La responsabilidad de los historiadores
La relaci¨®n de Josep Fontana con el pol¨¦mico simposio 'Espanya contra Catalunya' naci¨® de una manipulaci¨®n y deriv¨® en un malentendido
Con la excepci¨®n de Juli¨¢n Casanova, no vi en la prensa escrita en castellano a ning¨²n otro historiador no catal¨¢n que haya recordado a Josep Fontana en el momento de su desaparici¨®n. Me parece extra?o: no hace tanto que muchos de ellos lo sub¨ªan a los cuernos de la Luna. En cambio, alg¨²n medio electr¨®nico s¨ª le ha recordado como ¡°un gran historiador y, al tiempo, como un gran manipulador¡±, porque ¡°se hab¨ªa convertido en un vulgar propagandista pol¨ªtico volcado en chuscas labores de agitaci¨®n al servicio de los patronos del proc¨¦s¡±. Y se ha mencionado ¡°aquel congreso presidido (sic) por Fontana que llev¨® por lema Espa?a contra Catalu?a: la m¨¢s destilada elaboraci¨®n magistral de eso que se llama pedagog¨ªa del odio¡±.
Tengo la convicci¨®n de que ni uno solo de los grandes historiadores espa?oles, a los que creo conocer bien, escribir¨ªa jam¨¢s un texto tan deleznable. Pero no estoy tan seguro de que la defensa de la identidad catalana que siempre hizo Fontana no le haya pasado factura en el justiprecio de algunos de esos historiadores que hoy no tienen nada que decir sobre ¨¦l. En el art¨ªculo citado se alude al simposio Espanya contra Catalunya: una mirada hist¨°rica (1714-2014), que tuvo lugar en Barcelona en diciembre de 2013. Entonces, algunos de esos historiadores amigos no se callaron: me llamaron escandalizados. Les expliqu¨¦ lo que hab¨ªa pasado, que aclaro ahora p¨²blicamente, porque es relevante para lo que sigue.
El aut¨¦ntico presidente de aquel simposio fue el director del Centre d¡¯Hist¨°ria Contempor¨¤nia de Catalunya, Jaume Sobrequ¨¦s i Callic¨®, un catedr¨¢tico que se encuentra tan a gusto en el registro socialista como en el convergente si hay cargos de por medio desde los que servir al poble catal¨¤. Este senador de Espa?a pidi¨® a Fontana un texto para un congreso que iba a conmemorar los 300 a?os de 1714. Una vez que Fontana entreg¨® su texto, se enter¨®, con profundo disgusto, del t¨ªtulo que Sobrequ¨¦s ¡ªun ¨¢guila del marketing¡ª hab¨ªa puesto al simposio. Pero cuando, al d¨ªa siguiente, los publicistas se cebaron con el acto, ni siquiera Abc hall¨® el modo de atacar seriamente a Fontana por lo que hab¨ªa escrito.
Si los historiadores se marginan del debate, si no se sumergen en la sociedad, ?de qu¨¦ vale su ciencia?
