Pierre Lemaitre: ¡°En los cataclismos descubrimos qui¨¦nes somos¡±
El escritor franc¨¦s publica ¡®El espejo de nuestras penas¡¯, con la que concluye su trilog¨ªa sobre el periodo de entreguerras
Pierre Lemaitre (Par¨ªs, 69 a?os) vive entre la capital francesa y la ciudad provenzal de Arl¨¦s, pero hace mucho que pasa m¨¢s tiempo en su residencia secundaria que en la principal. ¡°Ahora solo vamos a Par¨ªs de vacaciones. El resto del tiempo estamos mejor aqu¨ª¡±, afirma el escritor, sentado bajo la veranda de un jard¨ªn lleno de ¨¢rboles y flores, mientras su mujer, Pascaline, acerca una bandeja con caf¨¦ y dulces. Esta antigua bibliotecaria, reconvertida en su ayudante, fue la ¨²nica que sigui¨® creyendo en ¨¦l en aquellos tiempos en que el mundo editorial insist¨ªa en castigarle con su rechazo. No hace tanto tiempo de ello. Hace solo 10 a?os, Lemaitre segu¨ªa siendo un desconocido profesor de franc¨¦s en la banlieue parisiense que, tras recibir un sinf¨ªn de negativas del sector, no ve¨ªa futuro a su aut¨¦ntica vocaci¨®n.
Fue la publicaci¨®n de Nos vemos all¨¢ arriba, con su inesperado premio Goncourt, sus 650.000 ejemplares vendidos en Francia ¡ªsin contar los libros de bolsillo¡ª y sus 46 traducciones alrededor del mundo, la que convirti¨® a este an¨®nimo en una estrella literaria. La ¨²ltima entrega de su trilog¨ªa sobre el periodo de entreguerras, El espejo de nuestras penas (Salamandra), pone fin a una saga novelesca que lo ha llevado de las secuelas de la Primera Guerra Mundial al gran ¨¦xodo de 1940, cuando millones de franceses huyeron de la llegada inminente de las tropas nazis. Lemaitre hablar¨¢ este mi¨¦rcoles a las 19.30 con una decena de libreros espa?oles, que lo entrevistar¨¢n en directo en el canal de YouTube de su grupo editorial.
Pregunta. El personaje de Louise, con el que empieza su relato, ya aparec¨ªa, de pasada, en Nos vemos all¨¢ arriba. ?Lo ten¨ªa todo calculado?
Respuesta. Existen dos respuestas posibles para esa pregunta: la verdad y la mentira. A los periodistas les suelo contar la mentira, pero voy a hacer una excepci¨®n. Los autores de folletines, que escrib¨ªan cada d¨ªa un cap¨ªtulo adicional, nunca sab¨ªan qu¨¦ pasillo narrativo tendr¨ªan que tomar, por lo que tend¨ªan a dejar todas las puertas abiertas. As¨ª es como trabajo yo. Dej¨¦ colocada a ese ni?a de 10 a?os en el primer tomo, pensando que en 1940 tendr¨ªa 30 a?os, la edad ideal para una hero¨ªna: es un momento en que todav¨ªa pueden pasar muchas cosas en la vida de una mujer, que ya no es una adolescente pero tampoco est¨¢ del todo asentada. La dej¨¦ all¨ª pensando en recurrir a ella si era necesario, como un pe¨®n que pudiera mover despu¨¦s.
P. Reivindica abiertamente el follet¨ªn. No es muy frecuente entre sus compa?eros de oficio.
R. El follet¨ªn me parece una forma eminentemente moderna, aunque surja en el siglo XIX. Hace 10 a?os me di cuenta de que las series funcionaban con el mismo esquema narrativo. En aquella ¨¦poca ve¨ªa Los Soprano o A dos metros bajo tierra y me propuse volver a aplicar el mismo principio a la novela. Mi apuesta fue que la literatura del siglo XIX ten¨ªa virtudes modernas, y funcion¨®... Cuando termin¨¦ el primer volumen, entend¨ª enseguida que iba a escribir una continuaci¨®n por una sencilla raz¨®n: me lo hab¨ªa pasado muy bien escribi¨¦ndolo. Yo sal¨ªa de la novela negra, que es un mecanismo pesado, con muchas restricciones. Con Nos vemos all¨¢ arriba sent¨ª que ten¨ªa una libertad narrativa total. Y creo que se nota: es un libro lleno de j¨²bilo.
Soy un autor bastante brechtiano: quiero que el espectador nunca se olvide de que est¨¢ leyendo una novela
P. Como en los folletines y las series de televisi¨®n, cada cap¨ªtulo de su libro funciona de manera aut¨®noma y termina con la acci¨®n suspendida.
