Un suelo ingrato, 76 ¡®fouett¨¦s¡¯ y muchos m¨®viles
Una gala de artistas de ballet rusos de primera l¨ªnea corona el festival Madrid en Danza
La pregunta de rigor ante esta reuni¨®n de artistas rusos de las dos grandes urbes del ballet son las mismas: ?Existen diferencias pl¨¢sticas entre la maniera del norte (San Petersburgo) y la de la capital (Mosc¨²)? ?Claro que las hay! Probablemente hoy no se ven como anta?o, pues la forma y el terminado de bailar de los rusos de hoy es diametralmente diferente del de hace, pongamos, 40 a?os. Es poco tiempo para juicios est¨¦ticos definitivos, para cambios m¨¢s severos. Sloninski ha escrito varios libros sobre esto. La gala nos mostr¨®, en formato de lecci¨®n magistral, c¨®mo presentarse frente al p¨²blico en una atm¨®sfera de respeto por el patrimonio cor¨¦utico universal. Nota deb¨ªan tomar las compa?¨ªas espa?olas: nada de barbas a la moda en los hombres, nada de mo?os ex¨®ticos las mujeres, y as¨ª mil detalles.
El metraje de la gala fue demasiado extenso, unas dos horas y media y en total se vieron 76 fouett¨¦s (manera vulgar de llamar al fouett¨¦ en tournant, pues ese paso es muchas cosas m¨¢s en ballet). Pi¨¦nsese que los t¨ªtulos o las obras de repertorio acad¨¦mico troncal, de donde est¨¢n sacados la mayor¨ªa de los fragmentos vistos en la funci¨®n, duran alrededor de tres horas o tres horas y media, Bella Durmiente con sus tres actos y cinco cuadros, o Bayadera con sus cuatro actos en su versi¨®n integral, son buenos ejemplos. Luego, ya en el siglo XX, estos ballets se acortaron sensiblemente, se suprimi¨® mucha m¨²sica y por consiguiente de perdi¨® del repertorio activo mucho material cor¨¦utico que s¨ª ten¨ªa, por s¨ª mismo, valores e inter¨¦s. Una sucesi¨®n interminable de pas de deux puede saturar al espectador m¨¢s entusiasta, y la noche del Canal ayer fue salvada por momentos vibrantes y de calidad, aunque se hace dif¨ªcil entender una gala rusa sin cisnes del lago, blancos o negros. Lo supl¨ªa en parte tres fragmentos importantes del gran ballet sovi¨¦tico: El d¨²o (adagio) de?Espartaco (coreograf¨ªa de Yuri Grigorovich y can¨®nico vestuario de Simon Virsaladze) bailado con intensidad por Anastasia Stachkevich y Denis Matvienko (el 31 de diciembre estar¨¢ en Cannes encarnando su rol fetiche actual: El Gran Gatsby); Aguas primaverales de Asaf Messerer tambi¨¦n por la Stachkevich acompa?ada por Viacheslav Lopatin y Romeo y Julieta (escena del balc¨®n) interpretado por Yekaterina Osmolkina y Leonid Sarafanov, este ¨²ltimo con salto y t¨¦cnica intactos a sus 36 a?os.
Debemos decir que, como otros casos venerables e hist¨®ricos, Olga Smirnova (San Petersburgo, 1991) es ¡°transportada¡± a Mosc¨² una vez se gradu¨® en la Escuela Vaganova como disc¨ªpula predilecta y muy prometedora de Liudmila Kovaleva (busquen sus pel¨ªculas de los a?os 60 y entender¨¢n m¨¢s el baile de su alumna); han pasado d¨¦cadas, pero esa es la senda que en su d¨ªa hicieron (y en circunstancias muy diferentes, mucho m¨¢s dram¨¢ticas entonces) Marina Semionova y Galina Ulanova. La cadena se tensaba, pero no se romp¨ªa, al contrario, establec¨ªa una relaci¨®n de vasos comunicantes desde las lecturas musicales y coreogr¨¢ficas a las estil¨ªsticas. Semionova hab¨ªa sido disc¨ªpula predilecta de Vaganova, baste decir eso. Ante Smirnova, estamos viendo una artista excepcional, con aura de estrella, mucho m¨¢s que una ejecutante vers¨¢til. Tambi¨¦n deb¨ªamos saber qui¨¦n baila la segunda variaci¨®n solista de Bayadera, un prodigio de peque?os saltos sobre las puntas, sencillamente oro.
Stefan Zweig vio bailar a Semionova en 1928 y escribi¨® despu¨¦s: "Cuando sale a escena da la impresi¨®n de una tormenta repentina que removiera la tranquilidad de una existencia mon¨®tona". Puedo parafrasear esto y decir lo mismo de su variaci¨®n de Kitri (Don Quijote), que fue lo mejor de la noche, apenas algo m¨¢s de un minuto y medio de brillantez, estilo y ¡°ritmo ruso¡±, ese trepidante llevar adelante pasos y entrepasos en un encadenamiento virtuoso. La artista culmin¨® con una coda eficaz en el mismo exacto tono de la variaci¨®n y sin moverse del sitio. Eso es arte mayor.
Hay ahora una cierta competencia a ver qu¨¦ bailarina usa el tut¨² m¨¢s enorme para recrear La muerte del cisne; es parte de la corriente neofilol¨®gica que anda por ah¨ª haciendo estragos. En realidad es un error est¨¦tico y de gusto, pues el resultado es un artefacto que entorpece el baile, desmerita la l¨ªnea y tampoco es la recreaci¨®n fiel de un traje del pasado. En cuanto a la coreograf¨ªa de Mijail Fokin, Smirnova se vuelve precisa hasta rozar un obsesivo escol¨¢stico, casi pierde soltura expositiva por?narrar el solo, efecto que ya desecharon el su d¨ªa Plis¨¦tskaia y Chauvir¨¦ en sus versiones tenidas hoy por can¨®nicas. Smirnova deletrea la pantomima (separaci¨®n del reflejo en el agua, aleteo, b¨²squeda y ruptura de una vertical) quiz¨¢s en la persecuci¨®n de una versi¨®n m¨¢s personal que la separe de otros cisnes moribundos actuales como Zaj¨¢rova y Lop¨¢tkina.
Algunos otros vestuarios pueden parecer bizarros o recargados, pero son los justos, se corresponden a los que se usan en las producciones totales de los ballets, como es el caso de Diana y Acte¨®n, proveniente de La Esmeralda de 2009 de Yuri Burlaka en Bolshoi, y que recoge en parte la versi¨®n Vaganova sin grandes a?adidos.
El suelo sobre el que se baila en los Teatros del Canal no es ¨®ptimo, tiene zonas-tambor que destrozan la magia, y su dureza expone a los bailarines a un esfuerzo adicional, lo mismo pasa con el sonido, que chirr¨ªa lo suyo. La tecnolog¨ªa anoche no ayud¨® y hubo focos d¨ªscolos, mucha gente salt¨¢ndose las normas y grabando con los m¨®viles y hasta Smirnova tuvo que gallardamente sortear un trozo de cinta adhesiva negra que se descolg¨® de la bambalina y se peg¨® a su zapatilla. El p¨²blico euf¨®rico ratificaba que falta en nuestras programaciones m¨¢s ballet acad¨¦mico de este nivel.
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