Historia, no combate
El franquismo, la Guerra Civil y la Rep¨²blica siguen pesando sobre la vida pol¨ªtica espa?ola y levantan rencores en una sociedad que hace tiempo deber¨ªa haber pasado p¨¢gina para poder regresar al pasado sin la necesidad de levantar trincheras
La larga dictadura franquista, la Guerra Civil y (tambi¨¦n) la Rep¨²blica siguen estando hoy presentes en la vida pol¨ªtica y los medios de comunicaci¨®n. Ha pasado ya mucho tiempo, pero aquellos remotos episodios hist¨®ricos mantienen intacta su capacidad de provocar emociones enconadas y de desatar debates apasionados donde es m¨¢s f¨¢cil tirar de garrote que proponer una serena reflexi¨®n. Las sociedades acuden a los relatos del pasado casi siempre con el af¨¢n de buscar unas referencias que les ayuden a situarse en el presente. Formo parte de esa tradici¨®n, se dicen unos y otros, son esos gestos los que me definen y esas gestas las que celebro o, si se prefiere, fueron aquellas andanadas las que tuvieron la culpa de cambiarlo todo. Hubo una vez un lejano para¨ªso de libertades o una naci¨®n de imponente poder¨ªo donde, como dec¨ªa Ferlosio, habitaba ¡°el palurdo vern¨¢culo ancestral¡±, el verdadero e impoluto y aut¨¦ntico pueblo. El que ahora ha sido traicionado.
La Comisi¨®n de la Memoria propone renombrar 52 calles franquistas en Madrid. Valencia recuerda el Congreso de Escritores Antifascistas de 1937 y el IVAM dedica una muestra a Josep Renau, el artista que protegi¨® el Prado y encarg¨® el ¡®Guernica¡¯ durante la guerra. El Reina Sof¨ªa desmenuza en una gran exposici¨®n el cuadro de Picasso. La alcaldesa Carmena se plantea instalar un museo del Frente de Madrid en el Arco de la Victoria. Se exhuman en Pamplona los restos de mortales del general Sanjurjo y se propone sacar a Franco del Valle de los Ca¨ªdos: en El Pardo, una tumba lo est¨¢ esperando. Muere Hugh Thomas, el autor de una c¨¦lebre historia de la guerra. Javier Cercas explora en su vida familiar para saber de un t¨ªo abuelo falangista, Lorenzo Silva novela la vida del general Aranguren ¡ªque ayud¨® a parar el golpe en Barcelona¡ª, Javier Reverte reinventa al brigadista y poeta John Cornford y Llu¨ªs Pasqual monta una obra centrada en la quinta del biber¨®n y la batalla del Ebro. Enrique Bocanegra aborda el paso del agente brit¨¢nico y prosovi¨¦tico Kim Philby por la zona franquista de la Espa?a en guerra y Jorge Freire hace lo mismo con las vicisitudes que pas¨® Arthur Koestler en el lado republicano. Ascensi¨®n Mendieta, una mujer de 91 a?os, consigue gracias a una juez argentina que exhumen los restos de su padre de una fosa de Guadalajara y lo entierra en el cementerio de la Almudena de Madrid. Y, en fin, un largo etc¨¦tera.
¡°Todav¨ªa est¨¢ pendiente que los organismos del Estado den una soluci¨®n al problema de las fosas¡±, dice Santos Juli¨¢, que lleva tiempo volcado en un libro que va de la Guerra Civil a la Transici¨®n, ¡°y eso termina por contaminar cualquier discusi¨®n sobre el pasado. Hay una demanda social de la que no se han hecho cargo las Administraciones p¨²blicas, poniendo a trabajar en su resoluci¨®n a jueces, forenses, autoridades pol¨ªticas¡±. Y a?ade: ¡°No estamos hablando de la muerte de alguien que ha sido asesinado y que han ocultado sus restos. Los muertos de las fosas vienen de una guerra, y eso genera complicaciones. Por eso deben intervenir las instituciones el Estado para cumplir con las leyes. Y deben hacerlo en la medida en que reciban demandas de exhumaciones. No son muchas¡±.
