El bautizo emigrante

El moderado ¨¦xito en salas y multitudinario en su primer pase televisivo de Un franco, 14 pesetas (2004), digno acercamiento en tono de comedia dram¨¢tica a la emigraci¨®n hacia los pa¨ªses europeos del primer mundo cuando nosotros no pas¨¢bamos de segundo, y con dictadura sobre la chepa, demostr¨® que la platea se muestra ¨¢vida de un cine popular que enganche con su idiosincrasia. La secuela parec¨ªa cantada y, aun tard¨ªa, aqu¨ª llega Dos francos, 40 pesetas, enmarcada en una situaci¨®n igual de atractiva: el contraste entre los que volvieron en los a?os finales de la dictadura, pero las pasaron canutas en un pa¨ªs a la deriva pol¨ªtica y econ¨®micamente, y los que se quedaron en el extranjero, desarraigados en una tierra que no los hizo suyos y en la que ellos tampoco se integraron. El problema es que, en lugar de tirar de ese hilo, Carlos Iglesias, guionista, director y protagonista, se despista contando muchas otras cosas, sin gracia, talento ni sugesti¨®n.

A Iglesias se le va el metraje hablando en tono de sainete de poco calado de jipismo de tres al cuarto, de recuerdos de un amor del pasado, de rencillas suegras-yernos, de equ¨ªvocos varios sin inter¨¦s. As¨ª que cuando a la hora y cuarto de relato una buena conversaci¨®n en el bautizo, que no logra estropear ni la m¨²sica de fondo, pone al fin el dedo en la llaga, se hace m¨¢s patente a¨²n que casi todo el resto sobraba. Mientras, como en Ispansi (2011), Iglesias evidencia problemas de puesta en escena, y s¨®lo Javier Guti¨¦rrez pone mesura en unas interpretaciones dos escalones por encima del tono adecuado.