de terapia para sacarme fuera toda la frustraci¨®n y la rabia. Ahora toca celebrar un arte que no se ha acabado: ten¨ªa docenas de proyectos almacenados que ir¨¢n saliendo. Sin prisas, con cari?o¡±.
Babelia
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