La pluma femenina reclama su importancia
Es triste ver c¨®mo los grandes premios literarios a la obra los ganan mujeres a una avanzada edad, cuando se piensa que no amenazan a nadie y merecen un buen fin
Nueve hombres compon¨ªan la mesa de honor que inaugur¨® el pasado jueves la Feria del Libro en Lima dedicada al Universo Vargas Llosa. La pol¨¦mica no se hizo esperar y otra vez, este prol¨ªfico, apuesto y Nobel escritor ocup¨® el centro de la tormenta. La III Bienal Mario Vargas Llosa, realizada en Guadalajara en el pasado mes de mayo, tambi¨¦n se desarroll¨® bajo la nube oscura de un fuerte reclamo firmado por muchas escritoras y escritores de renombre. La cr¨ªtica, hecha en tono de dardo, se?alaba la falta de panelistas mujeres, la presencia de una sola mujer en el jurado, y la sola finalista mujer entre los cinco que fueron seleccionados de una lista semifinal de diez (de las cuales cuatro eran mujeres). Yo era la ¨²nica entre los ¨²ltimos cinco, y supe, desde el momento en que se conoci¨® el manifiesto, que pod¨ªa decir adi¨®s a la posibilidad del premio. La cr¨ªtica en ese momento actu¨® como una profec¨ªa autoprovocada. En mi inc¨®moda posici¨®n, me sorprendieron las airadas reacciones de los varones. Supongo que en Lima tambi¨¦n estar¨¢n aturdidos y molestos. La disculpa de la FIL Lima no pod¨ªa ser m¨¢s sincera, ni se?alar m¨¢s claramente el problema de fondo: ¡°no se pens¨® en eso¡±
Ciertamente que a Vargas Llosa le ha tocado la mayor dosis de cr¨ªtica, producto, dir¨ªa yo, m¨¢s de su notoriedad que de su intervenci¨®n. El mismo manifiesto de la castigada Bienal expresaba su hartazgo ante la frecuencia con que estas carencias se repiten en gran cantidad de eventos culturales. O sea que estamos ante la irrupci¨®n de una demanda que ser¨ªa desafortunado atribuir a un feminismo recalcitrante y que es necesario que el mundo literario tome en serio, no por aplacar, ni callar las voces que lo se?alan, sino para reflexionar a fondo sobre su significado.
Tanto num¨¦ricamente, como en calidad, las mujeres ya somos un componente destacado de las letras en espa?ol. Aunque no es una novedad, el fen¨®meno de este boom femenino es ya tan contundente que no puede seguir descalific¨¢ndose y exigiendo que se adapte al modus operandi tradicional. El cambio es necesario. La mentalidad masculina y a¨²n la de algunas mujeres est¨¢ obligada a percatarse de esta nueva realidad. Pienso que no hay mujer escritora en nuestra modernidad que no se haya sentido relegada a un puesto de segundona en los grandes c¨®nclaves literarios iberoamericanos.
La relevancia de las mujeres se concede a menudo porque una es popular, o porque es joven y bonita, o porque se le respeta como columnista, editora, o con alguna posici¨®n destacada distinta de la estrictamente literaria. Los colegas escritores usan el mantra de la calidad como rasero. Yo me pregunto cu¨¢ntos de ellos leen a las mujeres y les prestan la atenci¨®n que merecen. Pienso, incluso, que este argumento de la calidad merece un examen de conciencia de su parte. Me atrevo a decir que el prejuicio est¨¢ precisamente en los patrones de calidad con que nos juzgan. El ojo cr¨ªtico leve que usan para sus cong¨¦neres se transforma en implacable cuando se trata de la obra de una mujer.
Cantidad de hombres celebrados actualmente escriben literatura light, novelas rom¨¢nticas, er¨®ticas o pueblerinas, narco novelas intrascendentes o tomos impenetrables, sin que les haga mella. Se les critica, se les brinda atenci¨®n favorable o desfavorable. En cambio, las obras s¨®lidas de la pluma femenina son examinadas con lupa, f¨¢cilmente se etiquetan eternamente, o se les niega la atenci¨®n cr¨ªtica. Hay avances en este sentido, no hay duda. Hay hombres j¨®venes que intentan salirse de ese canon discriminatorio. Pero las catedrales literarias siguen estancadas en una mirada masculina que ve con sospecha, o en el mejor de los casos, con benevolencia, lo que escribimos las mujeres.
Yo estoy en total desacuerdo con algunos conceptos que se engloban dentro de los reclamos femeninos. Me opongo a la idea de cuotas. Me parecen un precedente funesto que nos dejar¨¢n para siempre en el limbo de no saber por qu¨¦ se nos toma en cuenta. Me opongo a la idea de que los hombres deban presentar ante concursos y festivales casi un r¨¦cord de polic¨ªa para ser considerados moralmente aceptables, me opongo a que se exija a las organizaciones culturales espacios ¡°seguros¡± para las mujeres en los eventos.
Creo que hay mecanismos para se?alar comportamientos inadecuados dentro de esos contextos y no somos damiselas que necesitemos guardianes de nuestra honra. Sin embargo, pienso que la justa demanda de mayor inclusi¨®n no puede soslayarse sin una reflexi¨®n por parte de los hombres de sus prejuicios, de su actitud cr¨ªtica diferenciada ante la obra firmada por una mujer, de la responsabilidad de los suplementos literarios de dar cabida amplia a las escritoras en sus p¨¢ginas y de nosotras mismas, escritoras, para leernos, conocernos, y promovernos entre nosotras. Es triste ver c¨®mo los grandes premios literarios a la obra y no a un libro, los ganan en su mayor¨ªa, mujeres a una avanzada edad, cuando se piensa que ya no amenazan a nadie y que merecen un buen fin. Cierto que las mujeres entramos tarde a la literatura. Si en 1927 la Woolf no pod¨ªa entrar a la biblioteca de Oxford sin autorizaci¨®n masculina, ?cu¨¢nto creen que nos ha costado llegar tan lejos? Pero ya hemos llegado, y es hora de que se nos reconozca la inmensa calidad y relevancia que, sin mezquindades, y con entusiasmo nos reconoce el p¨²blico lector.
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