Rosa Luxemburgo: mujer, marxista, pacifista
Antimilitarista, defensora de la democracia en el seno de la revoluci¨®n, est¨¢ considerada como la dirigente marxista m¨¢s importante de la historia. Se cumple un siglo de su asesinato, pero su vasta producci¨®n te¨®rica sigue viva
En el hotel Eden de Berl¨ªn, el soldado Runge le destroza el cr¨¢neo y la cara a culatazos; otro militar, tambi¨¦n al servicio del capit¨¢n Pabst, la remata de un tiro en la nuca. Atan su cad¨¢ver a unos sacos con piedras para que pese y no flote, y es arrojado a uno de los canales del r¨ªo Spree, cerca del puente Cornelio. No aparecer¨¢ hasta dos semanas despu¨¦s. El Gobierno del socialdem¨®crata Friedrich Ebert acababa as¨ª con la vida de Rosa Luxemburgo (RL), la m¨¢s importante dirigente marxista de la historia, antigua militante del Partido Socialdem¨®crata de Alemania (SPD), la l¨ªder m¨¢s significativa de la Liga Espartaquista y fundadora del Partido Comunista de Alemania.
Unos minutos antes, los mismos personajes hab¨ªan asesinado al principal compa?ero de RL en su larga marcha. Karl Liebknecht, el ¨²nico parlamentario que en primera instancia (a?o 1914) vot¨® en el Reichstag (Parlamento) en contra de los cr¨¦ditos de guerra para financiar la presencia de Alemania en la Primera Guerra Mundial, iba a ser trasladado a la c¨¢rcel desde el mismo hotel, pero antes de abandonar el local donde hab¨ªa sido interrogado le dan dos culatazos que lo dejan aturdido y se desmaya; arrastrado hasta un autom¨®vil, es trasladado al Tiergarten, el gran parque berlin¨¦s, donde es rematado a sangre fr¨ªa con disparos de pistola y abandonado en el suelo hasta que alguien lo encuentra. ¡°Intento de fuga¡±, dir¨¢ la nota oficial; la de Luxemburgo rezar¨¢: ¡°Linchada por las masas¡±.
Era la noche del 15 de enero de 1919. Este martes se cumplir¨¢ el centenario de la detenci¨®n y asesinato de los principales l¨ªderes de la Liga Espartaquista e iconos hist¨®ricos de la revoluci¨®n alemana de 1918-1919, que estalla inmediatamente despu¨¦s de que el Ej¨¦rcito germano fuese derrotado y humillado en la Gran Guerra. RL hab¨ªa pasado los cuatro a?os largos de la guerra en prisi¨®n, despu¨¦s de que en un mitin, en Fr¨¢ncfort, hubiera pedido a los soldados, con su arrolladora oratoria, que se negasen a combatir, hermanos contra hermanos, y a los trabajadores de su pa¨ªs, que iniciasen una huelga general que se deb¨ªa contagiar a los trabajadores de los otros pa¨ªses en el bando contrario, para que todos confluyesen bajo la misma bandera m¨¢s all¨¢ de las patrias. Sale de la c¨¢rcel a principios de noviembre de 1918 y se une a la oleada revolucionaria que inunda las calles de las principales ciudades y, sobre todo, de Berl¨ªn. Dos a?os antes, en otro mitin, el 1 de mayo de 1916, en medio de la conflagraci¨®n, Liebknecht finaliza su arenga al grito de ¡°?Abajo la guerra, abajo el Gobierno!¡±. Tambi¨¦n es detenido y pasa en prisi¨®n dos a?os y medio. Sale el 23 de octubre de 1918.
A partir de ese momento, a los dos dirigentes espartaquistas les quedaban apenas dos meses de vida, y dedican sus fuerzas a publicar un peri¨®dico (La Bandera Roja) y a fundar el Partido Comunista de Alemania (KPD). Se convierten en objeto del desprecio y del odio de sus antiguos compa?eros de la socialdemocracia, que gobernaban en Alemania desde unas semanas antes. Odio mortal. El historiador Sebastian Haffner (La revoluci¨®n alemana de 1918-1919; Historia In¨¦?dita) escribe que el asesinato de RL y de Liebknecht se plane¨®, como tarde, a principios de diciembre de 1918 y se ejecut¨® de forma sistem¨¢tica. Aparecieron carteles en los postes de las calles que dec¨ªan: ¡°?Obreros, ciudadanos! ?A la patria se le acerca el final! ?Salvadla! Se encuentra amenazada y no desde fuera, sino desde el interior, por la Liga Espartaquista. ?Matad a sus l¨ªderes! ?Matad a Liebknecht! ?Entonces tendr¨¦is paz, trabajo y pan!¡±. Firmado: ¡°Los soldados del frente¡±. A pesar de las generalizadas amenazas, ninguno de los dos abandon¨® Berl¨ªn ni llevaba guardaespaldas; simplemente cambiaban de domicilio.
