Willie Sutton o el misterio del ladr¨®n perfecto
J. R. Moehringer novela en ¡®A plena luz¡¯ la vida del m¨ªtico delincuente, una figura que compagin¨® espectaculares robos y fugas de prisi¨®n con una inextricable biograf¨ªa
El 24 de diciembre de 1969 un hombre elegante y culto nacido 68 a?os antes en Brooklyn sal¨ªa de la prisi¨®n de Attica por motivos de salud. Llevaba 17 a?os encerrado. Se llamaba Willie Sutton y era una celebridad en Estados Unidos. Su carrera inclu¨ªa cuatro d¨¦cadas como ladr¨®n de bancos sin pegar un tiro y tres fugas de algunas de las c¨¢rceles m¨¢s seguras del pa¨ªs. Su capacidad para el disfraz y el enga?o eran asombrosas. Sutton muri¨® en Florida 11 a?os despu¨¦s, ya retirado, tras aprovechar sus conocimientos para ser asesor de seguridad y su popularidad para protagonizar una gran campa?a publicitaria de un banco. Poco m¨¢s se sabe a ciencia cierta sobre su vida y su final. ¡°Era incognoscible. Por eso es tan fascinante para m¨ª. Era parte de ese selecto club del siglo XX formado por algunos estrellas de cine, deportistas, pol¨ªticos o g¨¢nsteres acerca de los que se han escrito un mill¨®n de palabras y aun as¨ª siguen siendo un misterio absoluto¡±, resume J.R. Moehringer (Nueva York, 54 a?os), que ha novelado en A plena luz (Duomo, traducci¨®n de Juanjo Estrella) la vida y milagros de Sutton.
Maestro del despiste, Sutton escribi¨® dos biograf¨ªas distintas (I Willie Sutton y Where the Money Was) en las que cuenta hechos que se contradicen entre s¨ª. El t¨ªtulo de la segunda hace referencia a la frase que formul¨® cuando le preguntaron por qu¨¦ robaba bancos ¨C¡±porque es donde est¨¢ el dinero¡±¨C que luego neg¨® haber dicho pero que ya se hab¨ªa convertido en una ley ¨Csimilar a la navaja de Ockham¨C que se usaba en los negocios y la medicina. Es una prueba m¨¢s de la influencia de un hombre sin estudios que se hizo con un gran acervo cultural en la c¨¢rcel y que era muy h¨¢bil con los medios de comunicaci¨®n.
¡°Estaba m¨¢s vivo cuando me encontraba dentro de un banco, rob¨¢ndolo, que en cualquier otro momento de mi vida¡±, asegur¨® en varias ocasiones. Sutton planeaba al mil¨ªmetro cada atraco, estudiaba el lugar y a quienes trabajan dentro durante semanas, se aprend¨ªa sus nombres y otros datos con los que intimidarlos, no dejaba nada al azar. Luego, disfrazado de polic¨ªa, carpintero, hombre de negocios o lo que fuera mejor para la ocasi¨®n ¨Cde ah¨ª los apodos de El actor o El ma?oso¨C entraba y ped¨ªa el dinero. Si iba armado, la pistola estaba descargada. Ahora bien, Sutton fue apresado varias veces y pas¨® largas temporadas encerrado. Ah¨ª no hay tanto misterio. A veces fue traicionado por sus compinches; otras, la mayor¨ªa, fue llevado al desastre por su propia avaricia. En general, sus robos se produc¨ªan en espiral, cada vez m¨¢s pr¨®ximos en el tiempo, cada vez m¨¢s arriesgados. ¡°?Era un adicto a la adrenalina? ?Un terrorista econ¨®mico? ?Un moderno Robin Hood? ?Un rom¨¢ntico atormentado? ?Una creaci¨®n de los medios? ?Un mat¨®n amoral? Creo que ni el propio Willie tiene la respuesta¡±, contesta Moehringer a este diario cuando se le pregunta por la motivaci¨®n ¨²ltima de su personaje para robar bancos, uno tras otro, sin descanso. En su carrera se lleg¨® a hacer con dos millones de d¨®lares de la ¨¦poca. No se sabe d¨®nde est¨¢ la mayor parte de ese dinero.
