Cincuenta maneras de acabar con tu amante
Ahora hay m¨¢s orden y menos abusos a los cuerpos, pero por un instante se echa de menos aquel salvaje Oeste donde la vida sal¨ªa a borbotones al doblar la esquina de casa
Las salas de abajo en la Casa Encendida est¨¢n llenas de chicas sexy y paquetones ¡ªdibujados, claro¡ª. Quiz¨¢s deber¨ªa pedir disculpas por empezar con tan mal tono, por escribir tan malsonante palabra con un toque de incorrecci¨®n pol¨ªtica incluso. Pido disculpas, pero no se me ocurren maneras alternativas para referirme a esos variados cuerpos del delito que abarrotaron las p¨¢ginas de El V¨ªbora, una de las revistas de c¨®mic m¨¢s ca?eras de finales de la d¨¦cada de 1970. Entre sus p¨¢ginas se publicar¨ªa, en 1981, el m¨¢s m¨ªtico de los muchos relatos m¨ªticos que poblaron los principios de aquellos a?os de cambio. Me refiero a la historia de Estrellita en Nueva York que, rele¨ªda ahora, es una historia no exenta de problemas hasta legales, porque la narraci¨®n ¡ªcon Picasso y los seres cubistas como tel¨®n de fondo¡ª tiene de protagonista a la que parece una menor, Estrellita, deseada por todos los que habitan los lugares s¨®rdidos de cabaret que tanto fascinaron a su autor, Ceesepe, y al resto de los que compartimos ¨¦poca con ¨¦l.
Eran a?os de excesos y desbordamientos; de subirse a un taxi con un gin tonic en la mano y seguir a otro taxi entre desparrames, como si no hubiera un ma?ana. Eso s¨ª, eran excesos cultos y cubistas, con Picasso y Nueva York al fondo, modernidades arrebatadas por el franquismo que se persegu¨ªan con avidez en los conciertos del Marquee ¡ªsiempre lleno¡ª, remedo provinciano del otro, el de Londres, el aut¨¦ntico.
Otros art¨ªculos de la autora
Sin embargo, en este paseo por la Casa Encendida, rodeados por cuerpos infinitos ¡ªporno duro o sexo gore de la adolescencia de Ceesepe dibujado en cuadernitos primorosos¡ª, nos parece que lo aut¨¦nticamente moderno estaba ah¨ª, en las im¨¢genes de los travestis y el deseo truculento que hoy exige una aclaraci¨®n a la entrada: lo que est¨¢n a punto de ver puede herir sensibilidades. Da cosa ver toda esa modernidad arrastrada al estilo de Pepi, Luci, Bom... ¡ªla mejor pel¨ªcula de Almod¨®var, por cierto¡ª, convertida en material de archivo, como si uno mismo fuera un poco material de archivo tambi¨¦n. Ahora las sensibilidades se hieren y no se puede llevar cristal en la mano lejos de la terraza del bar. Hay m¨¢s orden y menos abusos a los cuerpos, pero por un instante se echa de menos aquel salvaje Oeste donde la vida sal¨ªa a borbotones al doblar la esquina de casa, para bien y para mal.
En otra sala de la Casa Encendida el espacio se ha convertido en una pista de p¨¢del. He pensado que era una propuesta de integraci¨®n del barrio de esas tan estupendas de la Casa. Ha resultado ser una obra. Y he pensado lo que dec¨ªa Breton, que el tiempo nos roba los ojos de la juventud. Por eso me habr¨¢ parecido una propuesta un poco absurda. O igual es un poco absurda. Ni s¨¦.
Babelia
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.