?ngel Vi?as, que present¨® hace poco La Guerra Civil espa?ola, una visi¨®n bibliogr¨¢fica (Marcial Pons) ¡ªun ambicioso volumen que coordin¨® junto a Juan Andr¨¦s Blanco y que recoge en formato digital cuanto se ha hecho recientemente, dentro y fuera de Espa?a, sobre aquel terrible conflicto¡ª apunta en la misma direcci¨®n: ¡°Toda sociedad tiene la obligaci¨®n de mirar de frente a su pasado, y aqu¨ª ha habido una parte de la sociedad y de la clase pol¨ªtica que no se ha atrevido a enfrentarse a la Guerra Civil y la dictadura. Durante la Transici¨®n hab¨ªa otras tareas pendientes, y ten¨ªa sentido dejar este asunto un tanto de lado: era necesario mirar el futuro. Pero m¨¢s adelante lleg¨® otra generaci¨®n que volvi¨® a preguntarse qu¨¦ hab¨ªa pasado. Y se enfrent¨® a la represi¨®n franquista, que fue salvaje y despiadada y se manifest¨® de diferentes formas; la represi¨®n republicana estaba mejor documentada desde que se hizo la Causa General. Y, bueno, de ese modo se lleg¨® a las fosas, que no se quieren abrir. Hubo alg¨²n avance con Zapatero, pero luego el PP fren¨® todo apoyo y subvenci¨®n p¨²blica¡±.
Del Rey: ¡°Hay una fuerte resistencia a investigar la Rep¨²blica por miedo a que el mito se descomponga¡±
¡°Cuando llegaron los nietos con el cambio de siglo, investigaron y exigieron algunas reparaciones pendientes¡±. explica Fernando del Rey, que ha coordinado con Manuel ?lvarez Tard¨ªo Pol¨ªticas del odio (Tecnos), que re¨²ne diferentes ensayos sobre las democracias de entreguerras. Ah¨ª est¨¢ el tema de las fosas, a¨²n sin resolver: Zapatero dio alg¨²n paso, el PP lo ha parado todo. Pero durante la Transici¨®n se hicieron muchas cosas a nivel local, y de manera silenciosa, que no se deber¨ªan olvidar: se otorgaron pensiones a los perdedores de la Guerra, se levantaron algunos monolitos conmemorativos, se fueron quitando las cruces de los ca¨ªdos de los centros de las poblaciones, se abrieron algunas fosas. Pero todo sin llamar la atenci¨®n, y no como pol¨ªtica de Estado. No se quer¨ªan abrir las heridas, fue lo que se dijo entonces, y exist¨ªan prioridades m¨¢s importantes para UCD y el PSOE: consolidar la democracia, modernizar el pa¨ªs, integrarse en Europa, evitar la involuci¨®n de la que avis¨® el golpe de Tejero¡±.
Roberto Villa acaba de publicar, junto a Manuel ?lvarez Tard¨ªo, 1936. Fraude y violencia en las elecciones del Frente Popular. ¡°Para m¨ª, que nac¨ª en el 78, la Rep¨²blica, la Guerra Civil y la dictadura son periodos cerrados que forman parte del pasado¡±, explica. ¡°Su utilizaci¨®n en ciertos debates de la actualidad me resulta incomprensible. Llevamos cuarenta a?os de r¨¦gimen constitucional, no existen las l¨ªneas divisorias de los a?os treinta, no hay confrontaci¨®n¡±. Pero todav¨ªa hay quienes reclaman que los restos de sus familiares sean exhumados de una fosa para poder enterrarlos dignamente. ¡°Mi opini¨®n en esto s¨®lo puede ser la de un ciudadano m¨¢s, no soy experto en temas de represi¨®n. Creo que se han puesto en marcha pol¨ªticas p¨²blicas sobre las fosas, pero no sabr¨ªa decir si han sido insuficientes o no, y desconozco los argumentos jur¨ªdicos que se han esgrimido para detener en los ¨²ltimos a?os las exhumaciones¡±.
