Antiguas influencias
El escritor Max Aub vuelve cuando parec¨ªa haberse ido, desde lugares inesperados, entre inquieto y furtivo, nunca aceptado del todo

Max Aub no llega a desaparecer nunca y nunca llega a estar del todo presente, reconocido y visible en la cultura literaria espa?ola. ¡°Vuelvo, pero no vuelvo¡±, dijo al llegar a Espa?a en 1969, despu¨¦s de 30 a?os justos de exilio, para indicar que no regresaba sino que ven¨ªa de visita, porque le parec¨ªa indecente regresar y establecerse en el pa¨ªs de la dictadura. Hay algo muy suyo en ese s¨ª pero no, no pero s¨ª, un indicio de su condici¨®n inquieta, en lo pol¨ªtico y en lo vital, siempre en zonas fronterizas, entre identidades mezcladas y dudosas, entre lealtades a las que nunca se entregaba del todo, con la sola excepci¨®n de su lealtad a la Rep¨²blica espa?ola.
Era cordial y tambi¨¦n parece que era agrio, de ¨¢ngulos tan secos y afilados como los que tiene a veces su prosa. Era espa?ol en M¨¦xico y jud¨ªo sin adscripci¨®n religiosa ni sionista; era socialista pero los socialistas lo expulsaron del partido al mismo tiempo que a Juan Negr¨ªn, y solo le devolvieron el carnet cuando llevaba muchos a?os muerto. Pareci¨® que volv¨ªa a los teatros cuando Juan Carlos P¨¦rez de la Fuente dirigi¨® har¨¢ 20 a?os un montaje espl¨¦ndido de su tragedia San Juan, pero un poco despu¨¦s ya se hab¨ªa ido de ellos o lo hab¨ªan echado de nuevo. Y sus novelas est¨¢n y no est¨¢n, en ediciones dispersas y descatalogadas, en librer¨ªas de segunda mano, novelas en gran medida invisibles en la narraci¨®n oficiosa de la literatura espa?ola de posguerra. Est¨¢ bien acordarse de La colmena, de Nada, La pla?a del diamant, Tiempo de silencio. Pero a lo largo de los a?os en que esas novelas se publicaban en la Espa?a sombr¨ªa Max Aub estaba escribiendo y publicando en M¨¦xico, en un robinsonismo tenaz de escritor extranjero y sin p¨²blico, un ciclo narrativo de ambici¨®n asombrosa, con una cualidad testimonial como la de Arturo Barea, con una fecundidad de invenci¨®n novelesca que no hab¨ªa existido en espa?ol desde P¨¦rez Gald¨®s.
Los cinco vol¨²menes de El laberinto m¨¢gico los edit¨® Alfaguara en los ¨²ltimos a?os setenta, con aquella austera dignidad de sus dise?os de entonces. Algo de esa belleza, visual y t¨¢ctil, la ha rescatado ahora en Granada la editorial Cuadernos del Vig¨ªa, que vuelve a publicar esa incomparable secuencia narrativa en la que est¨¢ contenida entera la Guerra Civil. Hace 40 a?os era imprescindible leer esas novelas para aprender algo sobre una Espa?a vencida y proscrita. Ahora su lectura es m¨¢s urgente todav¨ªa, en parte como un ant¨ªdoto de lucidez y complejidad contra las nuevas simplificaciones entre sectarias y blandengues que est¨¢n imponi¨¦ndose; en parte, tambi¨¦n, como ejemplo de una literatura que abraza sin apuro la narraci¨®n de lo real y al mismo tiempo se atiene a un rigor inflexible de estilo y a un empe?o de exploraci¨®n formal.
