Los museos renuncian a la neutralidad en sus paredes
La decisi¨®n del Nacional de Estocolmo de pintar de colores sus salas se suma a la tendencia mundial de abandonar el cubo blanco
![Dos de las salas del Museo Nacional de Estocolmo, tras la renovaci¨®n.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/6ED2OK2CHJZN57T2UTFKI72K4M.jpg?auth=0352fe9595dd67fb721cee7ab2bf79b2e1ca9cb5616172f4686473c329fb4e42&width=414)
![?lex Vicente](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/https%3A%2F%2Fs3.amazonaws.com%2Farc-authors%2Fprisa%2F5cdb1f50-1218-4413-9833-86d0f0cf4bc7.jpg?auth=523fab4402db9ec9fe62eb8e05c500b0f0703607cfae1f400858c690aa22d4bb&width=100&height=100&smart=true)
El Museo Nacional de Estocolmo, uno de los m¨¢s antiguos del continente europeo, volvi¨® a abrir sus puertas a mediados de octubre, despu¨¦s de cinco a?os de obras por renovaci¨®n. Lo hizo convertido en un recinto ba?ado en la luz y con paredes multicolor, en tonos tan impropios para un secular templo del arte como el amarillo chill¨®n, el verde manzana o el rosa chicle. Desde su reapertura, la sala dedicada al impresionismo est¨¢ te?ida del mismo a?il que aparece los cuadros que cuelgan de sus paredes. En el primer piso del edificio, una estancia toma prestado el gris del amenazador cielo de La poes¨ªa y los poetas, un ¨®leo que Goya pint¨® en 1808. Algo m¨¢s all¨¢, otro espacio adopta el malva de una porcelana francesa del siglo XVIII expuesta en su interior y la sala siguiente, el granate de una l¨¢mpara de dise?o creada en 1940. El blanco nuclear, obligatorio hasta no hace tanto, brilla por su ausencia.
¡°Antes de la renovaci¨®n, este museo era una anciana un poco agotada. Ahora vuelve a estar lleno de vida y de energ¨ªa¡±, se felicitaba la directora del museo, Susanna Pettersson, a pocas horas de la inauguraci¨®n. Esta osad¨ªa crom¨¢tica no fue fruto del azar. Responde a una voluntad de volver al plan original del hombre que concibi¨® el edificio, Friedrich August St¨¹ler, arquitecto real en la Prusia de hace dos siglos, que ya quiso impregnar sus contornos de tonos poco habituales. ¡°Hacia 1840, ese arquitecto apost¨® por te?ir el museo de rosa, violeta, amarillo, verde y rojo. Pero la apertura de la pinacoteca se retras¨® y otro arquitecto tom¨® el relevo, porque St¨¹ler era ya muy anciano. Su sucesor prefiri¨® rebajar los colores y optar por otros m¨¢s neutros. Ahora hemos querido regresar a su visi¨®n¡±, relata la conservadora jefa del museo, Helena K?berg, a cargo del proyecto de renovaci¨®n. Sin embargo, el nuevo museo no es una copia literal, sino una interpretaci¨®n libre. ¡°Se trataba de crear una experiencia contempor¨¢nea y no de recrear un museo del siglo XIX¡±, puntualiza la comisaria.
Los colores se decidieron ¡°a la sueca¡±, como admite K?berg. Es decir, a trav¨¦s de reuniones en c¨ªrculo donde los responsables del museo votaron a mano alzada por la tonalidad id¨®nea, escogiendo entre varias opciones. No hubo grandes discrepancias. La conservadora admite solo ¡°dos o tres desacuerdos puntuales¡± con la autoridad que gestiona el patrimonio hist¨®rico en Suecia. Pero gan¨® la disputa a trav¨¦s de un ejercicio comparativo entre una pared blanca y otra pintada de tonalidades intensas. En todos los casos, el color sal¨ªa ganando. ¡°El blanco nuclear es una idea propia del arte moderno. Cuando se coloca un cuadro pintado en cualquier siglo anterior al XX, el resultado es un agujero negro. Estas obras fueron obras concebidas para ser vistas sin luz artificial, a la luz del d¨ªa o usando velas¡±, se?ala K?berg.
Todo indica que no ser¨¢n las ¨²ltimas instituciones que renuncian al blanco
Es el ¨²ltimo ejemplo de una tendencia al alza en la escenograf¨ªa de los museos: la renuncia gradual al llamado cubo blanco, el modelo expositivo de paredes casi cl¨ªnicas que se impuso en los a?os 30. De entrada, en Alemania, donde fue una de las escasas innovaciones propuestas por la Bauhaus que gustaron a los nazis, que lo convirtieron en color obligatorio para toda exposici¨®n art¨ªstica, seg¨²n la historiadora del arte Charlotte Klonk. Al mismo tiempo, el blanco tambi¨¦n se impuso al otro lado del Atl¨¢ntico, cuando el MoMA de Nueva York pint¨® de ese color las paredes de su nueva sede en la calle 53, inaugurada en 1939. De ah¨ª pasar¨ªa a las galer¨ªas comerciales neoyorquinas durante los 50 y, algo m¨¢s tarde, a las del resto del planeta.
De un tiempo a esta parte, cada vez m¨¢s museos renuncian al as¨¦ptico dogma que se impuso hace casi 80 a?os. El propio MoMA dio un paso decisivo en 2009, cuando la conservadora jefa del museo, Ann Temkin, decidi¨® adoptar un tono m¨¢s gris¨¢ceo. ¡°El blanco era un poco duro para las obras de entresiglos¡±, justific¨® entonces.
Cuando el Museo Rodin de Par¨ªs volvi¨® a abrir en 2015, despu¨¦s de tres a?os cerrado por obras, lo hizo envuelto en tonos concebidos por la marca brit¨¢nica Farrow & Ball
Otras pinacotecas han ido todav¨ªa m¨¢s lejos. Cuando el Museo Rodin de Par¨ªs volvi¨® a abrir en 2015, despu¨¦s de tres a?os cerrado por obras, lo hizo envuelto en tonos concebidos por la marca brit¨¢nica Farrow & Ball, que elabora pintura y papel pintado de gama alta desde 1946. Dieron con un nuevo color de uso exclusivo para el museo parisino, al que llamaron Biron Gray, que lograba realzar los p¨¢lidos m¨¢rmoles de Rodin. No era un sacrilegio: una muestra extra¨ªda de sus paredes demostr¨® que, en otras ¨¦pocas, ese solemne palacete estuvo pintado de rojo y de verde. ¡°Los tonos fuertes siempre hacen resaltar el arte, porque los colores de los lienzos sobresalen sobre tonos fuertes¡±, se?ala Charlotte Cosby, directora creativa de Farrow & Ball, que en los ¨²ltimos a?os ha colaborado con el Metropolitan de Nueva York, el Palacio de Versalles o la Colecci¨®n Wallace de Londres.
Todo indica que no ser¨¢n las ¨²ltimas instituciones que renuncian al blanco. ¡°Los museos se van a llenar de colores. Ya se usan profusamente en las exposiciones temporales, pero ahora lo veremos tambi¨¦n en las colecciones permanentes¡±, pronostica K?berg desde Estocolmo. Aunque sabe que, alg¨²n d¨ªa, su rompedora propuesta tambi¨¦n se quedar¨¢ antigua. ¡°En solo un par de generaciones, la idea desaparecer¨¢ y dar¨¢ lugar a otra distinta. Pero est¨¢ bien que sea as¨ª: los museos no deben ser lugares est¨¢ticos y ajenos al cambio¡±, sentencia.
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