Una historia secreta de la fotonovela
?Puede un anticuado formato resultar subversivo? Una muestra sobre su considerable influencia en el arte contempor¨¢neo demuestra que s¨ª
Denostada por quienes la consideraron literatura para amas de casa o, en el mejor de los casos, conservada como un souvenir de un tiempo que no volver¨¢, la fotonovela fue el invento m¨¢s exitoso de la industria cultural durante la posguerra europea, cuando logr¨® seducir a millones de lectores cada semana con sus relatos desbordantes de afectaci¨®n y remilgo. Este humilde formato cal¨® hondo en el lenguaje visual de la segunda mitad del siglo XX, cuando numerosos artistas se reapropiaron de sus c¨®digos para criticar la rigidez moral de la ¨¦poca o celebrarlos con la iron¨ªa y exageraci¨®n propias de la sensibilidad camp. Por todo ello, resulta incomprensible que ninguna instituci¨®n se hubiera dignado, hasta ahora, a examinar cu¨¢les fueron los efectos de esa poderosa irradiaci¨®n.
De romper el silencio se encarga el Museo de las Civilizaciones de Europa y el Mediterr¨¢neo (Mucem), que dedica una exposici¨®n a la historia de la fotonovela y a sus efectos en el arte contempor¨¢neo. La especializaci¨®n geogr¨¢fica del centro lo convierte en el sitio ideal para hablar de un formato inventado en la Italia de 1947, bajo el influjo del neorrealismo, de la mano de revistas como Bolero o Il Mio Sogno. Despu¨¦s triunf¨® en Francia y Espa?a, antes de ser exportada a Latinoam¨¦rica con id¨¦ntico ¨¦xito. Que se expandiera en pa¨ªses de cultura cat¨®lica debe de explicar su iconograf¨ªa, llena de claroscuros y l¨¢nguidos rostros de mujer, dignos de una virgen lastimera, y sus subtextos proclives a la redenci¨®n, en una defensa de la moral dominante entre los ¨²ltimos cuarenta y los sesenta prerrevolucionarios.
G¨¦nero popular, nunca fue reconocido por la intelectualidad como el cine o el c¨®mic. Tuvo a toda la sociedad biempensante en su contra
La fotonovela tuvo, desde sus comienzos, a toda la sociedad biempensante en su contra. G¨¦nero prosaico y popular, nunca fue reconocido como s¨ª lo fueron otros ejemplos de baja cultura, como el cine, el c¨®mic o el circo. En Francia, los intelectuales le dedicaron un obstinado desd¨¦n. ¡°Su estupidez me conmueve¡±, dej¨® escrito Roland Barthes, en un gesto de inusual condescendencia para el autor de Mitolog¨ªas, donde no ten¨ªa reparos en reivindicar otros avatares de la sociedad de consumo. M¨¢s tarde, en sus Fragmentos de un discurso amoroso, a?adir¨ªa que la consideraba ¡°m¨¢s obscena que el marqu¨¦s de Sade¡±. El comunismo tampoco le tuvo especial aprecio, consider¨¢ndola un nuevo opio del pueblo que anestesiaba su conciencia pol¨ªtica. En la Francia de los cincuenta se cre¨® una asociaci¨®n ¡°por la dignidad de la prensa femenina¡±, de la que formaron parte intelectuales cat¨®licos ¡ªpero tambi¨¦n la escritora comunista Elsa Triolet, esposa de Aragon¡ª, que denunciar¨¢ que la fotonovela ¡°atenta contra la moral y desintegra la familia¡±. El propio Juan XXIII la conden¨® en una enc¨ªclica de 1959.
Cuesta imaginar qu¨¦ peligro encerraba un formato tan aparentemente inocuo. Un vistazo m¨¢s detallado permite descubrir su osad¨ªa. Pese al conservadurismo que impon¨ªan sus finales felices, s¨ªmbolo de un regreso obligatorio al statu quo, la fotonovela reflejaba una sordidez inhabitual en la mayor¨ªa de medios de masas. Al final triunfaba el amor, siempre p¨²dico y mon¨®gamo, pero no sin haber recorrido antes un mundo de adulterio, enfermedad y opresi¨®n que sus mujeres protagonistas viv¨ªan en sus carnes. La muestra se atreve a definir la fotonovela, si bien con excesiva timidez, como un objeto prefeminista. ¡°Puede parecer conservadora por su resoluci¨®n, pero por el camino habla de divorcio, de las dificultades de la mujer para integrarse en el trabajo y emanciparse de la religi¨®n y del poder masculino. En cierta manera, se anticipa a los cambios que vendr¨¢n m¨¢s tarde. La fotonovela funciona, en ese sentido, como un sism¨®grafo social¡±, analiza Marie-Charlotte Calafat, comisaria de la exposici¨®n junto a Fr¨¦d¨¦rique Deschamps.?De hecho, con el destape de los setenta, la fotonovela se volver¨¢ abiertamente er¨®tica.