Cuando, en 2014, Fontana public¨® su obra La formaci¨® d¡¯una identitat (el ¨²nico libro sobre la historia de Catalu?a que, entre casi otros 40 ¡ªla inmensa mayor¨ªa en castellano¡ª, escribi¨® el historiador catal¨¢n), se produjo otro ominoso silencio por parte de esos historiadores a los que interpelo. No fue el caso del profesor Santos Juli¨¢, quien r¨¢pidamente ech¨® en cara a Fontana su pretendida volte face: ¡°Si en los a?os setenta entend¨ªa Fontana que la lucha de clases era el motor de la historia, ahora, sin mayor rubor, entiende que el sentido de la historia lo marca la identidad colectiva¡±, escribi¨® Juli¨¢, me parece que con la misma Schadenfreude con que los ateos contemplamos a un obispo ped¨®filo. Y a?ad¨ªa luego: ¡°Un marxista de estricta observancia contando una historia al modo de un nacionalista rom¨¢ntico¡±. Ni Fontana fue nunca un marxista ¡°de estricta observancia¡± (todo lo contrario) ni, desde luego, un nacionalista rom¨¢ntico. Conozco lo suficiente a Santos Juli¨¢ para comprender que esa fue una boutade maligne sugerida quiz¨¢ por la siguiente frase del libro: ¡°Catalunya [va a ser] el primer estat naci¨® modern d¡¯Europa, amb una estructura pol¨ªtica consolidada i unes Corts representatives¡±. Creo que el profesor Juli¨¢ no ley¨® a conciencia el libro, y sospecho ¡ªporque Santos cita mal¡ª que alg¨²n oficioso le pas¨® tan solo ese tip y ¨¦l mordi¨® el anzuelo. Si hubiera le¨ªdo el libro con atenci¨®n, no habr¨ªa descontextualizado esa frase del conjunto y habr¨ªa entendido que Fontana hablaba de ¡°Estado naci¨®n¡± con el valor, por ejemplo, de ¡°rep¨²blica¡±, es decir, de una sociedad regida por leyes, y que adem¨¢s lo hac¨ªa apelando a la autoridad de Thomas N. Bisson, que remit¨ªa esa condici¨®n estatal al siglo XII. Me temo que un reflejo condicionado le llev¨® a entender ese ¡°Estado naci¨®n¡± con la carga de valor del moderno ¡°Estado naci¨®n¡± espa?ol ensayado en el siglo XIX.
Por supuesto que el profesor Santos Juli¨¢ tiene todo el derecho a opinar sobre este libro ¡ªaun sin haberlo entendido¡ª del modo en que lo hace y de ver en Fontana tantas contradicciones como quiera, incluso de pensar que Fontana haya d¨¦guis¨¦ sa cocarde toda su vida. Sin embargo, mi propia interpretaci¨®n de La formaci¨® d¡¯una identitat es totalmente contraria a la suya.
La formaci¨® d¡¯una identitat fue un trabajo duro, agotador (no es cierto el mito de que Fontana escrib¨ªa con gran facilidad), y, al final, ingrato con quien trataba de explorar la naturaleza de la conciencia colectiva de los catalanes (sobre todo de los de a pie). Desde la metodolog¨ªa propia del materialismo hist¨®rico, Fontana ve la historia de Catalu?a a trav¨¦s de sus desigualdades (de sus luchas de clases) y de sus afinidades electivas. A la lucha de los se?ores feudales por defender sus privilegios ¡ªsus ¡°libertades¡±¡ª, le sigue la lucha por la desigualdad de las clases burguesas que cabalgar¨¢n el capitalismo en sus diversos avatares: comercial, manufacturero, industrial, financiero y rentista. Fontana desnuda, as¨ª, el papel de la oligarqu¨ªa ligada al control de la tierra y a los grandes negocios de importaci¨®n, que mantiene a los campesinos en un pu?o, que se apodera de las tierras del com¨²n y que se entrega a la Castilla de los Habsburgo para conseguir arriendos fiscales. Esas ¨¦lites traicionar¨¢n a los segadors de 1640 y a la Coronela de 1714. En el siglo XVIII esa miserable burgues¨ªa se har¨¢ ¡°espa?ola¡± y traicionar¨¢ a Catalu?a, abandonando su lengua propia. En el siglo XIX esas oligarqu¨ªas rentistas clamar¨¢n por un dictador militar ante las reivindicaciones laborales de los catalanes y apelar¨¢n al ej¨¦rcito espa?ol, en 1843, ante la ¡°revoluci¨®n centralista¡±, como lo har¨¢n en 1855 ante la primera huelga general. Esa burgues¨ªa, ahora ¡°catalanista¡±, volver¨¢ a sentirse espa?ola en 1870, en 1902, en 1923, en 1936, en 1977, en 1996¡, siempre en defensa de sus intereses de clase, que, zafiamente, querr¨¢ hacer pasar por los del poble catal¨¤ todo.
