El indio Ger¨®nimo hablaba espa?ol
Las mentiras de las pel¨ªculas del Oeste conectan con otra maniobra de distracci¨®n: la que tapa a los responsables del exterminio nativo de EE UU
Es bastante f¨¢cil encontrar a un espa?ol o un mexicano que, si le preguntas qui¨¦n es Ger¨®nimo, no acierte a contestar algo. Esto con independencia de su nivel cultural o de que tenga estudios superiores. Como m¨ªnimo sabr¨¢ decir que es un indio que sale en las pel¨ªculas de vaqueros. O algo as¨ª. Pero va a ser muy dif¨ªcil tropezar con alguien en uno u otro pa¨ªs que sepa que Ger¨®nimo hablaba espa?ol y que conozca siquiera aproximadamente la verdadera historia de este apache y los bendokes, su tribu; de Cochise y los chiricaguas, de Mangas Coloradas, Victorio, P¨®sito Moragas, Irigoyen, Ponce¡ Todos ellos jefes indios en las guerras apaches contra Estados Unidos, uno de los conflictos m¨¢s sangrientos en la historia de este pa¨ªs en su conquista del Oeste. Aunque en realidad la insurrecci¨®n apache hab¨ªa comenzado antes, tras la independencia de M¨¦xico. Parece que en la ¨¦poca virreinal no hay conflictos destacables y que los apaches viv¨ªan razonablemente integrados dentro del imperio.
Para que el lector se ubique es necesario que sepa que m¨¢s de un tercio de lo que hoy es Estados Unidos fue en alg¨²n momento de su historia parte del imperio espa?ol. Estados Unidos ocup¨® en 1848 el 52% del territorio mexicano. Estamos hablando de m¨¢s de dos millones de kil¨®metros cuadrados, o sea, la superficie de Espa?a multiplicada por cuatro. En esa franja aproximadamente estaba la Apacher¨ªa, que es como se denomina la regi¨®n en la que se asentaron los apaches cuando atravesaron las fronteras del imperio espa?ol en el siglo XVIII buscando protecci¨®n frente a las feroces incursiones de los comanches. Es una pena, pero el para¨ªso ind¨ªgena no ha existido nunca m¨¢s que en los libros. El primer documento que menciona la existencia de los apaches se escribi¨® en Taos en 1702. En 1720 llega all¨ª una embajada apache solicitando permiso para asentarse en el territorio, permiso que es concedido por el gobernador espa?ol. Sigue un largo y dif¨ªcil proceso para acomodar a los apaches en una regi¨®n donde ya hab¨ªa otros pueblos que no sent¨ªan mucha simpat¨ªa hacia ellos (El silencio tiene un precio, E. Roca, Revista de Occidente, septiembre de 2018).
Todo esto va dicho para explicar que la puesta en escena mil veces repetida en el w¨¦stern seg¨²n la cual los blancos avanzan con sus carretas desde el oeste, por territorio inexplorado y habitado por tribus hostiles que nunca han tenido contacto con el hombre blanco, es completamente falsa, porque obvia la existencia de la verdadera realidad con la que el blanco protestante se tropez¨® conforme ocupaba la mayor parte de los territorios: un mundo hispanomestizo donde hab¨ªa pueblos y se hablaba espa?ol, entre otras lenguas. M¨¢s o menos lo mismo que hab¨ªa en Arizpe (hoy, en el Estado mexicano de Sonora), donde Ger¨®nimo naci¨® el 1 de junio de 1821. La localidad fue fundada por el jesuita Jer¨®nimo del Canal, por eso el nombre era frecuente entre los bendokes. Estaban bautizados Ger¨®nimo y sus padres, y se conservan las partidas de bautismo recientemente descubiertas (Apaches. Fantasmas de Sierra Madre, M. Rojas, 2008). Eran sedentarios y productivos, es decir, no se dedicaban a las correr¨ªas depredatorias. Eso vino despu¨¦s, cuando entre las autoridades mexicanas y las estadounidenses no les dejaron otra opci¨®n para sobrevivir.
