De Simenon a la ciberliteratura
En una cibernovela, la narraci¨®n no avanza tanto en el tiempo como se expande en el espacio: mueve a escaparse
En el oto?o de 2015, Joshua Cohen se encerr¨® en un s¨®tano de Brooklyn para escribir ¡°en tiempo real¡± (como se juegan los videojuegos y como se escriben, que yo sepa, todas las novelas) Pckwck, novela por entregas. Recurriendo a un ordenador con webcam, Cohen se propon¨ªa reinterpretar la primera novela de Dickens, Los papeles p¨®stumos del Club Pickwick (1836-1837), aunque su Pckwck Club ser¨ªa una empresa especializada en operaciones militares de secuestro, interrogatorio y tortura de enemigos. El escritor trabajar¨ªa cinco d¨ªas en su obra, del 12 al 16 de octubre, de una a seis de la tarde, a la vista del p¨²blico a trav¨¦s de Internet. Los visitantes de pckwck.com pod¨ªan ver a Cohen escribir en directo, e ¡°interactuar con el escritor y la novela¡±, criticando y haciendo sugerencias.
La elecci¨®n de la novela de Dickens no era fortuita: Cohen quer¨ªa reproducir la relaci¨®n entre el novelista por entregas decimon¨®nico y su p¨²blico, y la figura del escritor a destajo y bajo presi¨®n. ¡°Escribo bajo coacci¨®n, me est¨¢n torturando¡±, dijo a prop¨®sito de su experiencia: tampoco era fortuita la elecci¨®n del Pckwck Club como protagonista de su obra interactiva. Si Pckwck, a juicio de Cohen, no era una novela, ni buena ni mala, como performance me recuerda un episodio de la vida de Georges Simenon: en 1927, para preparar el lanzamiento del Paris-Matin, el promotor del peri¨®dico contrat¨® a Georges Sim (el apellido Simenon no hab¨ªa alcanzado todav¨ªa su dimensi¨®n aut¨¦ntica) para que, metido en una jaula de cristal, escribiera una novela en p¨²blico en torno a ocho personajes elegidos entre cincuenta tipos propuestos por los asistentes al espect¨¢culo. La novela de Georges Sim, acr¨®bata literario, batir¨ªa records de velocidad y talento. El Paris-Matin nunca lleg¨® a salir.
Como dice Alice Bell, experta en el asunto, los experimentos ciberliterarios siempre se miran m¨¢s como fen¨®menos que como literatura, quiz¨¢ fen¨®menos de feria, con el escritor en una jaula o en un s¨®tano, mientras se estandariza la funci¨®n narrativa de los nuevos formatos textuales propios de Internet, emails o whatsapps o tuits. Una novela que se ocupara de nuestro presente sin ?emails, por ejemplo, ser¨ªa como una novela de 1930 sin coches. Un whatsapp puede cumplir la misma funci¨®n que los telegramas ¡ªayudaban a resolver un crimen¡ª en La casa sin llaves (1925), primera aventura del polic¨ªa Charlie Chan, de Earl Deer Biggers. Ya hace a?os, le¨ª novelas epistolares construidas con emails escritos en el lenguaje literario vigente: Contra el viento del norte (2006), de Daniel Glattauer, La vida en las ventanas (2002), de Andr¨¦s Neuman (los correos solitarios de su protagonista no encuentran respuesta), o E-jecutivos, de Matt Beaumont (2000). Chaperos (2004), de Dennis Cooper, es especial: mezcla una p¨¢gina web de informes de clientes sobre chaperos con los que han estado, emails y foros de opini¨®n, pero todo lo que cuenta quiz¨¢ se reduzca a una mascarada sadomasoquista en torno a las posibilidades de estafa, simulaci¨®n, multiplicaci¨®n y falsificaci¨®n de identidades que ofrece la Red.
Han mutado los peri¨®dicos. Pueden ser un ejemplar impreso en papel, una secuencia cerrada de cap¨ªtulos o secciones que cabr¨ªa disponer como una obra de ficci¨®n: Day (2003), de Kenneth Goldsmith, es una novela de m¨¢s de ochocientas p¨¢ginas, copia del New York Times de 1 de septiembre de 2000, de la primera a la ¨²ltima letra. Pero tambi¨¦n existe el peri¨®dico digital, que se presenta en una sola pantalla con distintas opciones para el p¨²blico: textos, comentarios de los lectores, publicidad, v¨ªdeos, audios, conexiones televisivas, una amalgama de medios con enlaces a otros medios. Creo que la mutaci¨®n de los peri¨®dicos permite visualizar, simplificada y normalizada, la noci¨®n de hipertexto, m¨¢s de cincuenta a?os despu¨¦s de que Theodor H. Nelson inventara el t¨¦rmino hypertext y propusiera el ordenador como m¨¢quina literaria.
Digamos que una cibernovela, como el peri¨®dico digital, no es lineal como una sucesi¨®n de palabras. Est¨¢ escrita para la pantalla de un ordenador, para la Red, ese universo de documentos electr¨®nicos: distintas ventanas en pantalla llevan a otras pantallas en un multiverso de imprevisible profundidad. La narraci¨®n no avanza tanto en el tiempo como se expande en el espacio: no mueve a llegar a un desenlace, sino a salirse por una ventana, a escaparse, a buscar en otro sitio lo que todav¨ªa no se encuentra. Puede parecerse a un videojuego m¨²ltiple online. ?Se puede hablar de novela? La hipernovela (tambi¨¦n la he visto definida como v¨ªdeo interactivo) The Breathing Wall (2005), de Kate Pullinger, Stefan Schemat y Chris Joseph, se vend¨ªa en CD, con un micr¨®fono que registra la respiraci¨®n del lector, impulsora y ralentizadora de la acci¨®n. Hay quien opina que llamar novelas a estos cibertextos es domesticar una tecnolog¨ªa alien, reducirla a t¨¦rminos y g¨¦neros literarios conocidos.
Joshua Cohen public¨® en 2015, coincidiendo con su experimento Pckwck, la novela Book of Numbers (2015), que empieza as¨ª: ¡°Que te jodan si est¨¢s leyendo esto en una pantalla electr¨®nica¡±.
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