Fontana predijo que las primeras en huir ser¨ªan Bancaixa y Banco Sabadell. TV3 no volvi¨® a entrevistarle
Este ¡ªtan mal resumido¡ª es ciertamente el libro de un rojo, pero ?lo es de un nacionalista rom¨¢ntico? Imagino las carcajadas de un Pierre Vilar o de un Eric Hobsbawm (ambos marxistas, pero con aproximaciones contrapuestas al ¡°hecho nacional¡±) ante semejante desatino. Y pregunto a esos historiadores hoy af¨¢sicos: ?qu¨¦ hay de extravagante en decir que los catalanes somos una naci¨®n, tenemos una identidad colectiva y una lengua y cultura propias? ?En qu¨¦ podemos herir con ello al resto de los espa?oles?
En medio de la histeria independentista, Fontana denunciaba p¨²blicamente la precarizaci¨®n econ¨®mica, el paro, la degradaci¨®n de la ense?anza y la sanidad en Catalu?a. Jordi Pujol, que empezaba a salir de su escondrijo, se le acerc¨® al final de su charla y le dijo: ¡°No se preocupe, Fontana: ahora con la independencia todo eso quedar¨¢ resuelto¡±. Cuando me lo contaba, Fontana hab¨ªa entendido muy bien lo que el cinismo del expresidente corrupto presagiaba.
En estos ¨²ltimos a?os, Fontana sostuvo sin desfallecer que la independencia de Catalu?a era una insensatez y que en un sistema como el de la Uni¨®n Europea los grados de independencia son de escasa entidad. A un periodista que le entrevistaba le pregunt¨®: ¡°?Qui¨¦n sacar¨¢ al ej¨¦rcito de Catalu?a?¡±. El joven le respondi¨® imperturbable: ¡°Europa¡±. Fontana mir¨® a su interlocutor y le espet¨®: ¡°No ha habido ninguna independencia sin guerra de independencia¡±.
En junio de 2015 la televisi¨®n p¨²blica catalana entrevist¨® a Fontana con la equ¨ªvoca intenci¨®n de que jaleara el independentismo. Tras expresar sus razonamientos sobre la imposibilidad de la independencia, la falta de inter¨¦s en ella de Europa y del mundo, y sobre el peligro de un capitalismo globalizado, Fontana dijo que si se produc¨ªa una acci¨®n unilateral, las primeras empresas que huir¨ªan de Catalu?a ser¨ªan La Caixa y el Banco de Sabadell. Esa predicci¨®n exacta no se emiti¨® y TV3 jam¨¢s volvi¨® a entrevistarle.
La gran estrategia de las ¨¦lites independentistas ha sido hacer rotar el eje vertical de confrontaci¨®n de clases y de lucha por la igualdad hacia el eje horizontal de la homogeneizaci¨®n del poble catal¨¤ y de la pasteurizaci¨®n de su conciencia de clase. Para ello han recurrido a un lenguaje falaz, pero engrescador, que saja como un cuchillo la mantequilla de unos cerebros atormentados. Se aprovechan de que durante generaciones se ha forzado a la gente a no pensar y a dejar esa tarea a los de arriba; saben de su desamparo intelectual ante las afirmaciones rotundas, que parecen salv¨ªficas cuando se repiten como mantras en muchos medios educativos y formativos, y en todos los medios de comunicaci¨®n que controlan esas ¨¦lites defensoras de la terra. Pero se guardan mucho de decirles que la rep¨²blica independiente que espera a los pobres catalanes seguir¨¢ integrada en el capitalismo global, a las ¨®rdenes del Banco Mundial, del Fondo Monetario Internacional y de los intereses del capitalismo rentista, que impondr¨¢n ¡ªprecisamente de la mano de esos l¨ªderes independentistas¡ª sus condiciones a los catalanes de hoy y de ma?ana. La CUP lo sabe, y por eso quiere hacer la revoluci¨®n¡ pero sin revoluci¨®n. Otro ensue?o de la raz¨®n.
