El Prado se encomienda a El Bosco
La exposici¨®n del V centenario de la muerte del artista reunir¨¢ una colecci¨®n irrepetible de obras maestras procedentes de museos de Europa y Estados Unidos
Culebras negras con brazos amenazan con atacar a un pobre diablo amarrado a un la¨²d, un hombre agachado y con un huevo gigante encima introduce una barra por el ano de un ciego, las cuerdas de un arpa gigante crucifican a un presunto pecador y una especie de batracio con colmillos lee un pentagrama escrito en el culo de un tipo semioculto. Una larga cola de malditos espera su turno. Es el infierno seg¨²n Jeroen van Aeken, El Bosco (¡®s-Hertogenbosch, Brabante, hoy Holanda, nacido en torno a 1450 seg¨²n las fuentes m¨¢s coincidentes y muerto en 1516).
Con el para¨ªso la cosa es m¨¢s placentera, pero no mejora mucho en lo relativo a la cordura y la l¨®gica de las cosas. Desde el interior de extra?os tubos de metal explotan bandadas de p¨¢jaros, cuerpos desnudos y prisioneros del ¨¦xtasis se dan a toda la gama concebible de tocamientos genitales y la manzana del pecado navega por un lago con unos bellos candidatos a Ad¨¢n y Eva roz¨¢ndose los morros. Los santos se han ganado el man¨¢. Ya pueden retozar.
Los curas m¨¢s c¨ªnicos y sus mariachis, toda esa patulea contrarreformista que tildaba de her¨¦tico a El Bosco y luego se iba de putas, quisieron masacrar a un hombre que simpatizaba con la Reforma luterana y la devotio moderna, s¨ª, pero que en el fondo solo deseaba pintar el interior del alma humana. Y por desgracia a sus ojos el alma humana estaba, ay, perdida. As¨ª que aquel pintor creyente devoto de la Virgen Mar¨ªa y miembro de la Onze Lieve Vrouwe Broederschap (una cofrad¨ªa de monjes tonsurados y seglares ultrarreligiosos entregados a la causa, por si hab¨ªa dudas) se sent¨ªa impelido por cuestiones de fe a poner en marcha su imparable factor¨ªa de demonios voladores y criaturas temibles, esas que hoy, 500 a?os despu¨¦s de su muerte, los japoneses y los que no son japoneses ¡ªpero con especial fruici¨®n los japoneses, v¨¢yase a saber por qu¨¦¡ª siguen contemplando con embeleso en las salas del Prado.
?D¨®nde habita la vigencia de El Bosco? Solo Goya y Vel¨¢zquez compiten con el autor de El jard¨ªn de las delicias en fervor popular y afluencia de muchedumbre, como bien saben los responsables de la pinacoteca madrile?a. ?Peligro de exposici¨®n/evento, de colas salvajes? ¡°S¨ª que existe siempre ese peligro; las salas de El Bosco son, junto con las de Goya y Vel¨¢zquez, las m¨¢s visitadas del museo. Eso es bueno, porque el papel de un museo es investigar el arte, pero tambi¨¦n difundirlo. Es bueno que las cosas tengan relevancia y repercusi¨®n, y luego es nuestra misi¨®n saber gestionarla bien. Que esto no se convierta en un circo, que la contemplaci¨®n de la obra de arte no sufra¡±, apunta Alejandro Vergara, jefe de conservaci¨®n de Pintura Flamenca y Escuelas del Norte del Museo del Prado.
Solo Goya y Vel¨¢zquez compiten en fervor popular y afluencia de muchedumbre con el artista holand¨¦s
El Bosco. La exposici¨®n del V Centenario, que abrir¨¢ sus puertas el pr¨®ximo d¨ªa 31 en El Prado, reunir¨¢ una colecci¨®n de obras maestras sin precedentes de entre la escasa producci¨®n del genio de Brabante: El jard¨ªn de las delicias, El carro de heno, La adoraci¨®n de los Reyes Magos, La mesa de los siete pecados capitales o La extracci¨®n de la piedra de la locura del propio Prado; el tr¨ªptico de Las tentaciones de san Antonio procedente del Museo de Arte Antiga de Lisboa, El camino del calvario del Monasterio de El Escorial, La coronaci¨®n de espinas de la National Gallery de Londres, El nido del b¨²ho del Boijmans Van Beuningen de R¨®terdam o, en lo que concierne al ¨¢mbito del dibujo, el c¨¦lebre Hombre ¨¢rbol del Museo de la Albertina de Viena, ¡°una obra excepcional y capital en la obra de El Bosco¡, un artista que pinta como un dibujante y dibuja como un pintor¡±, en palabras de Pilar Silva, comisaria de la muestra.
