?Qui¨¦n mat¨® a Bessie Smith?
El gran productor John Hammond amaba la m¨²sica negra, pero ten¨ªa problemas con muchos m¨²sicos negros
Enfrentado a una obra enciclop¨¦dica, suelo recurrir al mismo truco: busco alg¨²n lugar com¨²n y compruebo si ha sido recogido o si es discutido. As¨ª, en Blues de gas, el reciente diccionario de mujeres del blues que firma Paco Esp¨ªnola, verifico c¨®mo se cuenta la muerte de Bessie Smith.
Respiro aliviado. Se narra la versi¨®n m¨ªtica: Bessie sufri¨® un accidente nocturno en una carretera de Misisipi; fue rechazada en un hospital para blancos y se desangr¨® sin conseguir atenci¨®n m¨¦dica. Un retrato de la perversidad del racismo sure?o, reflejado incluso en The death of Bessie Smith, la obra del dramaturgo Edward Albee. Pero, a continuaci¨®n, Esp¨ªnola recoge las puntualizaciones de testigos e investigadores que desmontan esa narraci¨®n. En realidad, Bessie fue v¨ªctima de dos colisiones consecutivas. En el mismo lugar, fue revisada por un m¨¦dico blanco que circulaba por all¨ª. Finalmente, termin¨® en el hospital para negros de Clarksdale, donde muri¨® sin recuperar el sentido.
La ¨²nica ense?anza posible era lo arriesgado de circular de noche por la Ruta 61. Pero eso carec¨ªa de mordiente para el entonces periodista John Hammond, un militante contra la discriminaci¨®n racial: su art¨ªculo para Down Beat constataba que hab¨ªa ciudadanos de primera y segunda categor¨ªa, lo que resultaba cierto, aunque en este caso no afect¨® al desenlace. Lo extraordinario es que, en los cincuenta a?os posteriores, Hammond se neg¨® a rectificar lo que pod¨ªa haber explicado como un caso de informaci¨®n incompleta, rumores dif¨ªciles de comprobar y lo que se les ocurra.
Una muestra de c¨®mo los ardores pol¨ªticos pueden llevar a la mentira. Sin embargo, conociendo al personaje, se entiende su soberbia. Hammond est¨¢ justamente entronizado en el altar de los m¨¢ximos cazatalentos del siglo XX, por haber descubierto a Count Basie, Charlie Christian, Big Joe Turner, Bob Dylan, Leonard Cohen, Bruce Springsteen. Lo que se tiende a olvidar es que era un metiche. En sus escritos, tronaba contra decisiones musicales y pol¨ªticas de las figuras del jazz. Un damnificado fue Duke Ellington que finalmente estall¨®: Hammond, record¨®, era descendiente de Cornelius Vanderbilt, quiz¨¢s el hombre m¨¢s rico del siglo XIX; el margen de actuaci¨®n de Hammond era, pensaba el Duque, infinitamente mayor del que ten¨ªa un m¨²sico de color. Para Ellington, su comportamiento ¨¦tico resultaba discutible: usaba art¨ªculos sin firma para promocionar sus orquestas favoritas y sus producciones.
Hammond tambi¨¦n arremeti¨® contra Louis Armstrong, por sus concesiones al p¨²blico blanco y (esto no lo public¨®) su gusto por la marihuana. Imposible imaginar que echara esa bronca antidrogas a, digamos, Bob Dylan o a Allen Ginsberg, amigo com¨²n.
Pertenec¨ªa a una generaci¨®n donde la ideolog¨ªa ¡°progresiva¡± no se correspond¨ªa necesariamente con un estilo de vida liberal. Para destacar su moralidad en un medio libertino, Hammond anunci¨® que era virgen cuando, a los 30 a?os, se cas¨® con su primera esposa.
Cierto, se puede ser pol¨ªticamente avanzado y un mojigato. Sospechamos que Hammond pensaba lo peor de sus artistas, especialmente si se rebelaban. Se le atribuye el rumor de que uno o los dos primeros hijos de Aretha Franklin fueron engendrados por su padre, el reverendo C. L. Franklin. Falso, dicen los ¨ªntimos. Ahmet Ertegun, su competidor en Atlantic Records, ve¨ªa resentimiento en el hecho de difundir ese bulo. Para Ertegun, Hammond sangraba por la herida: no se entendi¨® con los Franklin y fue incapaz de hacer los discos que Aretha necesitaba. En verdad, Hammond no era un productor en el sentido moderno: lo suyo era captar una interpretaci¨®n; le¨ªa el peri¨®dico mientras los m¨²sicos tocaban. Que nadie se escandalice: en Espa?a abundaba este tipo de productores.
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