En el independentismo catal¨¢n sobrevenido hay mucha irritaci¨®n, mucha indignaci¨®n contra el mal govern. La gente del com¨²n ha sido el borricote del capitalismo m¨¢s depredador de la peor derecha espa?ola desde la CEDA. Mariano Rajoy, uno de los tim¨®cratas m¨¢s estultos y fr¨ªvolos de la historia de Espa?a, inculto hasta la verg¨¹enza ajena, a¨²n hoy no ha entendido que el ¡°problema catal¨¢n¡± con el que ten¨ªa que lidiar no iba de atavismos, sino de reivindicaciones sociales concretas, de exigencia de democracia real y de asco ante un Gobierno que medraba sentado en un pudridero. Cuando no supo qu¨¦ hacer, mand¨® formar. Como Franco. Pero es que lo que viene detr¨¢s, y al lado, hace temblar las carnes.
?Qu¨¦ hay de extravagante en decir que somos una naci¨®n y tenemos una lengua y cultura propias?
Escribo de Fontana, pero pienso en la responsabilidad de los historiadores. Su honestidad profesional y su metodolog¨ªa cient¨ªfica los obliga a verificar y falsar sus hip¨®tesis de trabajo antes de presentar sus conclusiones. Y su disciplina los fuerza a ser sumamente cr¨ªticos ante los usos y abusos de la historia. ?Por qu¨¦, entonces, esos cient¨ªficos sociales permiten que la irracionalidad, la mentira recalentada, la falsedad y el cinismo se hayan apoderado de una consciencia ciudadana machacada por la propaganda pol¨ªtica de casi todos los colores, donde ¡°lo limpio es sucio y lo sucio limpio, pero lo sucio es ¨²til y lo limpio no¡± (J. M. Keynes)? ?Por qu¨¦ no denuncian las manipulaciones de los pol¨ªticos para conseguir que las gentes voten como aut¨®matas, si saben que la pol¨ªtica ¡°es el h¨¢bitat natural de los estafadores, los fulleros y los sinverg¨¹enzas¡± (J. K. Galbraith)? ?Por qu¨¦ enmudecen cuando periodistas de fortuna, publicistas mercenarios y tertulianos a granel sostienen en los medios mentiras mil veces debeladas por ellos en sus propios textos? As¨ª hemos llegado a que aparezcan en los medios individuos ignaros afirmando enf¨¢ticamente que Franco nunca mat¨® a nadie.
No soy ning¨²n ingenuo; soy, ya, viejo. Y conozco bien el descr¨¦dito de la cultura y el ning¨²n caso que una sociedad filistea hace a los cient¨ªficos sociales, que no tienen otro poder que el de sus saberes. Pero si los historiadores se marginan del debate p¨²blico, si no se sumergen en la sociedad, faj¨¢ndose en ella, si no tienen nada que decir a los hombres y mujeres de hoy, si no pueden ayudarlos en sus angustias y en sus esperanzas, entonces ?de qu¨¦ vale su ciencia?
En la ya muy lejana d¨¦cada de los sesenta, y en otro contexto, Noam Chomsky apelaba a la responsabilidad de los intelectuales y dec¨ªa que los historiadores sab¨ªan la verdad que, tras un velo de deformaciones interesadas, hab¨ªa en la historia contempor¨¢nea. Y conclu¨ªa as¨ª: ¡°Pero si [los historiadores] consideran todo esto desde?osamente, como si se tratara de un disparate sentimental, entonces nuestros hijos tendr¨¢n que buscar en otra parte ilustraci¨®n y gu¨ªa¡±. Am¨¦n.
Gonzalo Pont¨®n es premio Nacional de Ensayo 2017. Dirige la editorial Pasado & Presente.
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