Lo que Notre Dame dice sobre Europa
Aunque no ha habido desgracias personales en el incendio de la catedral s¨ª las hay a diario en el Mediterr¨¢neo, otro s¨ªmbolo europeo
El atroz incendio del lunes en la catedral de Notre Dame de Par¨ªs, s¨ªmbolo de Francia, pero tambi¨¦n del conjunto de la cultura europea, testigo de siglos de historia y de hechos que han ido configurando nuestra identidad com¨²n, ha provocado grandes manifestaciones de tristeza entre gobernantes, personalidades y gentes de a pie. Y al punto ha surgido el firme compromiso de restaurar la parte da?ada del templo, sea cual fuere el coste en tiempo y en dinero. Las donaciones han alcanzado cifras muy elevadas y este es solo el comienzo.
Sin duda, estas reacciones de condolencia est¨¢n m¨¢s que justificadas y lo est¨¢ tambi¨¦n el prop¨®sito de restauraci¨®n. Sobre todo en estos momentos, en que el Brexit da?a la unidad de Europa, aumenta el n¨²mero de euroesc¨¦pticos en los distintos pa¨ªses y las posiciones se polarizan, produce una enorme tristeza la posible desaparici¨®n de esa bell¨ªsima catedral g¨®tica, que es parte de nuestra historia com¨²n. La ¨²nica buena noticia es que no ha habido desgracias personales.
Pero, lamentablemente, s¨ª las hay a diario en otro s¨ªmbolo de Europa, no construido por seres humanos en este caso, el mar Mediterr¨¢neo, el que recibi¨® el nombre de nuestro mar. Nuestro, pero no de otros al parecer, porque se ha convertido en un cementerio de quienes lo cruzan pugnando por la supervivencia. En ese mare nostrum s¨ª que hay que lamentar desgracias personales a miles y no se producen esas un¨¢nimes reacciones de consternaci¨®n, ni hemos sido capaces de articular una respuesta com¨²n para salvar vidas y ejercer la secular virtud de la hospitalidad, no s¨®lo personalmente, sino tambi¨¦n desde las instituciones de nuestro proyecto com¨²n. ?Es este un caso flagrante de aporofobia, de desprecio y rechazo a los pobres, que contrasta con las adhesiones que reciben los bien situados? ?No deber¨ªa formar parte del coraz¨®n de Europa el esfuerzo denodado por acoger a los vulnerables, por incluir a los que el juego pol¨ªtico internacional ha dejado a su suerte?
Estos d¨ªas en la prensa ha aparecido reiteradamente el nombre de Victor Hugo y con toda justicia, porque en esa magistral novela de 1831 que es Nuestra Se?ora de Par¨ªs, el autor convirti¨® a la catedral en un icono de la ciudad. Y es preciso reconocer que los s¨ªmbolos unen, pero unen por todo aquello que simbolizan, en el caso de Victor Hugo, tambi¨¦n por una constante de su obra: la atenci¨®n a los excluidos y los rechazados, a Quasimodo y la gitana Esmeralda y, m¨¢s tarde, en Los miserables, a Jean Valjane y Fantine.
A lo largo de la historia se han ido tejiendo en Notre Dame valores universalistas, tanto cristianos como laicistas, en una pieza de orfebrer¨ªa de lo que debe ser una sociedad pluralista y abierta a otras formas de pensar. Entre ellos, cuenta como innegociable la atenci¨®n a los m¨¢s vulnerables, como una cuesti¨®n de justicia. ?No deb¨ªa ser ese el coraz¨®n de Europa, la entra?a de un proyecto al que de ning¨²n modo podemos renunciar?
Adela Cortina es catedr¨¢tica de ?tica de la Universidad de Valencia
Babelia
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