La parte m¨¢s estimulante y novedosa de la muestra es la dedicada a su reapropiaci¨®n por parte del arte contempor¨¢neo. En 1962, Chris Marker realiza La jet¨¦e, mediometraje posapocal¨ªptico compuesto por una larga sucesi¨®n de im¨¢genes fijas, que el director concibi¨® y present¨® expl¨ªcitamente como fotonovela. Este ic¨®nico proyecto demoler¨¢ la infranqueable barrera que separaba la alta y la baja cultura, abriendo camino hacia la disoluci¨®n de las jerarqu¨ªas que llegar¨¢ con la posmodernidad, y evidenciar¨¢ que el m¨¢s excelso cine de autor y la m¨¢s infame fotonovela comparten un c¨®digo com¨²n.¡°La jet¨¦e tambi¨¦n tuvo un impacto real en el descubrimiento de los desaf¨ªos narrativos de la fotograf¨ªa, estancada en el modelo del instant d¨¦cisif de Cartier-Bresson¡±, escribe el cr¨ªtico Jan Baetens en el cat¨¢logo de la exposici¨®n. ¡°La disposici¨®n en secuencias y el paso a la ficci¨®n, caracter¨ªsticas propias de la fotograf¨ªa contempor¨¢nea, le deben mucho al nuevo impulso de la fotonovela tras la pel¨ªcu?la de Marker¡±.
La Internacional Situacionista tambi¨¦n se apoder¨® de la fotonovela para denunciar que la cultura popular pod¨ªa ser un instrumento de alienaci¨®n. Tent¨¢culo de la sociedad del espect¨¢culo sobre la que teoriz¨® Guy Debord, el situacionismo consider¨® que formateaba la subjetividad de quien la le¨ªa. Inspir¨¢ndose en los preceptos del dada¨ªsmo y el surrealismo, utiliz¨® el llamado d¨¦tournement para distorsionar el significado de sus im¨¢genes, agregando nuevos textos superpuestos las convert¨ªan en instrumentos pol¨ªticos. La muestra recoge un pu?ado de folletos clandestinos, distribuidos en la huelga minera en Asturias en 1964, un ejemplo de la exigua presencia espa?ola en esta exposici¨®n.
Otro ser¨ªa Fin (1978), obra mural de Eug¨¨nia Balcells cedida por el Reina Sof¨ªa, que re¨²ne un centenar de im¨¢genes finales de fotonovelas compradas en el barcelon¨¦s Mercat de Sant Antoni. En la yuxtaposici¨®n que realiza Balcells, cr¨ªtica velada pero punzante al orden social y sentimental, se destapa el dogma semioculto en cada vi?eta. A la artista, que no era lectora de fotonovelas, le sorprendi¨® que ninguna de sus protagonistas terminara viviendo sola.
En un apartado menos mordaz, cabe se?alar el trabajo de Duane Michals, que actualiza el legado de la fotonovela en sus el¨ªpticos relatos fotogr¨¢ficos acompa?ados de texto, o el de Jacques Monory, adalid de la figuraci¨®n narrativa a la francesa, que ampl¨ªa vi?etas en sus cuadros como Warhol lo hac¨ªa con las im¨¢genes de prensa. Por su parte, Marie-Fran?oise Plissart desarroll¨® una fotonovela experimental bajo el paraguas de Les ?ditions de Minuit, cuna del nouveau roman, igual que Sophie Calle fundamentar¨ªa su pr¨¢ctica en la secuencialidad y la alianza entre texto e imagen. En Espa?a, Carles Congost y Julia Montilla tambi¨¦n se han adue?ado de sus m¨¦todos. Su ¨²ltima reencarnaci¨®n ha sido period¨ªstica, como demuestra L¡¯illusion nationale, exitosa cr¨®nica de auge del Frente Nacional en Francia. ¡°Vivimos en una ¨¦poca con una presencia total de la imagen, pero en la que una fotograf¨ªa sola sigue generando frustraci¨®n. Como ha sucedido desde la Edad Media, hoy seguimos queriendo verla asociada al texto¡±, se?ala Calafat. El mejor ejemplo ser¨ªan esos interminables relatos compuestos por im¨¢genes secuenciadas por la propia vida que proponen las redes sociales. En ellos no falta el texto, aunque tenga que ir precedido, como dicta la costumbre en nuestro siglo, de una vulgar almohadilla.
¡®Roman-Photo¡¯. Mucem. Marsella. Hasta el 23 de abril.
, comisaria de la exposici¨®n junto a Fr¨¦d¨¦rique Deschamps.?
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.