R. Eso me permite interpelar al lector y hacer que se sienta impaciente por retomar la narraci¨®n. Tambi¨¦n es una manera de recordarle que esto es un libro y no la realidad. En realidad, soy un autor bastante brechtiano: quiero que el espectador nunca se olvide de que est¨¢ leyendo una novela, igual que Brecht quer¨ªa que nunca se olvidase de que estaba en el teatro. Uso el mismo distanciamiento para frenar las identificaciones excesivas.
P. ?Le molesta que sus lectores se metan demasiado en la historia?
R. No me molesta, pero s¨ª me frustra: me hace perder el contacto con el lector. Quiero recordarle que soy yo quien escribe la historia, que soy yo el que suda escribi¨¦ndola, y que, en ese sentido, me parece injusto que se me olvide. Es una reacci¨®n puramente eg¨®latra¡ [risas].
P. En este tercer libro, la picaresca est¨¢ menos presente que en el primero, aunque sigue inspirando la caracterizaci¨®n de personajes como D¨¦sir¨¦, Raoul o Gabriel. ?Esa tradici¨®n le sigue inspirando?
R. T¨¦cnicamente no es un libro picaresco, porque se trata de una novela coral, aunque es cierto que algunos personajes han conservado ese aspecto. Con el tiempo, he entendido una cosa que antes me ofend¨ªa: un escritor siempre hace m¨¢s o menos lo mismo. No creo que me repita, porque las historias que cuento siempre son distintas, pero todas est¨¢n unidas por la misma manera de hacer, que en mi caso es bastante picaresca. Mi visi¨®n del mundo es muy cercana a la de la picaresca.
Con el tiempo, he entendido una cosa que antes me ofend¨ªa: un escritor siempre hace m¨¢s o menos lo mismo
P. Su libro recuerda que, en los momentos de crisis, se revela la grandeza o la mezquindad de cada individuo...
R. S¨ª, en los periodos de cataclismo descubrimos la verdad sobre qui¨¦nes somos. Con este libro he querido tratar un cataclismo como el ¨¦xodo de 1940, un acontecimiento ins¨®lito, sin igual en la historia moderna de Europa; una trashumancia fulgurante en la que, en solo tres semanas, huyeron 11 o 12 millones de personas. Durante la Guerra Civil espa?ola hubo grandes movimientos de poblaci¨®n, pero nada que ver con esto. Es un acontecimiento muy novelesco y, parad¨®jicamente, muy poco utilizado por la literatura en mi pa¨ªs.
P. ?Por qu¨¦ cree que sucede eso, habiendo tantas novelas sobre la Segunda Guerra Mundial?
R. A los franceses no les gusta recordar ese periodo, porque les aporta un reflejo poco gratificante de s¨ª mismos. El ¨¦xodo nos retrata como un pa¨ªs de pr¨®fugos, con un ej¨¦rcito en plena desbandada al cabo de dos semanas. No hay mucho de lo que enorgullecerse¡ Se suele preferir los relatos sobre la resistencia y la colaboraci¨®n, un antagonismo necesario si uno aspira a hablar de la grandeza de la primera. En el ¨¦xodo no hay nada que salvar. Fue una debacle total y a la gente no le suele apetecer leer sobre eso.
P. Usted, en cambio, parece que disfrute oponi¨¦ndose al relato oficial.
R. Solo soy capaz de escribir sobre perdedores. A veces me digo que, en otra vida, deb¨ª de ser escoc¨¦s¡ Aun as¨ª, una historiadora que me asesor¨® para escribir el libro me advirti¨® que no hab¨ªa que caer en lugares comunes y me dirigi¨® hacia lo que ser¨ªa el coraz¨®n de esta novela. El ej¨¦rcito fracas¨®, pero tambi¨¦n hubo peque?os grupos de tipos valientes que, con un pu?ado de fusiles, intentaron plantar cara. Quer¨ªa que mis personajes fueran las dos cosas: fugitivos, s¨ª, pero tambi¨¦n valientes¡
Solo soy capaz de escribir sobre perdedores. A veces me digo que, en otra vida, deb¨ª de ser escoc¨¦s...
P. El libro empieza con una cita de Benito P¨¦rez Gald¨®s: ¡°Por donde quiera que va, el hombre siempre lleva consigo su novela¡±.
R. Se ajustaba bien a lo que cuento, porque durante el ¨¦xodo se cruzaron cientos de miles de novelas con las que cada individuo cargaba. Ten¨ªa apuntada esa cita en un libreta desde que le¨ª Fortunata y Jacinta, un a?o antes de empezar a escribir el libro. Es injusto lo que sucede con Gald¨®s. En mi pa¨ªs no se conoce a este autor colosal, cuando puede rivalizar sin problemas con la gran tradici¨®n francesa que representan Balzac, Dumas o Zola. Comparte con Balzac la visi¨®n social, aunque en el caso de Balzac el motor narrativo siempre sea el dinero. En Gald¨®s hay otras cosas. No estoy muy lejos de pensar que Gald¨®s es el doble de bueno que Balzac¡
