Armon¨ªa de la destrucci¨®n
Un buen espect¨¢culo sobre la geometr¨ªa del mal, que no alcanza la altura de vuelo de la novela de Arturo P¨¦rez-Reverte en la que est¨¢ fielmente inspirado
EL PINTOR DE BATALLAS
Basado en la novela de Arturo P¨¦rez-Reverte. Versi¨®n y direcci¨®n: Antonio ?lamo. Int¨¦pretes: Alberto Jim¨¦nez, Jordi Rebell¨®n. M¨²sica: Marc ?lvarez. Luz: Miguel ?ngel Camacho. Mural y dise?o gr¨¢fico: ?ngel Haro. Escenograf¨ªa y vestuario: Curt Allen Wilmer. Madrid. Teatros del Canal, hasta el 16 de abril.
?Cu¨¢l es el asunto de El pintor de batallas? Aparentemente, la fotograf¨ªa period¨ªstica, entendida como violaci¨®n de la intimidad: un acontecimiento que cambia el curso de los acontecimientos. Pero el tema de fondo es la geometr¨ªa del mal, la crueldad objetiva del ser humano, disimulada en tiempos de paz, di¨¢fana cuando estalla una contienda.
Esta adaptaci¨®n reduce los escenarios de la reveladora novela de Arturo P¨¦rez-Reverte a uno solo: el interior de la torre donde Andr¨¦s Faulques, fot¨®grafo de guerra retirado, intenta resumir en un inmenso mural su experiencia como testigo pretendidamente objetivo del rosario de abyecciones cometidas por chetniks, j¨¢veos, israel¨ªes, salvadore?os, somal¨ªes¡ con armas pesadas, fusiles de mira telesc¨®pica o Kalashnikov, pr¨ºt-¨¤-porter armament¨ªstico de moda.
Antonio ?lamo mantiene el cara a cara entre el pintor vocacional e Ivo Markovic, croata a quien retrat¨® sin mediar palabra veinte a?os atr¨¢s, cuando hu¨ªa en desbandada, como eje de un drama en el cual el otro ag¨®n de la novela (el duelo amoroso entre Faulques y Olvido Ferrara) pasa a segundo plano: se habla de su final, pero nada vemos de su c¨¢lido desarrollo ni tenemos noticia apenas de lo determinante que fue.
Interpretan esta muy cuidada producci¨®n dos actores excelentes: Jordi Rebell¨®n, con la serenidad de un arquero zen, y Alberto Jim¨¦nez (Markovic, su diana de anta?o, transmutada en bumerang gir¨®vago, personaje a trav¨¦s del cual P¨¦rez-Reverte acribilla a Faulques a preguntas). Ambos tensan la cuerda, en duelo singular. A Jim¨¦nez le toca la parte m¨¢s dif¨ªcil (un ex mec¨¢nico sin estudios, pero a la altura intelectual del protagonista), resuelta vigorosamente, aunque el contraste temperamental entre el ex reportero calmo y su atribulada n¨¦mesis deber¨ªa estar m¨¢s matizado por la direcci¨®n.
Contundente y evocadora, la escenograf¨ªa de Curt Allen Wilmer. Con todo, la novela tiene mayor grosor: este buen espect¨¢culo podr¨ªa haberse planteado de modo menos naturalista, como la mod¨¦lica ex¨¦gesis que los chilenos de La Troppa hicieron en los noventa de El gran cuaderno, de Agota Kristof. Con imaginaci¨®n y medios escasos pero elaborados, podr¨ªa traducirse esc¨¦nicamente parte del sustancioso periplo que Markovic relata, las bajadas de Faulques al pueblo, sus incursiones mar adentro. Y con una actriz en escena, hubi¨¦ramos asistido al mon¨®logo de Olvido en el Hilton de Kuwait, coraz¨®n del relato.
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