Posterior al magisterio abrumador de Jan van Eyck, antecesor y padre espiritual de maestros como Pieter Brueghel el Viejo o Joachim Patinir y coet¨¢neo de personajes como Leonardo y Miguel ?ngel, Erasmo y Lutero, Crist¨®bal Col¨®n y Carlos V, el tiempo de El Bosco es el de quienes mirando por el retrovisor la era medieval fueron cambiando el mundo, ya fuera en el desmoronamiento del orden art¨ªstico como en el del religioso o el pol¨ªtico. Bien lo supo ver Felipe II. El caso es que gracias al rey constructor de El Escorial ¡ªy a los oficios de alg¨²n conseguidor de lujo como el mism¨ªsimo duque de Alba, que se apoder¨® de El jard¨ªn de las delicias durante la guerra de Flandes¡ª, el Museo del Prado alberga hoy el m¨¢s importante conjunto de obras maestras del artista.
Atr¨¢s quedan otras espinas distintas a la de la coronaci¨®n. En el verano de 2014, el presidente de Patrimonio Nacional, Jos¨¦ Rodr¨ªguez-Spiteri, reclamaba de pronto al Patronato del Prado la devoluci¨®n de obras como El jard¨ªn de las delicias y la Mesa de los siete pecados capitales, que colgaban en las paredes de la pinacoteca desde 1939 en concepto de dep¨®sito indefinido. Una peque?a crisis que empez¨® a solucionarse con la vicepresidenta del Gobierno, Soraya S¨¢enz de Santamar¨ªa, asegurando a EL PA?S: ¡°Esos cuadros no saldr¨¢n del Prado¡± y que acab¨® con la salida de Spiteri.
Segunda crisis. Noviembre de 2015. Los responsables holandeses del Proyecto de Investigaci¨®n y Conservaci¨®n de El Bosco, que llevaban seis a?os analizando obras del artista por todo el mundo para la exposici¨®n a celebrar en ¡®s-Hertogenbosch (hoy ya clausurada), anunciaban que ni La mesa de los siete pecados capitales ni La extracci¨®n de la piedra de la locura ni Las tentaciones de san Antonio Abad hab¨ªan salido del pincel del maestro, sino de su entorno. Una discreta y educada indignaci¨®n cundi¨® en los despachos y en los talleres de restauraci¨®n de El Prado, cuyos responsables mantuvieron la atribuci¨®n de esas tres obras.
¡°Claro que todo ese ruido y esos problemas te perturban cuando est¨¢s trabajando en una exposici¨®n as¨ª, pero nuestra respuesta ser¨¢ cient¨ªfica, como debe ser, y va a llegar en forma de texto en el cat¨¢logo; hemos hecho nuevas pruebas y estudios de las obras, nuevas reflectograf¨ªas, radiograf¨ªas, an¨¢lisis de pigmentos¡ Y no olvidemos que nosotros tenemos las obras principales, obras que no han estado en ¡®s-Hertogenbosch¡±, aclara Pilar Silva.
Superadas y olvidadas las controversias, ?c¨®mo se articular¨¢ la exposici¨®n del V centenario? ¡°Es una monogr¨¢fica, y en la mayor¨ªa de los casos en estas exposiciones se suele establecer un orden cronol¨®gico, pero con El Bosco esto no es posible, ya que no se ha conservado ning¨²n documento que responda a una obra en concreto, tan solo se tiene el de El juicio final que le encarg¨® Felipe el Hermoso en 1504¡±, explica la comisaria de la muestra, quien adelanta una noticia: ¡°Por fortuna tenemos nuevos puntos de referencia y esos puntos necesarios para reconstruir su obra est¨¢n todos en El Prado. El tr¨ªptico de La adoraci¨®n de los Magos, que se asociaba con El juicio final de Viena, ahora se ha sabido ¡ªal identificar con seguridad a los donantes¡ª que se debi¨® de pintar hacia 1494¡, y eso lo que hace ni m¨¢s ni menos es adelantar en una d¨¦cada toda la cronolog¨ªa de El Bosco¡±.
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