En las p¨¢ginas finales de Postguerra, su imponente trabajo sobre Europa desde 1945 hasta 2005, el brit¨¢nico Tony Judt escribe: ¡°La memoria es intr¨ªnsecamente pol¨¦mica y sesgada: lo que para unos es reconocimiento, para otros es omisi¨®n. Adem¨¢s, es una mala consejera en lo que al pasado se refiere¡±. Y apunta: ¡°Cierto grado de abandono e incluso de olvido es necesario para la salud c¨ªvica¡±. Enseguida, sin embargo, explica que no pretende defender la amnesia: ¡°Para poder comenzar a olvidar, una naci¨®n debe primero haber recordado¡±. Por lo que se ve, las fosas son ese asunto pendiente que sigue amarrando a los espa?oles a aquel terrible pasado. Fernando del Rey: ¡°Son espacios sagrados para el combate pol¨ªtico y por eso se instrumentalizan¡±. Mientras en Espa?a no haya el coraje de levantar esas fosas, seguir¨¢n ah¨ª como un im¨¢n que concentra viejos rencores.
Judt reivindica la necesidad de volver la vista atr¨¢s, pero introduce un matiz: ¡°A diferencia de la memoria, que se confirma y refuerza a s¨ª misma, la historia incita al desencanto con el mundo¡±. Y considera que ¡°la historia s¨ª debe aprenderse y, peri¨®dicamente, reaprenderse¡±. Termina contando un chiste de la era sovi¨¦tica: ¡°Un oyente llama a Radio Armenia para hacer una pregunta: ¡®?Es posible predecir el futuro?¡¯ Respuesta: ¡®S¨ª, no hay problema. Sabemos exactamente c¨®mo ser¨¢ el futuro. Nuestro problema es el pasado: que siempre est¨¢ cambiando¡±.
Santos Juli¨¢: ¡°La ¨²nica lectura que una democracia puede hacer debe ser desde la historia y no la memoria¡±
As¨ª que los historiadores tendr¨¢n siempre trabajo: el pasado se transforma, aparecen nuevos archivos, cambian las miradas, el peso de gravedad que impon¨ªa unas maneras ahora ya no es el mismo que el que las marcaba hace dos d¨¦cadas. ¡°De la Guerra Civil se ha escrito mucho, y ha habido mucho refrito¡±; explica ?ngel Vi?as. ¡°Fueron tres a?os de una inmensa complejidad, y l¨®gicamente nada tiene que ver la mirada de quien se ocupaba de explicarla en los a?os cuarenta del pasado siglo del que lo hace en nuestros d¨ªas. Han cambiado las metodolog¨ªas, los propios instrumentos conceptuales. Pero no s¨®lo a prop¨®sito de lo que tiene ver con Espa?a, lo mismo ha pasado respecto a las dos guerras mundiales. No s¨®lo se consideran ya las cuestiones pol¨ªticas y militares, el historiador tiene que incorporar factores econ¨®micos, sociales, culturales, intelectuales. Distanciarse de la propaganda que desplegaron los contendientes, romper estereotipos. Ha cambiado el paradigma, y los historiadores espa?oles no han estado al margen de las nuevas maneras de los historiadores de fuera. Alemanes, italianos, franceses... se han visto obligados a volver su pasado, y asimilar las nuevas lecturas. En Espa?a vino una generaci¨®n nueva, que no vivi¨® el franquismo. Tienen otras perspectivas, otras preocupaciones¡±.
En toda esa mara?a de la Rep¨²blica y la Guerra y el franquismo, ?es posible establecer algunas cuestiones que fijen un relato que sea indiscutible? ¡°Un relato ¨²nico sobre un pasado de guerra civil no s¨®lo es imposible sino indeseable¡±, dice Santos Juli¨¢, y se?ala que a veces se producen distorsiones al volver sobre el pasado para establecer una continuidad de sentido con el presente. ¡°Es lo que ocurre con los comunistas, que hoy hablan de democracia y que en 1936 se alzaron contra la Rep¨²blica. Lo que importa es que existan discusiones hist¨®ricas ateni¨¦ndose a unas reglas de juego. Durante la Transici¨®n coincid¨ª varias veces con Salas Larraz¨¢bal [un historiador que combati¨® en las filas franquistas]: ten¨ªamos lecturas distintas. As¨ª que debat¨ªamos¡±.
¡°Existe una fuerte resistencia en algunos sectores a investigar lo que ocurri¨® durante la Rep¨²blica por temor a que el mito se descomponga¡±, apunta Fernando del Rey. ¡°Y mucho m¨¢s si las investigaciones son sobre el uso de la violencia. En el caso de la Guerra, Julius Ruiz hizo un trabajo muy riguroso sobre los desprop¨®sitos que ocurrieron en la retaguardia republicana, y fue muy criticado. Cierto que el t¨ªtulo de su libro, El terror rojo, no contribu¨ªa a propiciar una atm¨®sfera de debate sereno sino que persegu¨ªa el impacto, y la polarizaci¨®n. Las editoriales quieren vender libros, y tambi¨¦n los autores, y los t¨ªtulos as¨¦pticos y acad¨¦micos no sirven para eso¡±.
