El ni?o que triunf¨® con su cuaderno a los 89 a?os
El diario escolar que el polaco Michal Skibinski escribi¨® en 1939 se convierte ocho d¨¦cadas despu¨¦s en uno de los m¨¢s celebrados libros europeos ilustrados de la temporada
En julio de 1939 Michal Skibinski era un ni?o de ocho a?os que cazaba avispas con el vaso, jugaba al pimp¨®n con su hermano Rafal, paseaba con su abuela y tomaba helados en el casino de Anin (Polonia). Una vez al d¨ªa, se sentaba ante un cuaderno pautado y escrib¨ªa una frase ¨²nica, sencilla, que describ¨ªa algo que le hab¨ªa ocurrido. ¡°Ha habido una tormenta horrible¡± y cosas as¨ª. Una tarea escolar sin m¨¢s: anotar una oraci¨®n para mejorar su caligraf¨ªa. El uno de septiembre apunt¨®: ¡°Ha empezado la guerra¡±.
Todo lo que le ocurri¨® al cuaderno y al ni?o desde entonces tiene una historia.
El final. En 2019 el cuaderno se publica en Polonia con los dibujos de Ala Bankroft, seud¨®nimo art¨ªstico de Helena Stiasny, alumna de la Facultad de Gr¨¢fica de la Academia de Bellas Artes de Varsovia. En 2020 recibe una menci¨®n en la Feria de Bolonia, la m¨¢s importante para el universo del libro ilustrado, como mejor ¨®pera prima. He visto un p¨¢jaro carpintero se traduce a varios idiomas, entre ellos al espa?ol (de la mano de Katarzyna Moloniewicz y Abel Murcia) en la editorial Fulgencio Pimentel. Su autor tiene ahora 89 a?os, una diabetes severa que le obliga a inyectarse insulina varias veces al d¨ªa y un sentido del humor que se cuela entre las rigideces de una entrevista por correo electr¨®nico donde ha habido que dar tres saltos mortales ling¨¹¨ªsticos (espa?ol, ingl¨¦s y polaco). Aun as¨ª, una percibe que Skibinski tiene una iron¨ªa inocente, una piedad infinita y una prudencia muy entrenada a fuerza de d¨¦cadas de oficiar como sacerdote en un pa¨ªs comunista.
Primero, el cuaderno. ¡°Sobrevivi¨® desde 1939 gracias al cuidado de mi madre. Al empezar la guerra ella fue a nuestra casa, en ruinas, y trajo documentos y recuerdos, entre ellos dos carpetas rojas con las inscripciones ¡°Michal¡± y ¡°Rafal¡±. Ni mi hermano ni yo ten¨ªamos idea de la existencia de estos archivos. Solo cuando ella muri¨® en 1974 ordenamos los documentos, encontramos las carpetas y apareci¨® mi cuaderno. Que se haya publicado ahora es para m¨ª una gran alegr¨ªa¡±, revive el hombre que un d¨ªa del verano de 1939 escribi¨® ¡°ha venido a verme mi ni?era¡± sin saber que esa ser¨ªa la ¨²ltima frase de la vieja normalidad antes de que esta desapareciera por el sumidero hist¨®rico.
Desde 1974 el cuaderno se salv¨® de las sucesivas mudanzas de Skibinski y su tentaci¨®n de deshacerse de ¨¦l. Finalmente se lo dio a su hermano Rafal que, a su vez, acab¨® entreg¨¢ndolo a su hijo, Marcin. El sobrino de Skibinski es el culpable de que hoy se pueda leer He visto un p¨¢jaro carpintero. Y Ala Bankroft es la art¨ªfice de la metamorfosis: de libreta de caligraf¨ªa a ¨¢lbum ilustrado que lo mismo sirve para un lector de ocho que otro de ochenta. ¡°Un libro de estas caracter¨ªsticas no entiende de edades. El diario de Michal nos habla de una inminente tragedia tanto como nos habla de la plenitud del ahora, y lo hace de una manera tan simple como misteriosa¡±, apunta su editor espa?ol, C¨¦sar S¨¢nchez.