?Qui¨¦nes fueron los autores intelectuales del asesinato? El protagonista material fue el capit¨¢n Pabst (quien d¨¦cadas m¨¢s tarde, en 1962, protegido por la prescripci¨®n del delito, habl¨® abiertamente de lo sucedido) y su escuadr¨®n de la muerte, pero ¡ªseg¨²n el historiador Haffner¡ª no actuaron como simples ejecutores que obedec¨ªan con indiferencia una orden, sino como autores voluntarios y convencidos de lo que hac¨ªan. La prensa burguesa y socialdem¨®crata difundi¨® sin pudor sucesivas incitaciones al asesinato, mientras que los responsables socialdem¨®cratas ¡ªEbert, Noske, Scheidemann¡¡ª miraban hacia otro lado y permanec¨ªan callados.
Cuando RL y ?Liebknecht salen de la c¨¢rcel, los frentes alemanes de la guerra se van desmoronando y se extiende la desmoralizaci¨®n en las trincheras. El k¨¢iser Guillermo II se refugia en Holanda. El mismo d¨ªa en que RL es liberada, el socialdem¨®crata Scheidemann proclama la rep¨²blica alemana desde un balc¨®n del Reichstag. Ebert ocupa la presidencia, forma un Consejo de Ministros socialdem¨®cratas moderados y pide al pueblo que abandone las calles y vuelva a la normalidad. El ala mayoritaria del SPD quer¨ªa la rep¨²blica y las libertades, mientras que los espartaquistas pretend¨ªan la revoluci¨®n proletaria, como indican las proclamas: ¡°Ha pasado la hora de los manifiestos varios, de las resoluciones plat¨®nicas y las palabras tonantes. Para la Internacional ha sonado la hora de la acci¨®n¡±. Ambas facciones, reformistas y revolucionarios, luchar¨¢n encarnizadamente en las calles de Berl¨ªn, a veces edificio por edificio. El Gobierno de Ebert conf¨ªa la represi¨®n de los insurrectos al socialdem¨®crata moderado Noske, que organiza una fuerza militar en la que permite la integraci¨®n de los oficiales del antiguo Ej¨¦rcito mon¨¢rquico. El 13 de enero hab¨ªa sido sofocada la insurrecci¨®n espartaquista. Dos d¨ªas despu¨¦s, acaban violentamente con la vida de sus principales l¨ªderes.
RL no lleg¨® a cumplir los 50 a?os. Nacida en la Polonia rusa en el a?o 1871 en el seno de una familia jud¨ªa, pronto se dio cuenta de que la lucha por su ideario marxista ser¨ªa muy reducida si se quedaba en su pa¨ªs y que para tener influencia deb¨ªa traspasar la frontera de Alemania, donde exist¨ªa el Partido Socialdem¨®crata (SPD) m¨¢s fuerte del mundo. Para ser ciudadana alemana legal, firm¨® un matrimonio de conveniencia con un socialista alem¨¢n, lo que le dio derecho a la nacionalidad de ese pa¨ªs. A partir de ese momento, Alemania fue su principal campo de acci¨®n. En el seno de la socialdemocracia y de la Segunda Internacional, aun¨® teor¨ªa (multitud de art¨ªculos y libros muy importantes) y praxis (intervenci¨®n en congresos, debates con muchos de los popes del marxismo ¡ªsu amigo Franz Mehring la defini¨® como ¡°la mejor cabeza despu¨¦s de Marx¡±¡ª, clases en la escuela de formaci¨®n del partido¡). En cambio, no ten¨ªa dotes organizativas. Su presencia f¨ªsica era una mezcla de fuerza y de ternura, de decisi¨®n y de prudencia, dicen sus bi¨®grafos. Un dirigente jud¨ªo la describe del siguiente modo: ¡°Rosa era peque?a, con una cabeza grande y rasgos t¨ªpicamente jud¨ªos, con una gran nariz, un andar dif¨ªcil, a veces irregular debido a una ligera cojera. La primera impresi¨®n era poco favorable, pero bastaba pasar un momento con ella para comprobar qu¨¦ vida y qu¨¦ energ¨ªa hab¨ªa en esa mujer, qu¨¦ gran inteligencia pose¨ªa, cu¨¢l era su nivel intelectual¡±.
