El trance hacia la madurez
La pianista Yuja Wang parece dispuesta a encarar un nuevo rumbo musical y dejar atr¨¢s su imagen de virtuosa fr¨ªa y superficial
Beethoven convirti¨® el desarrollo del movimiento inicial de su Concierto para piano n? 1 en do mayor, de 1795, en una especie de m¨¢gica enso?aci¨®n. No lo volver¨ªa a hacer en ninguno de sus restantes conciertos. Dise?¨® un et¨¦reo interludio, que escuchamos a los seis minutos del comienzo, donde el solista establece un mon¨®logo en pianissimo, comentado por la madera y la cuerda en un susurro. El duermevela conduce a un di¨¢logo con las trompas donde el piano se frota los ojos desplegando sus acordes. Pero Beethoven nos devuelve bruscamente a la realidad con una palmada en el hombro; y escribe, a continuaci¨®n, una resbaladiza escala descendente del piano en fort¨ªsimo que abre s¨²bitamente la reexposici¨®n. El pianista Alfred Brendel sol¨ªa poner este pasaje como ejemplo de una obra dentro de otra, algo as¨ª como las matrioshkas rusas o los efectos de teatro dentro del teatro. Ser capaz de recrear estos mundos dentro del universo de un concierto requiere de una profundidad musical que Yuja Wang no demostr¨® en su actuaci¨®n de ayer, 18 de enero, en Zaragoza.
CHAMBER ORCHESTRA OF EUROPE
Yuja Wang, piano y direcci¨®n. Lorenza Borrani, viol¨ªn y direcci¨®n. Obras de Beethoven, Mendelssohn y Chopin. XXIII Temporada de Grandes Conciertos de Oto?o. Auditorio de Zaragoza, 18 de enero
Est¨¢ claro que la madurez no siempre va emparejada con la edad, pero la pianista china (Pek¨ªn, 1987) parece dispuesta a encarar un nuevo rumbo musical en su carrera y dejar atr¨¢s su imagen de virtuosa fr¨ªa y superficial. Este mes de enero ha emprendido una gira por Italia y Espa?a donde toca y dirige obras de Beethoven y Chopin al frente de la Orquesta de C¨¢mara de Europa. Y, tras San Sebasti¨¢n, Bilbao y Pamplona, actuar¨¢ el s¨¢bado, 20 de enero, en Barcelona.
Con Wang todo funciona bien desde el teclado, si exceptuamos que a veces entorpece a la orquesta. Lo vimos al comienzo con la desdibujada entrada que marc¨® en el Primer concierto beethoveniano y, especialmente, en el rond¨® final, carente de imaginaci¨®n musical y hasta de tintes humor¨ªsticos. Para el primer movimiento, Wang se decant¨® por la breve segunda cadencia escrita por Beethoven frente a la tercera m¨¢s larga y elaborada. Pero lo mejor lleg¨® en el largo central; la pianista china consigui¨® que flotara su instrumento y dej¨® a la orquesta hacer m¨²sica de c¨¢mara con magn¨ªficos solos del clarinetista Romain Guyot.
La Orquesta de C¨¢mara de Europa, que mantiene esa excelencia musical que forjaron Abbado y Harnoncourt, abri¨® el concierto con una excepcional versi¨®n de la obertura La bella Melusina, de Mendelssohn. La violinista Lorenza Borrani lider¨® el conjunto desde el puesto de concertino elevado por una tarima. Fue m¨²sica de c¨¢mara a gran escala. Retratos ideales de lo femenino, con el sinuoso tema de la ondina Melusina que luego utilizar¨ªa Wagner en El oro del Rin (ojo con la importancia hist¨®rica de Mendelssohn, se?or Barenboim), y lo masculino de Raimondino, con su en¨¦rgico tema en Fa menor. Pero el af¨¢n narrativo del inicio se diluy¨® en la segunda parte en la selecci¨®n de la m¨²sica incidental de Mendelssohn para El sue?o de una noche de verano shakespeariano. No arranc¨® bien la obertura y esos acordes de flautas, madera y trompas no pusieron en marcha el hechizo de Puck; tampoco vimos elfos y hadas, ni rastro de la corte de Atenas o de las parejas de enamorados, aunque s¨ª que funcion¨® el retrato de los r¨²sticos (con ese onomatop¨¦yico rebuzno del tejedor Bottom transformado en asno). La selecci¨®n fue mejorando musicalmente e incluy¨® el Scherzo, el Intermezzo y el Nocturno; se evit¨® la archiconocida Marcha nupcial y culmin¨® en una estupenda Danza de los r¨²sticos con toda la orquesta puesta en pie.
El concierto termin¨® con Yuja Wang de nuevo en escena tocando el Andante spianato y gran polonesa brillante, de Chopin. Fue otro destello del trance hacia la madurez que encara la pianista china. Esta vez se centr¨® en el teclado e inspir¨® a la orquesta dialogando musicalmente con ella. Wang plante¨® un et¨¦reo Andante spianato en solitario y carg¨® las tintas en la polonesa; interpel¨® por momentos a la orquesta con propuestas interesantes, pero en otros su desinhibida pirotecnia se llevaba por delante todo vuelo musical. Tras la ovaci¨®n del p¨²blico que llenaba la Sala Mozart del Auditorio zaragozano, Wang inici¨® otro concierto de propinas en solitario. Lo abri¨® con una imponente versi¨®n del Precipitato final de la Sonata n? 7, de Prokofiev. Sigui¨® la Canci¨®n sin palabras, Op. 67/2, de Mendelssohn, bien tocada pero postiza de esp¨ªritu. No faltaron muestras de la pianista con los dedos m¨¢s r¨¢pidos del Oeste, con el Pas de quatre de El lago de los cisnes, de Chaikovski, en transcripci¨®n virtuos¨ªstica de Earl Wild, y la espectacular Tristch-Trastch Polka, de Johann Strauss hijo, arreglada lisztianamente por Gy?rgy Cziffra. Y, para terminar, Wang remat¨® su actuaci¨®n con la famosa adaptaci¨®n de Giovanni Sgambati de la M¨¦lodie de Orfeo y Eur¨ªdice, de Gluck.
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