Una empresa in¨²til
La 'Sinfon¨ªa inacabada' es el resultado de una imperfecci¨®n art¨ªstica que fue considerada como perfecta por su autor. Por tanto, no tiene sentido ahondar en c¨®mo la habr¨ªa terminado Schubert

Dentro del cat¨¢logo de composiciones de Franz Schubert (1797-1828) pueden localizarse hasta nueve sonatas para piano inacabadas y no menos de cuatro sinfon¨ªas sin concluir. Un resultado de su admiraci¨®n hacia las teor¨ªas de Schlegel y Novalis, cuyos poemas hab¨ªa le¨ªdo con fruici¨®n y hasta utilizado dentro de su extensa colecci¨®n de Lieder. El compositor austriaco particip¨®, a su manera, en esa renovaci¨®n est¨¦tica del primer romanticismo que convirti¨® al fragmento en una ideal dicotom¨ªa entre la imperfecci¨®n de la obra creada y su consideraci¨®n como perfecta por el autor. Aforismos y esbozos ahora convertidos en v¨ªa de modernidad, tal como hab¨ªa sucedido desde el Renacimiento con el llamado non finito. Bocetos resueltos en pocos trazos, escasos y certeros, en los que val¨ªa m¨¢s el arrebato que la diligencia, el furor que la compostura, y donde hab¨ªa que saber retirar a tiempo la mano de lo creado.
Schubert destin¨® el manuscrito aut¨®grafo de su famosa Sinfon¨ªa inacabada, fechado en octubre de 1822, a la Sociedad Musical Estiria en Graz como agradecimiento por su membres¨ªa honor¨ªfica. La instituci¨®n ten¨ªa cierto prestigio, pues contaba entre sus integrantes con Beethoven, Salieri o Diabelli. Y Schubert decidi¨® presentarse con su composici¨®n sinf¨®nica m¨¢s ambiciosa, profusamente orquestada y armada hasta con un tr¨ªo de trombones. Pero el manuscrito estaba inacabado; se interrump¨ªa bruscamente en el scherzo, tras m¨¢s de un centenar de compases, y no ten¨ªa movimiento final. Nadie se explic¨® semejante paradoja y el manuscrito qued¨® arrumbado en un caj¨®n en la referida sociedad musical austriaca. En 1865, es decir, casi cuarenta a?os despu¨¦s de la muerte de Schubert, la obra fue descubierta, estrenada y publicada, aunque limitada a sus dos primeros movimientos completados. El manuscrito pas¨® entonces al archivo de la Sociedad de Amigos de la M¨²sica de Viena, donde hoy se conserva, y en pocos a?os se convirti¨® en una de las creaciones m¨¢s relevantes del cat¨¢logo schubertiano. Desde entonces, no han faltado intentos de concluir el tercer movimiento, como las realizaciones de Felix von Weingartner, Gerald Abraham, Brian Newbould, Robin Holloway, Mario Venzago, Nicola Samale y Benjamin-Gunnar Cohrs, y especulaciones acerca de c¨®mo habr¨ªa sido el ¨²ltimo; la teor¨ªa m¨¢s famosa asigna esa funci¨®n al primer entreacto de Rosemunde, aunque ha habido alg¨²n compositor, como Anton Safronov, que ha escrito uno nuevo a partir de material del propio Schubert.
Pero la Inacabada tiene otro relato. El impasse de esta composici¨®n se ha relacionado tradicionalmente con los primeros s¨ªntomas de la s¨ªfilis que padeci¨® Schubert el resto de su vida. La enfermedad que le condujo a su temprano fallecimiento apenas superada la treintena. Sus ¨²ltimos a?os coincidieron con una desconcertante madurez creativa. El compositor estaba completamente deprimido, pero compon¨ªa m¨²sica y escrib¨ªa poemas. De la primavera de 1823 data Mi plegaria y del verano anterior el autobiogr¨¢fico Mi sue?o. En esos versos, el m¨²sico ahonda en la compleja relaci¨®n que mantuvo con su padre; se piensa que escrib¨ªa bajo los efectos del opio e incluso que alude a unos supuestos abusos durante la infancia. En ellos se ha visto, adem¨¢s, un programa oculto de su Sinfon¨ªa inacabada, a pesar de los paralelismos que tiene con el cuento simb¨®lico Los aprendices de Sa?s, de Novalis. Pero quiz¨¢ este texto esconde tambi¨¦n una declaraci¨®n de su condici¨®n sexual. En las ¨²ltimas d¨¦cadas el mito rom¨¢ntico asociado a Schubert como jovencito descuidado que muri¨® prematuramente ha dado paso al del hedonista atormentado por sus pasiones ven¨¦reas. Ya en 1816 algunos de sus amigos hab¨ªan expresado su preocupaci¨®n por el c¨®ctel vital del compositor: tabaco, alcohol y sexo. Su naturaleza, como su m¨²sica, era un claro ejemplo de la gaiet¨¦ vienesa aderezada con una profunda melancol¨ªa.
