El ¨²ltimo ¡®moderno decadente¡¯ est¨¢ de vuelta
Llega a librer¨ªas la primera novela de William H. Gass, el desconocido posmoderno que reinvent¨® el g¨®tico sure?o a la sombra del tot¨¦mico William Gaddis
William H. Gass naci¨® en Fargo, la nevada localidad con la que, no casualmente, viven obsesionados los hermanos Coen. Puesto que lo hizo en 1924, creci¨® rodeado de viejas historias de indios y vaqueros, en realidad, de viejas historias de colonos en busca de la Tierra Prometida, de polvorientos relatos de familias que, como las familias steinbeckianas, lo dejaban todo de un d¨ªa para otro convencidos de que exist¨ªa un lugar en el que todo era posible. Sobre ese pasado, el pasado sobre el que William Faulkner edific¨® su magna obra de m¨²ltiples y dur¨ªsimos tent¨¢culos, amonton¨® Gass la literatura europea del XIX, desde Flaubert ¡ªde quien no le influenciaron sus novelas sino sus cartas, Gass ha llegado a confesar que fueron las cartas de Flaubert ¡°las que me ense?aron a escribir¡±¡ª a, sobre todo, James Joyce, y un tiempo en el que reinaba la deconstrucci¨®n narrativa, la guerra, el absurdo, el delirio.
Miembro destacado de la nunca articulada generaci¨®n de escritores posmodernos norteamericanos ¡ªaquella que inauguraron Los reconocimientos, de William Gaddis, y La ¨®pera flotante, de John Barth, en 1955 y 1956 respectivamente¡ª, Gass permaneci¨® siempre en un segundo plano en el que tend¨ªa a v¨¦rsele en compa?¨ªa del a¨²n m¨¢s misterioso, aunque igualmente genial, Stanley Elkin. Qui¨¦n sabe, tal vez el hecho de que su primer disparo, la hasta ahora in¨¦dita en espa?ol La suerte de Omensetter (La Navaja Suiza), se public¨® el mismo a?o en que lo hizo otro cl¨¢sico del movimiento que entonces no se ten¨ªa a s¨ª mismo como movimiento: La subasta del lote 49, del escurridizo y, pese a ello, mucho m¨¢s medi¨¢tico, Thomas Pynchon. ¡°Me encanta lo que hace, pero soy incapaz de leerlo, ?y lo he intentado cientos de veces!¡±, lleg¨® a decir Gass sobre el autor de El arcoiris de la gravedad.
Corriente dominante en los m¨¢rgenes de la alt¨ªsima literatura escrita entre finales de los cincuenta y finales de los setenta, con continuidad hasta el d¨ªa de hoy ¡ªBen Marcus y Joshua Cohen son sus principales y muy mutantes y aislados descendientes¡ª, el posmodernismo trat¨® de hacer estallar desde dentro la idea misma de la narraci¨®n, superponiendo g¨¦neros ¡ªlo pulp¡ª a alta cultura y, sobre todo, liberando la pluma o el tecleo del escritor de cualquier tipo de convencionalismo, explorando hasta sus ¨²ltimas consecuencias el territorio descubierto por el Ulises de Joyce, el Gargant¨²a de Rabelais y, claro, El Quijote de Cervantes. El estilo se convirti¨® en la trama, del c¨®mo se contaba depend¨ªa lo que se contaba. El humor absurdo ¡ªde una sociedad en la que se enviaba a chavales a la guerra mientras el consumismo explotaba las ventajas innecesarias de hasta el m¨¢s rid¨ªculo de sus productos¡ª estaba por todas partes.
David Foster Wallace consideraba a Gass uno de sus 'padres' literarios, ¡°injustamente maltratado¡± por el paso del tiempo
Buen exponente de dicha haza?a es La suerte de Omensetter, novela ambientada en 1890 ¡ªese pasado far west del que probablemente el peque?o Gass hab¨ªa crecido oyendo hablar¡ª que se construye sobre un coro de voces ¡ªla cosa arranca en mitad de la subasta de los bienes de la casa del forastero de la suerte infinita, el tal Omensetter¡ª que, como caminos que se toman en el bosque, un bosque frondoso y, por momentos desternillantemente absurdo, van intern¨¢ndose en el mismo a trav¨¦s de flujos de conciencia y relatos del momento ¡ªe historias dentro de historias¡ª, viajando del pasado en el que el forastero puso un pie en Gilean al presente en el que todo, sea lo que sea, ha acabado para ¨¦l y su abundante familia. El resultado tiene mucho de un Joyce que se tomase las cosas con calma, de reinvenci¨®n del g¨®tico sure?o, de Faulkner despu¨¦s de Faulkner y antes de Pynchon. A ¨¦l le gustaba considerase un ¡°moderno decadente¡±.
La irrupci¨®n de David Foster Wallace a finales de los 80 ¡ªcon La escoba del sistema, no tan deudora de Gass como de Donald Barthelme¡ª y, sobre todo, la resurrecci¨®n del movimiento que supuso La broma infinita en 1996 ¡ªque actualiz¨® el posmodernismo llev¨¢ndolo al mundo de hoy, pre?ando el texto de infinitas digresiones, hijas del paralizante exceso de informaci¨®n ya entonces contempor¨¢neo, que convierten la historia, la vida, en una delgada, fin¨ªsima, trama de fondo¡ª, trajo de vuelta a Gass y a todos los dem¨¢s, a quien el malogrado genio invocaba y a quienes consideraba, en alg¨²n sentido, sus padres. A Gass le ten¨ªa en especial estima ¡ªadoraba su sentido del humor, especialmente presente en La suerte de Omensetter¡ª por haber sido ¡°injustamente maltratado¡± por la cr¨ªtica y el paso del tiempo. Gass tambi¨¦n le adoraba a ¨¦l. ¡°Estaba especialmente dotado, pero no supo domar su escritura. Su obra perdurar¨¢. Es una pena que nos dejara tan pronto¡±, dijo. Su ¨²ltima gran obra, Middle C, la publicar¨ªa cinco a?os despu¨¦s de la muerte de Wallace, en 2013. Ten¨ªa 89 a?os.
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