La mirada del soltero

¡°Lo ¨²nico molesto del matrimonio, son los primeros 50 a?os que siguen a la luna de miel¡±, escribi¨® Miguel Mihura en El seductor, pero bien podr¨ªa haberlo dicho doce a?os antes por boca de Alfredo, protagonista de A media luz los tres, vodevil que marca el inicio de su carrera comercial. ¡°Quer¨ªa vivir del teatro, y no me interesaba ser un escritor de vanguardia. Entonces, cambi¨¦ de estilo totalmente. M¨¢s claro, decid¨ª prostituirme, y hacer un teatro que llegase al p¨²blico¡±, explicaba sin ambages, en una entrevista de Emilio de Miguel.

Consigui¨® su prop¨®sito, sobradamente: sus comedias siguen nutriendo el fondo de armario del ¨¦xito seguro. No hemos cambiado tanto, pero, por si acaso, en esta versi¨®n actualizada, cuando Alfredo hace un comentario displicente sobre las mujeres, Fernando Cayo, su int¨¦rprete, se dirige al p¨²blico y matiza con iron¨ªa: ¡°Lo digo con respeto, ?eh?¡±, como queriendo quitarle hierro a sus palabras. De cara al giro copernicano que su personaje pega durante el tercer acto, quiz¨¢ no ser¨ªa menos interesante dejarle que se exprese a sus anchas, aunque caiga antip¨¢tico por ello.

Fernando Soto, el director de escena, y Cayo, extreman el acoso sexual del protagonista a sus dos primeras visitas femeninas, encarnadas por Pepa Rus: lo que hacen los tres, va m¨¢s all¨¢ de lo que el texto dice. Quiz¨¢ durante la primera mitad, abusen de tal juego, pero en la segunda, parecen encontrar su punto justo a la farsa matrimonial. Rus y Javi Coll resuelven sus papeles con eficacia. Cayo, le saca brillo al suyo, y lleva el ritmo colectivo a comp¨¢s.

Rub¨¦n Tejerina, el adaptador, pone al d¨ªa las referencias de los a?os cincuenta, y entre todos le imprimen a la funci¨®n un aire renovado, hasta donde se puede, con el expresivo acompa?amiento musical en vivo de Scott A. Singer y Andrea Szanek.