El an¨¢lisis de la m¨²sica de esta sinfon¨ªa inacabada ha permitido ahondar en otros detalles adicionales. Por ejemplo, Susan McClary ha utilizado la teor¨ªa queer para explicar el perfil ambiguo y vulnerable del segundo movimiento, donde la m¨²sica de Schubert no se consolida y se aparta del modelo narrativo autoafirmativo beethoveniano. El compositor expresa su "diferencia", seg¨²n McClary, construyendo musicalmente algo subjetivo, que ha sido tildado tradicionalmente de afeminado. Siguiendo esa l¨ªnea Glenn Stanley ha relacionado, m¨¢s recientemente, esta composici¨®n con Don Giovanni, de Mozart. Ha localizado, incluso, alusiones a esa ¨®pera en los momentos m¨¢s dram¨¢ticos del desarrollo del primer movimiento o ha relacionado el uso de trombones en la sinfon¨ªa con la representaci¨®n que se hace del fantasma del Comendador en la famosa escena del segundo acto. Hasta el t¨ªtulo completo de la ¨®pera (Il dissoluto punito, ossia il Don Giovanni) tiene su significado, pues Schubert se sent¨ªa precisamente como un ¡°libertino escarmentado¡± tras haber contra¨ªdo la s¨ªfilis por sus correr¨ªas sexuales. Adem¨¢s, la evoluci¨®n conceptual del mito de Don Juan, en el siglo XX, remite a una latente homosexualidad por influencia freudiana. Esto ya lo defendi¨® en Espa?a, en los a?os treinta, Gregorio Mara?¨®n frente a Ortega y Gasset, e incluso as¨ª se interpreta hoy la compleja naturaleza del personaje hom¨®nimo del dramma giocoso mozartiano.
Est¨¢ claro que la Sinfon¨ªa inacabada es el resultado de una imperfecci¨®n art¨ªstica que fue considerada como perfecta por su autor, a partir de las referidas teor¨ªas de Schlegel y Novalis. Por tanto, ahondar en c¨®mo la habr¨ªa terminado Schubert es una empresa completamente in¨²til, aunque se haga por medio de un sofisticado algoritmo. Nada cambiar¨ªa su concepci¨®n. Lo demostr¨® Augusto Monterroso, desde la ficci¨®n, en Sinfon¨ªa concluida, una de sus narraciones breves de Obras completas (y otros cuentos). Un viejo organista de la iglesia de la Merced de Guatemala encontr¨®, en 1929, entre los papeles de su archivo de m¨²sica los dos movimientos finales completados de la sinfon¨ªa de Schubert. En su af¨¢n por darlos a conocer entre especialistas, se embarc¨® para Europa y trat¨® de mostrar en Viena su hallazgo. Pero la comunidad de especialistas no le prest¨® atenci¨®n y los ¨²nicos que le hicieron caso, ¡°una familia de viejitos jud¨ªos¡±, le confirmaron la autor¨ªa a la par que le rogaron que no los difundiese: ¡°Los movimientos, a pesar de ser tan buenos, no a?ad¨ªan nada al m¨¦rito de la sinfon¨ªa tal como esta se hallaba¡±. El cuento termina con el organista hundido por la melancol¨ªa, haciendo pedazos su hallazgo y arroj¨¢ndolo por la borda del barco en el que regresaba a casa.
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