El eterno femenino de Fernando Vicente
El ilustrador despliega en la galer¨ªa La Fiambrera todo su arte dedicado al universo de la mujer
¡ª Son sexys, no groseras, p¨ªcaras e ingenuas.
Fernando Vicente (Madrid, 1963) se planta en mitad del piso superior de la galer¨ªa La Fiambrera, en Madrid, y dirige su mirada hacia sus chicas de pin up, im¨¢genes colgadas, las j¨®venes de calendario que lleva coleccionando y dibujando toda su vida. Ha tra¨ªdo a varias de sus mujeres a este peque?o coraz¨®n de Malasa?a, una galer¨ªa de arte que ofrece caf¨¦, libros y objetos artesanales relacionados con la cultura pop. Vicente, uno de los grandes ilustradores espa?oles, contempla las pin up como si se hubiesen desgajado de su propia vida; no se entienden sus pasiones sin ellas, ni por las primeras que dibuj¨®, casi un ni?o, ni por el secreto para no excederse:
¡ª El l¨ªmite es que lo pueda ver mi madre.
Las pin up, chicas producto de los a?os 20 que tuvieron su eclosi¨®n en los a?os 40 durante la II Guerra Mundial, reflejan las contradicciones de la sociedad norteamericana de entonces. Patibularia con los excesos de la carne y de una moral estricta, se consideraba que esos posters, esos calendarios, esas ilustraciones, eran necesarias para la paz y el bienestar del soldado que defend¨ªa las libertades civiles de Estados Unidos en otro continente. Tambi¨¦n las pin up serv¨ªan a la patria y encarnaban a su manera, en un escenario de guerra, el sue?o de regresar a casa. Vicente empez¨® a coleccionarlas muy pronto; lleva 20 a?os comprando todo tipo de souvenirs relacionados con ellas, especialmente calendarios y revistas. Entre ellas Esquire, que fue la biblia de las pin up a mitad del siglo XX. Las primeras im¨¢genes de todas las que ha conseguido el artista estaban, curiosamente, en una baraja de cartas.
En La Fiambrera llevan trabajando ya varios meses pero est¨¢ todo como sin desembalar, con un aire extravagantemente nuevo que produce la impresi¨®n, falsa pero agradecida, de que la obra de Fernando Vicente son los primeros muebles. Se supone que es el sue?o de una galer¨ªa y a¨²n m¨¢s del artista. Desde la Movida, en la que fue agitador con sus ilustraciones, con la energ¨ªa del autodidacta que rechaza la instrucci¨®n acad¨¦mica a ¨²ltima hora, hasta sus ¨²ltimos a?os, convertido en santo venerado del oficio por talento y disciplina (llega a estar doce horas encerrado en su estudio), Fernando Vicente ha cubierto hasta aqu¨ª una carrera casi can¨®nica.
Lo que expone ahora en La Fiambrera hasta el 24 de octubre es una de sus obsesiones m¨¢s elegantes, la mujer, con un desplazamiento visceral entre la sensual pin up (hay 26 chicas de calendario, algunas de ellas dibujadas para el Sal¨®n del Autom¨®vil de Bruselas) hasta la que ense?a literalmente la belleza interior: destapadas como un yogur, las mujeres que Fernando Vicente expone en el s¨®tano de La Fiambrera dejan ver el trapecio, los intestinos o partes de su anatom¨ªa de forma noble, arrogante, inesperada.
Son, estas ultimas obras, parte de su serie Venus: 14 pinturas ejecutadas sobre l¨¢minas anat¨®micas y con se?uelos sobre los grandes asuntos de la pintura cl¨¢sica. Quiz¨¢ sea la obsesi¨®n lo que m¨¢s ha marcado el arte de Vicente: la que tuvo en los mapas, por ejemplo, uno de sus emblemas m¨¢s reconocibles; los mapas literarios que difundi¨® en sus portadas de Babelia, el suplemento de libros de EL PA?S. En Malasa?a, en Madrid, Fernando Vicente hace asomar a la mujer que empez¨® a dibujar en una ¨¦poca de revistas clandestinas: cuando al erotismo hab¨ªa que acercarse casi por contrabando, ¨¦l lo fabricaba en el pupitre de clase y despu¨¦s comerciaba con sus compa?eros.
¡ª ?Cu¨¢ndo empez¨® usted a dibujar?
¡ª ?sa es una pregunta habitual que nos hac¨¦is los periodistas. Un amigo muy conocido, el ilustrador David Pe?a Pu?o, suele responder que la pregunta deber¨ªa estar dirigida a otros, y formularse as¨ª: "?Cu¨¢ndo dej¨® de dibujar?". Porque todos fuimos ni?os y todos dibujamos: unos lo dejaron y nosotros no.
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