Apuntes para una teor¨ªa del cuento
Los relatos siempre han sido importantes para Mars¨¦, aunque solo fuera porque de adolescente eran la excusa para llev¨¢rselos a una vecina que se los pasaba a m¨¢quina
En la caja que conserva con sus primeros escritos no est¨¢, pero en cambio Juan Mars¨¦ recuerda n¨ªtidamente su primer relato, a l¨¢piz, en un cuadernillo, sobre unos gitanos acampados en un bosque, uno parag¨¹ero y remend¨®n de ollas, pretexto con el que se asomaba al pueblo¡ Lo escribi¨® rondando los 15 a?os, inspirado en sus recuerdos de infancia... Quiz¨¢ funcione como met¨¢fora del escritor con el g¨¦nero: est¨¢ en la base de su narrativa, pero apenas se ve y se sabe.
La narrativa corta siempre ha sido importante para Mars¨¦, aunque solo fuera porque de adolescente sus relatos eran el pretexto para llev¨¢rselos a una bella vecinita que se los pasaba a m¨¢quina porque en casa no ten¨ªan. Como lector, les ha sido fiel: desde los seminales relatos de Somerset ?Maugham y Hemingway o el Joyce de Los muertos a los ¡°imprescindibles¡± Juan Carlos Onetti y Roberto Arlt, am¨¦n de Ch¨¦jov, Cheever y Garc¨ªa Hortelano e Ignacio Aldecoa. Como autor, su relaci¨®n ha sido m¨¢s intermitente, pero constante. ¡°El cuento plantea mayores dificultades que la novela¡±, admite el autor de uno de los mejores cuentos del ¨²ltimo medio siglo, ¡®Teniente Bravo¡¯ (1987).
¡°Si los cuentos los saca usted muy logrados¡±, le da ¨¢nimos a finales de los cincuenta su hada madrina epistolar Paulina Crusat. La escritora ya ha le¨ªdo originales de su ¡®Plataforma posterior¡¯ (1957), que elogia por sus dotes de observador, o ¡®La calle del drag¨®n dormido¡¯ (1959), tras una visita de Mars¨¦ al depauperado Somorrostro, antes de que sean publicados en ?nsula. Pero Mars¨¦, perfeccionista meticuloso forjado en un taller de joyer¨ªa, no est¨¢ contento. Adem¨¢s, ¡°se pagaban poco, cuando se hac¨ªa, y los editores, Barral mismo, no mostraban entusiasmo con el g¨¦nero¡±, argument¨® para ir arrincon¨¢ndolos.
Para los estudiosos queda ratificar axiomas como que en la mayor¨ªa de los relatos est¨¢ el germen de buena parte de sus novelas, as¨ª ¡®La mayor parte del d¨ªa¡¯ (1963) rezuma Encerrados con un solo juguete, como ¡®Historias de detectives¡¯ alimenta un abanico que puede ir de Si te dicen que ca¨ª a El amante biling¨¹e o El embrujo de Shanghai, por poner casos remotos y menos obvios.
M¨¢s estimulante, por oficioso, ser¨ªa sustentar que es en el Mars¨¦ del cuento donde resiste un poco m¨¢s el realismo social que se ir¨¢ diluyendo de su novel¨ªstica, donde el humor burlesco y la s¨¢tira es cien veces m¨¢s brutal, que traduce en expresiones m¨¢s populares y cinematogr¨¢ficas. Es un ejercicio m¨¢s libre de forma y de fondo, porque tambi¨¦n es el cuadril¨¢tero donde dirime m¨¢s y mejor sus ajustes de cuentas vitales. ¡®Noches de Bo?caccio¡¯ no deja de ser una parodia sobre las afectadas poses de intelectuales de izquierda hijos de pap¨¢, como ¡®El fantasma del cine Roxy¡¯ es un m¨¢s sentimental cuerpo a cuerpo con los ectoplasmas infantiles nacidos del soma huxleyano de las pel¨ªcu?las en la Espa?a de los cuarenta y cincuenta¡ Y ello ser¨ªa extensible a las otras piezas cortas de Mars¨¦, como los retratos acidosulf¨²ricos de Se?oras y se?ores o las series Polvo de estrellas o Confidencias de un chorizo (todos en la revista Por Favor), ajustes de cuentas con la ¨¦poca y sus maleantes protagonistas. En esa l¨ªnea est¨¢ el relato ¡®El moco nacional¡¯.
Quiz¨¢ no sea casual tampoco que ¡®Nada para morir¡¯, premio S¨¦samo de cuentos en 1959, arranque con el protagonista herido de un navajazo. El ni?o Mars¨¦ no particip¨® en las reyertas de los trinxas de sus barrios; pero s¨ª asumi¨® el c¨®digo, del que hizo literatura: las diferencias se dirimen en el cuerpo a cuerpo, con palabras y gestos justos, en la distancia del arma corta. As¨ª se arreglaban las cosas en el barrio. Al menos, en el tiempo y el barrio de Juan Mars¨¦.
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