Ahora, Skibinski. En el verano de 1939, mientras Hitler planificaba la invasi¨®n de Polonia, los hermanos Michal y Rafal acabaron el colegio en Varsovia y se instalaron en Anin con una ni?era y su abuela. Grandes acontecimientos: visitas a la estaci¨®n de tren, caza de orugas, avistamiento de globos en el cielo. El 29 de agosto: ¡°Ha venido a verme pap¨¢¡±. Y ya no volvi¨®. Pap¨¢, aviador y comandante de una cuadrilla de bombarderos, se estrell¨® en un accidente a¨¦reo el 9 de septiembre. Para entonces Michal ya sab¨ªa que hab¨ªa una guerra y escrib¨ªa frases cortas sobre bombas, ca?onazos, granadas y pan racionado. ¡°Pens¨¢ndolo ahora, me impresiona que los nazis, cinco d¨ªas despu¨¦s de haber ocupado Milanowek, ya organizaron el racionamiento. Adem¨¢s yo jugu¨¦ un peque?o papel aquel 13 de septiembre. Mientras caminaba con mi hermano, encontramos a un soldado alem¨¢n hablando con una mujer. Yo les hice de int¨¦rprete y le traduje que buscaba pan".
Para evocar en im¨¢genes aquella infancia de 1936 una editora de Dwie Siostr ¡ªdonde el sobrino de Michal hab¨ªa ofrecido el cuaderno¡ª pens¨® en una mirada a la altura. La dibujante que mejor conoc¨ªa era su hija Helena, que andaba a vueltas con una pel¨ªcula de animaci¨®n para presentar en la Academia de Bellas Artes de Varsovia. ¡°Me pregunt¨® si podr¨ªa pintar paisajes como los que visit¨¢bamos cuando era una ni?a. As¨ª que dej¨¦ la pel¨ªcula de animaci¨®n que estaba montando y dibuj¨¦ con acr¨ªlicos el paisaje de ¨¢rboles iluminados por el sol que recordaba de mis veranos¡±, recuerda Stiasny por correo electr¨®nico. En el libro, a?ade, ¡°se encuentran dos percepciones infantiles. Una es la de Michal de entonces y otra la de mis recuerdos de ni?a¡±. Gracias a esta fusi¨®n nacen unas p¨¢ginas donde el horror es algo subyacente, nada que venza a¨²n a la luz. ¡°La guerra es algo cercano, pero todav¨ªa no ha llegado. Todav¨ªa los ¨¢rboles y la tierra de la infancia permanecen como refugio para el ni?o¡±, reflexiona la ilustradora, que rastre¨® sensaciones en sus recuerdos y en un poema (By The Peonies) de Czes?aw Mi?osz. El mismo autor que dijo: ¡°Solo se puede escribir poes¨ªa en la lengua de la infancia¡±.
Al acabar la secundaria, Skibinski entr¨® en el seminario. A partir de 1958 se especializ¨® como sacerdote para sordos. ?l usaba el lenguaje de signos en contra de la atm¨®sfera social: ¡°Se cre¨ªa que el lenguaje de signos deber¨ªa prohibirse porque se pensaba que si los sordos dejaban de usarlo, acabar¨ªan aprendiendo a hablar. Pero fue un fracaso¡±. Era consciente de la falta de libertad en la Polonia comunista ¡ªtrataban de sortear la censura escuchando emisoras de ¡°la Europa libre¡±¡ª pero no tuvo grandes momentos de miedo hasta diciembre de 1981, cuando se declar¨® la ley marcial, y varios soldados entraron en la iglesia de Anin. ¡°Pens¨¦ que ven¨ªan a arrestar al cura de la parroquia. ?Qu¨¦ buscan?, les pregunt¨¦. ?Tendr¨ªa un ejemplar de la Biblia?, respondieron. Les di la primera que encontr¨¦¡±. Aparte de este llevadero sobresalto, Skibinski no tuvo grandes trastornos con el r¨¦gimen: "Mi experiencia de la vigilancia comunista fue m¨ªnima. En el ¨²ltimo a?o del seminario me citaron para una entrevista en la oficina de seguridad, pero nos ense?aban qu¨¦ decir: ¡°Estoy interesado en la religi¨®n, en los sacramentos y c¨®mo ayudar a la gente, no tengo inter¨¦s en pol¨ªtica¡±.
Un entrenamiento que aprovecha para evadirse de la convulsa pol¨ªtica de la Polonia de hoy: ¡°No quiero comentar nada. Estamos tan espantosamente divididos como sociedad que cada frase podr¨ªa ayudar a profundizar esta divisi¨®n¡±. Skibinski ni siquiera se atreve a describir la actualidad con una frase ingenua como las de su cuaderno de caligraf¨ªa.
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