Max Aub vuelve cuando parec¨ªa haberse ido, desde lugares inesperados, entre inquieto y furtivo, nunca aceptado del todo, nunca ausente a pesar de las rachas de silencio. Es como esas semillas de muy lenta germinaci¨®n que sin embargo resisten bajo tierra a las peores sequ¨ªas. A los pocos d¨ªas de encontrar la nueva edici¨®n de El laberinto m¨¢gico pongo al azar la televisi¨®n y encuentro reci¨¦n empezada una pel¨ªcula que no hab¨ªa vuelto a ver en treinta y tantos a?os pero que reconozco de inmediato: la cara triste y perpleja de Ovidi Montllor, los ojos grandes de Marilina Ross, los rasgos le?osos y la voz ¨¢spera de Francisco Algora, la comitiva de refugiados y de soldados vencidos que avanza por una carretera. Estaban poniendo en La 2 Soldados, de Alfonso Ungr¨ªa, que est¨¢ basada en gran parte en Las buenas intenciones, de Max Aub, y que recoge temas y atm¨®sferas de El laberinto m¨¢gico: los d¨ªas finales de la guerra, la retirada de los soldados de la Rep¨²blica hacia el puerto de Alicante, donde se rumoreaba que podr¨ªan encontrar refugio en barcos extranjeros y escapar as¨ª a la venganza segura de los triunfadores.
En los comienzos del porvenir democr¨¢tico de nuestro pa¨ªs los que ¨¦ramos muy j¨®venes necesit¨¢bamos hacer nuestro a trav¨¦s de la imaginaci¨®n el tiempo de hero¨ªsmo
Deb¨ª de ver esa pel¨ªcula el a?o 1978, en Granada, en un cine, en una ¨¦poca en la que el cine era un est¨ªmulo est¨¦tico tan poderoso como la literatura. Volv¨ª a la sala dos o tres veces, a lo largo de los pocos d¨ªas que estuvo proyect¨¢ndose. Porque era una pel¨ªcula, el efecto que tuvo sobre mi imaginaci¨®n narrativa fue a¨²n m¨¢s hondo. Ahora comprendo que si me seduc¨ªa tanto era porque me ense?aba que a trav¨¦s de la imaginaci¨®n narrativa y visual uno pod¨ªa hacer plenamente suya una parte del mundo anterior a su propia vida: contar como en primera persona experiencias le¨ªdas en los libros o aprendidas de las rememoraciones en voz alta de sus mayores. Las vidas privadas se intercalaban en los acontecimientos p¨²blicos y eran arrastradas por ellos como por inundaciones o riadas de las que no pod¨ªa escapar nadie.
Inm¨®vil frente al televisor, tan hechizado como en la sala de cine hace 40 a?os, ve¨ªa, como en veladuras simult¨¢neas, el talento para hacer puro cine de Alfonso Ungr¨ªa, para lograr el m¨¢ximo de expresi¨®n con medios visiblemente muy limitados, en una equivalencia perfecta con la concisi¨®n narrativa y los saltos sincopados en el tiempo de Max Aub, sus yuxtaposiciones, sus elipsis. Ca¨ª en la cuenta de algo que se le olvida a uno a veces, que en su educaci¨®n de escritor no ha ido aprendiendo solo de los libros. Yo empezaba entonces a tantear una novela que a¨²n tard¨® varios a?os en empezar a existir. Soldados influy¨® sobre m¨ª igual que El esp¨ªritu de la colmena y El sur, de V¨ªctor Erice, o La prima Ang¨¦lica, de Carlos Saura. Aprend¨ªa de la forma de contar y mirar de Alfonso Ungr¨ªa, con un estremecimiento interior que era est¨¦tico, y tambi¨¦n pol¨ªtico, y sentimental. En los comienzos del porvenir democr¨¢tico de nuestro pa¨ªs los que ¨¦ramos muy j¨®venes necesit¨¢bamos hacer nuestro a trav¨¦s de la imaginaci¨®n el tiempo de hero¨ªsmo y tragedia que no hab¨ªamos conocido.
Qu¨¦ raro que una pel¨ªcula as¨ª, tan bien hecha, tan bien interpretada, tan llena de una tensi¨®n prometedora de comienzo, pasara m¨¢s bien sin pena ni gloria, y no tuviera continuidad. Llegaron los a?os ochenta y el cine espa?ol y la vida y la cultura espa?olas tomaron otros caminos. La est¨¦tica de Almod¨®var y sus derivaciones provocaban un deslumbramiento que borr¨® otros esplendores de coloridos menos fuertes. Celebrar el presente parec¨ªa un proyecto m¨¢s atractivo que imaginar un pasado de pronto envejecido, mustio, anacr¨®nico. Pero ah¨ª siguen, al cabo de los a?os, pertinaces, intactos, Max Aub, Alfonso Ungr¨ªa, Soldados, influyendo igual que entonces al que todav¨ªa quiere aprender.
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