Acaba de publicarse en Espa?a Ahora me rindo y esto es todo (Anagrama), del mexicano ?lvaro Enrigue. A medio camino entre la reivindicaci¨®n y el homenaje, Enrigue intenta rescatar del olvido la vida de la Apacher¨ªa, asombrado de haber descubierto un buen d¨ªa que Ger¨®nimo era ¡°m¨¢s mexicano que la salsa verde¡±. El novelista en cambio no parece asombrarse ni preguntarse por qu¨¦ ha llegado a la edad adulta desconociendo esta parte de la historia mexicana, que yace en el olvido m¨¢s profundo. No por casualidad. Se limita a culpar a los yanquis y al w¨¦stern por haber ofrecido, popularizado y exportado una versi¨®n completamente falsa de la realidad. Y es cierto: el w¨¦stern es una falsificaci¨®n, desde La diligencia (1939) hasta Django Unchained (2012), pasando por Kung-Fu. Pero las razones por las cuales Enrigue y la inmensa mayor¨ªa de los mexicanos no sabe nada de Ger¨®nimo ni de la verdadera historia de la Apacher¨ªa no est¨¢n solo en Estados Unidos. Tambi¨¦n est¨¢n en el mismo M¨¦xico y tienen mucho que ver con la persecuci¨®n implacable a que sucesivos Gobiernos mexicanos sometieron a estas gentes (v¨¦ase Ignacio Almada Bay y Norma de Le¨®n Figueroa, Las gratificaciones por cabellera. Una t¨¢ctica en el combate a los apaches, 1830-1880, Intersticios Sociales 11, 2016, p¨¢ginas 1-29 ¡ªmuy interesante¡ª) despu¨¦s de la independencia.
Los blancos que avanzaban con carretas no se encontraron con tribus hostiles sino con un mundo hispanomestizo
Puede parecer una exageraci¨®n considerar que el w¨¦stern forma parte de la leyenda negra, pero con ella comparte dos caracter¨ªsticas esenciales. Primeramente falsifica la realidad hist¨®rica por medio de la ficci¨®n literaria (cinematogr¨¢fica en este caso) y la propaganda, y adem¨¢s oculta lo que verdaderamente sucedi¨® operando una gigantesca maniobra de distracci¨®n. En realidad, la leyenda negra es eso: una maniobra de distracci¨®n, simplona, pero tremendamente eficaz. En este sentido el w¨¦stern conecta con lo que est¨¢ sucediendo en California, donde le quitan las estatuas a Col¨®n y destrozan las de fray Jun¨ªpero Serra, una maniobra de distracci¨®n WASP (blanco, anglosaj¨®n, protestante, por sus siglas en ingl¨¦s) para tapar a los verdaderos responsables del exterminio de las poblaciones nativas, que no fueron ni Col¨®n ni fray Jun¨ªpero ni los espa?oles, como prueba de manera irrefutable una investigaci¨®n que acaba de ser publicada en la Universidad de Yale (An American Genocide. The United States and the California Indian Catastrophe [Un genocidio americano. Los Estados Unidos y la cat¨¢strofe india de California], Benjamin Madley, 2016). El trabajo de Madley es demoledor. Los grandes hombres cuya memoria se venera y se ense?a a respetar en las escuelas son los verdaderos culpables. Al d¨ªa siguiente de haberse incorporado a California a la Uni¨®n, el coronel John Fr¨¦mont, uno de los padres del Estado californiano (tiene calle, plazas, escuelas y hasta una ciudad a la que nadie le quitar¨¢ el nombre), present¨® ante el Senado de Estados Unidos 10 proyectos legales cuyo objetivo era ¡°transferir vastas extensiones de terreno californiano indio a no indios y al nuevo Gobierno estatal¡± y declar¨® all¨ª (y as¨ª est¨¢ registrado en el correspondiente diario de sesiones): ¡°La ley espa?ola, de manera clara y absoluta, aseguraba a los indios sedentarios derechos de propiedad sobre la tierra que ocupaban. Esto est¨¢ m¨¢s all¨¢ de lo que este Gobierno puede permitir en sus relaciones con nuestras tribus dom¨¦sticas¡± (p¨¢gina 163).
La verdadera tragedia hoy es que la poblaci¨®n hispana compra esta mercanc¨ªa averiada. Los WASP, cada vez m¨¢s preocupados por la potencia demogr¨¢fica hispana que pronto los dejar¨¢ en minor¨ªa en el territorio (el muro de Trump no evitar¨¢ esto), la fabrican para tapar fechor¨ªas y para hacer que estas caigan sobre otros. No es muy distinto de lo que ocurri¨® en otros siglos. Tiene la ventaja de que, como est¨¢ sucediendo en vivo y en directo delante de nuestros ojos, quiz¨¢s ayude a comprender a los que hablan espa?ol a un lado y otro del Atl¨¢ntico c¨®mo se falsifica la historia. Quiz¨¢s.
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