Bella Chagall
La escritora bielorrusa retom¨® al yidis, una lengua que hab¨ªa abandonado en favor del ruso, para narrar sus recuerdos con toda la verosimilitud que la ceremonia del regreso permite
Hay veces en que, a punto de perderlos para siempre, los recuerdos nos asaltan impertinentes y, con ellos, la necesidad del regreso. Entonces hablamos en lenguas olvidadas y con personas que se fueron. Y volvemos a all¨ª: a hace tiempo. Es una ceremonia que, como cada ensayo autobiogr¨¢fico, requiere fortaleza de ¨¢nimo y la conciencia inclemente de saberse lejos sin remedio; es un juego de espejos que nos catapulta hacia nuestra historia pasada, a los detalles y la sensaciones pret¨¦ritas. En ese momento, las palabras empiezan a fluir, se despiertan del letargo de los a?os. Nuestra madre nos agarra fuerte de la mano ¡ªimpide que escapemos¡ª y el bullicio acolchado de otros ni?os imaginarios resuena en vac¨ªo. La vuelta desle¨ªda, premio de consolaci¨®n, nos reconforta por un instante.
A mediados de la d¨¦cada de 1940, Bella Chagall, esposa del conocido pintor de origen bielorruso, decide servirse de la escritura para regresar a su pasado; el pasado de tantos que como ella han tenido que abandonar su casa precipitadamente. El libro habla de los muchos exilios: el de su ciudad natal Vitebsk, invadida por el Ej¨¦rcito nazi; el de su ni?ez, sus seres queridos y la vida como sol¨ªa ser, borrados. ¡°Mi antiguo hogar ya no existe. Todo se ha desvanecido. Incluso ha muerto¡±, escribe en el pr¨®logo de Velas Encendidas, traducido al espa?ol por Rhoda Henelde y Jacob Abecas¨ªs y publicado por Mishkin Ediciones.
Otros art¨ªculos de la autora
Pasarse de pop?(18/05/2019)
El maldito pensamiento binario?(03/05/2019)
Beyonc¨¦ en el Louvre?(05/04/2019)
Y habla, sobre todo, del exilio tal vez m¨¢s doloroso para alguien con dotes y aspiraciones de escritura, como es el caso: el de la lengua materna, aquella a trav¨¦s de la cual se aprende a nombrar el mundo.
Por eso, cuando Bella Chagall decide escribir sus recuerdos de infancia y adolescencia en yidis, la lengua abandonada tras emprender los estudios de Filosof¨ªa y Letras en Mosc¨², la lengua incluso excluida entre la comunidad jud¨ªa en Rusia, pone en marcha cierto regreso al pasado de una intensidad e inmediatez conmovedoras. La escritora retoma su voz de ni?a, de adolescente, en una vuelta que solo puede ocurrir en la primera lengua que se aprende; la que cuenta el pasado con toda la verosimilitud que la ceremonia del regreso permite; tienen raz¨®n los psicoanalistas al decir que solo se puede recordar y recomponer desde esa lengua materna.
Sin embargo, no son los ¨²nicos olvidos de los cuales habla el libro; el pasado y la primera lengua, subrayados por el exilio. El libro evoca tambi¨¦n la omisi¨®n de tantas mujeres que vivieron a la sombra de sus maridos ¡ª¡°los grandes genios¡±¡ª y que han buscado sus propios espacios de reflexi¨®n en la escritura autobiogr¨¢fica, modesta; esa que, pese a todo, se hace en sus voces universal porque, al fin y al cabo y de un modo u otro, todos vivimos en la carencia.
Babelia
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