?Era un adicto a la adrenalina?? ?Un moderno Robin Hood? ?Una creaci¨®n de los medios? ?Un mat¨®n amoral? Creo que ni el propio Willie tiene la respuesta
J. R. Moehringer
Sobre alguien que ha pasado media vida en instituciones penitenciarias tiene que haber documentos, sentencias, informes de la polic¨ªa y el FBI. Y los hay. El problema es que tampoco aclaran nada. La infancia de Sutton como hijo de inmigrantes irlandeses de clase trabajadora en Brooklyn o sus aventuras y decepciones amorosas son materia perfecta para la ficci¨®n, y aqu¨ª Moehringer usa esa capacidad para la evocaci¨®n que ya demostr¨®, por ejemplo, en El bar de las grandes esperanzas (Duomo). El problema surge cuando acudimos al ¨²nico punto oscuro de un ladr¨®n impecable, famoso por rechazar la violencia: el asesinato, poco despu¨¦s de haberlo reconocido en un and¨¦n, de un joven conserje, Arnold Schuster, que lo delat¨® ante la polic¨ªa. ¡°Manej¨¦ cajas y cajas de archivos del FBI, de archivos de la polic¨ªa, llenos de pruebas contradictorias, pistas seductoras, teor¨ªas salvajes, notas manuscritas de detectives, y llegu¨¦ a la conclusi¨®n de que la verdad absoluta no se va a saber nunca. Y es una pena porque fu¨ª al lugar donde Arnold fue asesinado, me qued¨¦ justo en el mismo punto, y despu¨¦s de todos estos a?os sent¨ª una energ¨ªa oscura. Es la escena de una gran injusticia y de un misterio que nunca ser¨¢ resuelto¡±, lamenta el autor de El campe¨®n ha vuelto.
La novela se sit¨²a en esa Navidad de 1969 -el a?o de los cr¨ªmenes de la familia Manson o del Asesino del Zodiaco- y utiliza a un par de periodistas que acompa?an a Sutton por los lugares m¨¢s emblem¨¢ticos de su vida personal y criminal como excusa narrativa para tratar de armar el puzle. Premio Pulitzer en 2000, Moehringer alcanz¨® la fama definitiva con Open (Duomo, 2014) la autobiograf¨ªa de Andre Agassi detr¨¢s de la que se encontraba su prosa, pero con Sutton se enfrentaba a un reto mayor si cabe que con el tenista, al que ten¨ªa a mano para desnudar su alma y contar al mundo su historia. ¡°No creo que sea un h¨¦roe, no en el sentido tradicional, no. No tengo especial apego por los criminales, m¨¢s bien al contrario¡±, se explica. ¡°Pero s¨ª creo que es el cl¨¢sico p¨ªcaro embaucador. Nunca sabes si es noble, malvado, o una inc¨®moda mezcla de los dos¡±, contin¨²a tratando de trazar un recorrido moral para su personaje.
La obsesi¨®n de Moehringer por la figura de El actor creci¨® con el tiempo. Para A plena luz, asegura que ley¨® todo lo que se ha publicado sobre ¨¦l, visit¨® los lugares en los que vivi¨®, buce¨® en los archivos que guardaba un polic¨ªa retirado en su ¨¢tico de Nueva York, se meti¨® en una celda como aquella en la que pas¨® Sutton 17 a?os, se fue hasta el lugar de Florida donde muri¨®, se hizo amigo de la hija del escritor que le redact¨® las memorias¡ cualquier cosa con tal de captar la verdad. ¡°Puede que sea porque he sido periodista mucho tiempo, quiz¨¢s demasiado, pero no lo puedo evitar: creo en la verdad. Y pienso que los lectores tambi¨¦n. Ellos quieren la verdad. Incluso los lectores de ficci¨®n. Quieren la verdad emocional. Y en ficci¨®n hist¨®rica quieren una verdad factual. Y si no est¨¢ disponible, quieren saberlo¡±, explica Moehringer. Parece, sin embargo, que el escurridizo Sutton ha protagonizado su ¨²ltima fuga, que habr¨¢ que conformarse con las novelas, con el mito, que nunca sabremos qui¨¦n era en realidad el ladr¨®n perfecto.
Una historia que empieza en la Gran Recesi¨®n
Todo libro tiene una intrahistoria y la de A plena luz hunde sus ra¨ªces en la crisis econ¨®mica global desatada en 2008. As¨ª lo cuenta Moehringer: "Estaba terminando mi libro sobre Agassi y mi madre me llam¨® y me dijo que estaba viendo por televisi¨®n que mi banco estaba quebrando. Fui, retir¨¦ el dinero y lo met¨ª en otro. Una experiencia aterradora. D¨ªas despu¨¦s mi madre llam¨® otra vez y ocurri¨® lo mismo (...) Despu¨¦s reflexion¨¦ sobre estos viles banqueros que hab¨ªan generado esta crisis global, que hab¨ªan generado todo este dolor y sufrimiento y me pregunt¨¦, como narrador de historias, c¨®mo pod¨ªa expresar mi ira hacia ellos. Me pregunt¨¦ ?Qui¨¦n odia a los banqueros m¨¢s que yo? Recurr¨ª despu¨¦s a Google. Enseguida apareci¨® el nombre del ladr¨®n de bancos m¨¢s legendario de Am¨¦rica". El resto, es historia. O, mejor dicho, ficci¨®n e historia.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.