El libro de ?lvarez Tard¨ªo y Villa sobre el fraude y la violencia en las elecciones que gan¨® el Frente Popular en 1936 ha sido inmediatamente utilizado como arma de polarizaci¨®n. Incluso la Fundaci¨®n Franco emiti¨® emitido un comunicado en el que exigen entre otras cosas al Gobierno a que, siendo ¡°ya irrebatible la demostraci¨®n documental del pucherazo electoral de febrero de 1936¡±, ¡°las Cortes hagan una declaraci¨®n institucional condenando el golpe de estado de febrero de 1936¡±. Roberto Villa: ¡°Los autores no podemos ser responsables de las apropiaciones que se hagan de nuestros libros. Creemos, adem¨¢s, que la autoridad de la Fundaci¨®n Franco en materias hist¨®ricas es nula. Nuestro trabajo arranc¨® de la lectura de los dietarios de Alcal¨¢ Zamora, donde apunta que hubo irregularidades en el recuento de votos. As¨ª que estudiamos la documentaci¨®n del Congreso, que le hab¨ªa servido ya a Javier Tusell para advertir que en algunas partes hubo fraude, y la completamos con investigaciones en distintos archivos provinciales. Vimos que las cosas se hicieron bien en algunas partes y mal en otras. Tambi¨¦n estudiamos la violencia que precipito la ca¨ªda del Gobierno de Portela. Y establecimos una serie de conclusiones. Ninguna de ellas cuestiona la legitimidad del nombramiento de Aza?a como presidente y en ning¨²n caso establecemos la m¨¢s m¨ªnima relaci¨®n causal entre el fraude y el golpe de julio. De hecho, las fuerzas pol¨ªticas que denunciaron el fraude ¨Cla CEDA, los radicales, el partido agrario o el liberal-dem¨®crata¨C encauzaron legalmente sus protestas, sin ning¨²n af¨¢n rupturista¡±.
El gran desaf¨ªo es evitar que las batallas partidistas y la pol¨ªtica terminen contaminando la historia. ¡°En Italia y en Francia ha habido tambi¨¦n estos debates¡±, dice Fernando del Rey. ¡°En el primer caso, lo que se critic¨® fue que la historia antifascista hubiera distorsionado lo que pas¨® durante la Resistencia: resulta que no hab¨ªan sido tantos los resistentes como hasta entonces se hab¨ªa dicho. Y en Francia ocurri¨® lo mismo con el r¨¦gimen de Vichy. Circulaba la versi¨®n que de los colaboracionistas fueron cuatro gatos. Para nada, y los franceses tuvieron que aceptar que hab¨ªan sido muchos los que les facilitaron las cosas a la Alemania nazi¡±.
¡°La ¨²nica lectura que una democracia puede hacer de su pasado debe hacerse desde la historia, no desde la memoria¡±, defiende Santos Juli¨¢. ¡°Importa sobre todo el rigor hist¨®rico, y un relato consensuado sobre lo que ocurri¨® en la Guerra Civil terminar¨ªa por no ajustarse a la verdad. En un relato que busque el consenso se pierde mucho, hay que ocultar muchas cosas. Lo democr¨¢tico no est¨¢, por tanto, en el contenido de lo que pas¨® en el pasado sino en la manera de volver sobre ¨¦l. Es importante establecer un terreno donde se puedan debatir argumentos, datos, procedimientos metodol¨®gicos, etc¨¦tera, sabiendo que es inevitable que hay visiones subjetivas, cargas ideol¨®gicas y valores en cada uno de los que intervienen. Pero todo estos se ha acabado, hoy lo que se hace es historia de combate. Se ha vuelto a las trincheras de papel y lo que se quiere es que triunfe mi lectura de la historia frente a la del rival. Se ha vuelto a la Guerra Civil, ha dicho Preston. Tiene que ganar mi interpretaci¨®n sobre la tuya¡±.
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