De su vasta producci¨®n te¨®rica destacan los temas que forman parte de su legado y que constituyen lo que, una vez muerta Rosa, se denomin¨® ¡°luxemburguismo¡±, una escuela marxista de caracter¨ªsticas propias: su pacifismo, su lucha contra el revisionismo y la defensa de la democracia en el seno de la revoluci¨®n. Sus posiciones, a veces intransigentes, le hicieron polemizar con las figuras m¨¢s relevantes del socialismo marxista, como Lenin, Trotski, Bernstein, Kautsky¡
Recomendaba preparar a las masas para aprovechar las crisis nacionales e internacionales y asaltar el poder
Reivindic¨¢ndose del mejor marxismo (aunque tambi¨¦n polemiz¨® con algunas de las ideas del Marx economista en el libro La acumulaci¨®n de capital), argument¨® en favor del internacionalismo como forma de pensar y de vivir. El Manifiesto comunista terminaba con la c¨¦lebre f¨®rmula de ¡°?Proletarios de todos los pa¨ªses, un¨ªos!¡±, y RL y Liebknecht la hicieron suya relacion¨¢ndola con la Gran Guerra. Los partidos socialdem¨®cratas hab¨ªan defendido tradicionalmente que en caso de conflicto b¨¦lico entre potencias capitalistas, los trabajadores se negar¨ªan a combatir y llamar¨ªan a la huelga general (la ¡°huelga de masas¡± en la terminolog¨ªa luxemburguista). Pero en el momento decisivo, el SPD, el partido m¨¢s grande y m¨¢s influyente de la Segunda Internacional (m¨¢s de un mill¨®n de afiliados), vot¨® a favor de los empr¨¦stitos de guerra, y el resto de los partidos socialistas sigui¨® sus pasos. Cada uno de ellos se puso detr¨¢s de sus Gobiernos. Prevaleci¨® la patria sobre la clase social.
Ya a principios del siglo XX, en un congreso de la Internacional en Par¨ªs, RL present¨® una ponencia de convicciones profundamente antimilitaristas, las que mantendr¨ªa hasta el final de sus d¨ªas. En ella se defend¨ªa que los ataques armados entre potencias imperialistas devendr¨ªan en formidables coyunturas revolucionarias. Diecisiete a?os despu¨¦s, la revoluci¨®n bolchevique fue un testimonio irrefutable de esta tesis. RL recomendaba no solo una cr¨ªtica abierta al imperialismo, sino que se preparase a las masas con vistas a aprovechar las crisis internacionales y las eventuales crisis nacionales generadas por aquellas para asaltar el poder. Consideraba imprescindible intensificar la acci¨®n de todos los partidos socialistas contra el militarismo.
Siete a?os despu¨¦s, en otro congreso de la Internacional, RL presenta una enmienda firmada conjuntamente con Lenin y M¨¢rtov (que luego ser¨ªa el l¨ªder menchevique) que sostiene que, si existe la amenaza de que la guerra estalle, es obligaci¨®n de la clase trabajadora y de los representantes parlamentarios, con la ayuda de la Internacional como poder coordinador, hacer todos los esfuerzos por evitar los enfrentamientos violentos; en el caso de que a pesar de ello se multiplicase el conflicto armado, era su obligaci¨®n intervenir a fin de ponerle fin enseguida y aprovechar la crisis creada por la guerra para agitar los estratos m¨¢s profundos del pueblo para ¡°precipitar la ca¨ªda de la dominaci¨®n capitalista¡±. Estas palabras supon¨ªan una llamada a la insurrecci¨®n, que fue lo que hicieron los espartaquistas en 1919, con la participaci¨®n de RL.
