Toma de poder femenino en el Primavera Sound
Jane Birkin, Charlotte Gainsbourg, Sevdaliza u Oumou Sangare protagonizan algunas de las propuestas m¨¢s interesantes de la cita
Silencio, canta Jane Birkin. Pareci¨® una consigna impl¨ªcita entre los asistentes al concierto que la dama francesa ha ofrecido este s¨¢bado en el Primavera Sound, a¨²n bajo luz solar. Sali¨® con la Orquestra Simf¨°nica del Vall¨¨s ya en su lugar, y sali¨® desprendiendo clase, elegancia y belleza. No una belleza atolondrada, sino una belleza personal y art¨ªstica de ra¨ªz que gana con el tiempo y le permite imponerse, quedamente. Traje pantal¨®n negro, camisa blanca y las canciones que para ella compuso Serge Gainsbourg en la cartera, arregladas para una orquesta sinf¨®nica que nunca son¨® por encima de su voz, suave, igualmente elegante y sutil. Es tanta la clase de Jane que en el arranque de su tercera canci¨®n, Baby Alone In Babylon, un aparatoso acople intent¨® arruinar el momento, pero ella, segura, cape¨® el problema con el gesto y la sonrisa que facilita eso tan intangible y al mismo tiempo perceptible que se llama clase. L¨®gicamente el concierto, delicad¨ªsimo, fino, se bas¨® en el disco en el que repasa ese material tan inmarchitable como ella, y que supuso un alentador entreacto en el apabullante dominio anglosaj¨®n en la m¨¦trica musical del festival.
Por su parte, Charlotte Gainsbourg, la hija de Jane y Charles, que por vez primera coincid¨ªan en un festival, tambi¨¦n marc¨® perfil en la v¨ªspera. Con una puesta en escena tan sencilla como efectiva, apenas unos marcos de luz blanca distribuidos por el escenario, la cantante ofreci¨® un concierto convincente, en el que recuper¨® los temas de su ¨²ltimo trabajo, en el que cura la p¨¦rdida de su hermana Kate. Lo m¨¢s chocante de su actuaci¨®n no fue tanto su estilo musical, al fin y al cabo pop con bases programadas que no incitaban al baile, sino el ba?o de chanson que estaba impl¨ªcito en las melod¨ªas. Temas como Heaven Can Wait, Les Cocodiles, o Kate, preciosidad dedicada a su hermana fallecida, marcaron tambi¨¦n distancias con la ra¨ªz mel¨®dica anglosajona del festival. Fue una delicia, cuya mascar¨®n de proa fue la propia figura de Charlotte, espigada y filiforme, envuelta en una simple camiseta blanca y unos tejanos. Al igual que la escenograf¨ªa, cuatro elementos bien dispuestos bastan si se tiene estilo y concepto.
Aunque para estilo singular el de Oumou Sangare, la ¨²nica presencia africana en el Primavera. Con un vestido de gala de estirpe maliense, una especie de traje largo de luces en blanco y oro y labios pintados de azul cobalto, la gran dama, al frente de una banda mixta tanto en razas como en sexos, ofreci¨® un concierto vibrante, con la reivindicaci¨®n del papel de la mujer de fondo y una polirritmia contagiosa en la que se mezclaban instrumentos africanos con occidentales. Ver el hormigueo de la pista mientras desped¨ªa su concierto con Ya la, la en¨¦sima canci¨®n contagiosa de la tarde, cantada con la maravillosa y n¨ªtida voz de Oumou, fue uno de los momentos del festival. ?frica, tan esencial y tan olvidada.
Otro momento tambi¨¦n tuvo la potencia femenina como estandarte. La cantante de origen iran¨ª Sevdaliza protagoniz¨® un espect¨¢culo en el que la mujer, ella, no era mera decoraci¨®n, sino due?a de su destino y de sus deseos. Acerc¨¢ndose musicalmente al pop electr¨®nico y al trip-hop, esta mujer crecida en Holanda, jug¨® con un el¨¢stico bailar¨ªn que siempre ca¨ªa a sus pies, rendido. No era para menos, ella, dominadora, vest¨ªa con la seguridad de la Valentina de Guido Crepax un traje exiguo de aparente cuero que le connotaba aire de dominadora sadomaso del Cret¨¢cico. Y todo ello contrarrestado por el entorno musical delicado que aportaba una secci¨®n de cuerda. S¨ª, las mujeres han restado testosterona al festival.
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