El inventor de la obra de autor

Dec¨ªa el otro d¨ªa Rodrigo Fres¨¢n (acaba de publicar su deslumbrante La parte recordada) que los autores que m¨¢s le gustan son los que escriben siempre el mismo libro, "como Nabokov, Borges, Banville, y hasta si me apuras Philip K. Dick". Estuvo bien que lo dijera, porque cada vez hay m¨¢s partidarios de la nueva inercia del mercado: que los novelistas cambien de registro a cada nueva novela y que solo haya libros singularizados y no autores.

Me atraen mucho m¨¢s los escritores expertos en no moverse ni un cent¨ªmetro del per¨ªmetro de sus obsesiones, los que podemos seguir visitando en sus inm¨®viles aunque siempre perturbadas casas. Como Banville, por ejemplo. Yo estaba entre el p¨²blico el d¨ªa en que una se?ora desde la primera fila le atac¨®: "?Cu¨¢ndo piensa usted dejar de escribir sobre gente que mata mujeres?" Y ¨¦l respondi¨®: "Cuando me salga bien, dejar¨¦ de hacerlo".

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Y ya solo le falt¨® aclarar que el tema de la identidad -tratado con insistencia en sus ¨²ltimos libros- le importaba un carajo, pero que, dado que se hab¨ªa adentrado en ¨¦l, prefer¨ªa seguir investigando para ver si mejoraba sus hallazgos. "Cuando me salga bien, dejar¨¦ de hacerlo" fue su manera de decir que escribir siempre ser¨ªa para ¨¦l volver sobre lo escrito. Quiz¨¢s a la manera de san Agust¨ªn, que busc¨® en su libro Las retractaciones "tratar de nuevo" parte de lo que hasta entonces hab¨ªa publicado: una experiencia tanto m¨¢s sorprendente cuanto que tuvo lugar en pleno siglo IV.

?Fue ese "tratar de nuevo" todo un gesto de vanguardia antes de hora? Es probable, como tambi¨¦n que pudo representar la invenci¨®n del concepto de "obra de autor". Un gesto valiente, adem¨¢s, que contribuy¨® a la recuperaci¨®n de la sospecha de que en realidad las obras siempre est¨¢n incompletas y el sentido de las mismas solo puede ser parcial, fragmentario. ?O acaso no pasan de ser bosquejos, necesariamente imperfectos, las grandes obras? Quiz¨¢s por esto, una pel¨ªcula como El Sur, de V¨ªctor Erice -abreviado, interrumpido, incompleto donde los haya-, viene pareci¨¦ndome desde hace a?os una obra maestra del cine de todos los tiempos.

De eso se trata, seguramente. De volver a tratar lo que ya hemos tratado, sabiendo que no lo completaremos nunca, aunque siempre ser¨¢ posible mejorarlo. De repetir, como alumnos castigados al fondo de las aulas, caligraf¨ªas que perfeccionen las inciertas primeras caligraf¨ªas. Y repetirlas con el tipo de humildad de san Agust¨ªn, que descubri¨® que uno puede volver a los libros que ha escrito con disciplina, no para enmendar defectos o imprecisiones, sino m¨¢s bien para esclarecer, en la medida de lo posible, el sentido real de lo ya publicado. Y hasta profundizar en ello, adentrarse cada vez m¨¢s en lo que cre¨ªamos ya conocer y a cada momento descubrimos que nos es m¨¢s desconocido.

Y bueno, quien dice reescribir, est¨¢ diciendo tambi¨¦n repintar, por ejemplo. ?O no nos han contado que Bonnard entraba con un pincel en los museos donde se conservaban sus cuadros y, aprovechando la ausencia de vigilantes, los correg¨ªa con una euforia infinita?