Esa Rosa Luxemburgo, asesinada por los soldados prusianos, m¨¢s que posiblemente con la complicidad activa o pasiva de sus antiguos compa?eros socialdem¨®cratas, fue despedida en su entierro por su amiga Clara Zetkin (otra espartaquista) con las siguientes palabras: ¡°En Rosa Luxemburgo, la idea socialista fue una pasi¨®n dominante y poderosa del coraz¨®n y del cerebro; una pasi¨®n verdaderamente creativa que ard¨ªa incesantemente. (¡) Rosa fue la afilada espada, la llama viviente de la revoluci¨®n¡±.
Lenin, Stalin y los marxismos
El n¨²cleo de aliados pol¨ªticos de Rosa Luxemburgo fue siempre muy peque?o. Todo lo contrario que el de sus adversarios, entre los que se encontraron muchos de los dirigentes del ala derecha de la socialdemocracia y los sindicalistas burocratizados, a los que atac¨® sin piedad. Pero ambos n¨²cleos fueron blancos m¨®viles: depend¨ªan de los momentos y de los temas. Lenin, Trotski, Kautsky, Jaur¨¨s, etc¨¦tera, fueron algunos de los marxistas legendarios que compartieron y disintieron del ideario y la pr¨¢ctica pol¨ªtica de la alemana. Un ejemplo de ello fue la relaci¨®n con Lenin, el l¨ªder sovi¨¦tico; ambos se admiraron y pactaron, pero tambi¨¦n se criticaron.
En 1918, apenas unos meses despu¨¦s del triunfo de la revoluci¨®n bolchevique, RL publica un folleto titulado La revoluci¨®n rusa que reivindica los acontecimientos de Leningrado y Mosc¨², pero que critica algunos aspectos que pueden torcer su futuro, sobre todo los relacionados con el terror revolucionario (que protagonizar¨ªa en buena parte un amigo polaco de RL, que dirigir¨ªa la Cheka y la sede de la Lubianka, el sangriento F¨¦lix Dzerzhinski) y la supresi¨®n de la democracia.
En el folleto citado, RL escribe que s¨®lo la libertad de los que apoyan al Gobierno, s¨®lo la libertad para los miembros de un partido, ¡°no es libertad en absoluto. La libertad es siempre libertad para el que piensa de manera diferente¡±. Cre¨ªa que el socialismo s¨®lo puede ser resultado del desarrollo de la sociedad que lo construye, y para ello se requiere la m¨¢s amplia libertad entre el pueblo (lo que no quiere decir que no sea necesario el control pol¨ªtico). Si se sofoca la vida pol¨ªtica, la par¨¢lisis acabar¨¢ afectando a la vida de los s¨®viets; sin elecciones generales, sin libertad de prensa y de reuni¨®n, sin la libre confrontaci¨®n de las opiniones, la vida de cualquier instituci¨®n pol¨ªtica perecer¨¢, se convertir¨¢ en una vida aparente en la que la burocracia ser¨¢ el ¨²nico elemento vivo.
En su libro sobre la revoluci¨®n rusa, la revolucionaria RL acierta premonitoriamente con lo que iba a suceder en la Uni¨®n Sovi¨¦tica, sobre todo a partir del momento en que se inicia el futuro estalinista. Algunas decenas de dirigentes del Partido, animados por una energ¨ªa inagotable y por un idealismo sin l¨ªmites, dirigir¨¢n y gobernar¨¢n; el poder real se encontrar¨¢ en manos de unos pocos de ellos, dotados de una inteligencia singular. La aristocracia obrera ser¨¢ invitada de cuando en cuando a asistir a las reuniones para aplaudir los discursos de los dirigentes y votar por unanimidad las resoluciones propuestas; en el fondo ser¨¢ un gobierno de camarillas, una dictadura en verdad, pero no la dictadura del proletariado, sino una dictadura de un pu?ado de pol¨ªticos. En muchos casos la realidad super¨® a los pron¨®sticos luxemburguistas.
A pesar de este severo cuestionamiento, reivindica el papel hist¨®rico del partido de Lenin, siempre en contraposici¨®n con sus camaradas alemanes: ¡°Por eso los bolcheviques representaron todo el honor y la capacidad revolucionaria de la que carec¨ªa la socialdemocracia occidental. Su insurrecci¨®n de octubre no s¨®lo salv¨® la revoluci¨®n rusa; tambi¨¦n salv¨® el honor del socialismo internacional¡±.
Con esta idea de la democracia se explica que Stalin no subiese nunca a Rosa Luxemburgo al altar de la iconograf¨ªa m¨¢xima del socialismo. Fue una heterodoxa hasta el final de su vida.
Babelia
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