P. ?C¨®mo explica el ¨¦xito de esta trilog¨ªa, que nadie vio venir?
R. Es verdad que, cuando se public¨® en 2013, mi libro parec¨ªa un ovni. Creo que, en Francia, a partir del nouveau roman, con su b¨²squeda por una narraci¨®n sin personajes y sin aventura, caimos en una literatura psicol¨®gica que dar¨ªa origen a la autoficci¨®n, con el ¨¦xito conocido. Desde entonces, tal vez exist¨ªa una demanda inconsciente de libros novelescos. Cuando lleg¨® Nos vemos all¨¢ arriba, se acopl¨® en esa demanda. Era un milhojas donde hab¨ªa aventura, reflexiones sobre el pasado y el presente, m¨¦todos cercanos al Oulipo, con todo ese sistema de citas internas¡ Supongo que todo el mundo encontr¨® lo que quer¨ªa. No fue una voluntad estructural, pero sucedi¨® as¨ª.
P. Se gan¨® tambi¨¦n algunos enemigos. Parte de la cr¨ªtica le dio la espalda. Sobre todo, la de izquierdas, su familia pol¨ªtica...
R. S¨ª, fue un poco ofensivo: me daban seis p¨¢ginas en Valeurs Actuelles [semanario de extrema derecha], pero ninguna en Lib¨¦ration¡ Pero creo que eso est¨¢ cambiando. Con este ¨²ltimo libro, casi no tuve malas cr¨ªticas. Tal vez alg¨²n d¨ªa me dediquen cuatro l¨ªneas en Lib¨¦ration¡ Aunque ya nadie lee Lib¨¦ration, salvo quienes escriben en ¨¦l, as¨ª que me da un poco igual.
P. ?Cree que molest¨® su ¨¦xito apote¨®sico?
R. Puede ser. Es curioso, porque el ¨¦xito se acepta en muchos campos, pero no la literatura. Un libro que funciona se considera demag¨®gico por definici¨®n. Emmanuel Macron ha defendido sin cesar el modelo de las start-ups, el modelo de ¨¦xito de los Jeff Bezos del mundo, pero con los libros eso no sirve... ?Por qu¨¦ la literatura sufre por el ¨¦xito, pero no la inform¨¢tica?
El ¨¦xito se acepta en muchos campos, pero no la literatura. Un libro que funciona es demag¨®gico por definici¨®n
P. ?Ha condicionado ese ¨¦xito su manera de escribir? ?Se siente en deuda con sus lectores?
R. Nunca pienso en los lectores en plural, sino en un lector imaginario en singular. Quiero sorprender a ese lector, hacerlo reaccionar, sopesar c¨®mo entender¨¢ un giro narrativo¡ La literatura es un gran ejercicio de manipulaci¨®n, sobre todo en el terreno de la novela de aventuras. En ese sentido, s¨ª pienso mucho en el lector, pero solo desde un punto de vista t¨¦cnico.
P. ?Qu¨¦ proyecto tiene ahora?
R. He empezado otra trilog¨ªa, que transcurrir¨¢ entre los a?os cincuenta y los setenta, los llamados treinta gloriosos, en los que se produce el gran crecimiento econ¨®mico de Francia. Estar¨¢ protagonizada por una familia perteneciente a esa peque?a burgues¨ªa que logr¨® tomar el ascensor social durante esos a?os. Cada volumen llevar¨¢ el t¨ªtulo de uno de los personajes principales. Tal vez no lo lograr¨¦, pero me gustar¨ªa concluir tres trilog¨ªas que cubran todo el siglo XX, hasta llegar a los a?os noventa¡
P. ?Piensa desmitificar la imagen de los a?os de la posguerra, como hizo con el periodo de entreguerras?
R. Sospecho que esa desmitificaci¨®n ya ha tenido lugar. Ahora ya sabemos que no fueron a?os gloriosos, sino una ¨¦poca en la que se impuso el capitalismo salvaje y se agrav¨® la contaminaci¨®n. No fueron solo los a?os del ascenso social y la llegada de los electrodom¨¦sticos a los hogares, sino tambi¨¦n los del pl¨¢stico y el di¨¦sel.
P. La Segunda Guerra Mundial marc¨® a varias generaciones, de la de sus abuelos a la suya, que naci¨® inmediatamente despu¨¦s. La generaci¨®n de su hija, que tiene 10 a?os, ?quedar¨¢ marcada por la actual crisis sanitaria?
R. Sin duda, aunque lo que vivimos no tiene nada que ver con una guerra. Los paralelismos b¨¦licos de algunos pol¨ªticos, como los que ha formulado Macron, me parecen torpes y rid¨ªculos. Pero s¨ª, esta crisis sanitaria prefigura una serie de conflictos repetitivos y reiterativos que vivir¨¢n las pr¨®ximas generaciones, a las que, por desgracia, vamos a dejar en herencia una situaci¨®n cercana al cataclismo.
Babelia
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