Jakub Hr??a, crisol musical centroeuropeo
El director checo inicia, en Zaragoza y con la violonchelista Sol Gabetta, una gira espa?ola al frente de la Sinf¨®nica de Bamberg
BAMBERGER SYMPHONIKER. Obras de Beethoven, Saint-Sa?ns y Brahms. Sol Gabetta, violonchelo. Jakub Hr??a, direcci¨®n. Temporada de Grandes Conciertos del Auditorio. Auditorio de Zaragoza, 10 de febrero.
La m¨²sica trasciende credos, idiomas, mentalidades y naciones. Lo piensa el director de orquesta checo Jakub Hr??a (Brno, 38 a?os). Y especialmente desde 2016, cuando empez¨® a trabajar como responsable musical de la Sinf¨®nica de Bamberg, una formaci¨®n creada en 1946 con los integrantes de la Orquesta Filarm¨®nica Alemana de Praga expulsados de la antigua Checoslovaquia. ¡°Mi permanencia en esta ciudad b¨¢vara est¨¢ atenuando mi propia nacionalidad¡±, aseguraba en Bachtrack.?¡°Ahora siento la unidad que ten¨ªa la cultura centroeuropea en el siglo XIX¡±. Y pon¨ªa un ejemplo: ¡°Si vas de Brno, la ciudad morava donde nac¨ª, hasta Viena, apenas percibes diferencias en el paisaje, aparte de las mentalidades. Sientes m¨¢s bien una diferencia en el idioma. A?oro una relaci¨®n m¨¢s estrecha entre comunidades de habla alemana y checa¡±, asegura. Por ello ha emprendido un proyecto fonogr¨¢fico con la orquesta de Bamberg en el sello Tudor: hermanar las sinfon¨ªas de Brahms y Dvo?¨¢k. Dos compositores que compartieron ideas, amistad e influencias, pero que se suelen ubicar con distintas etiquetas en los libros de historia. Tras dos lanzamientos que han emparejado Brahms 4 con Dvo?¨¢k 9, y Brahms 3 con Dvo?¨¢k 8, Hr??a ha elegido para su nueva gira espa?ola con Iberm¨²sica dos programas que acercan la Primera del alem¨¢n a la S¨¦ptima del checo. Dos sinfon¨ªas que centrar¨¢n sendos conciertos los pr¨®ximos mi¨¦rcoles y jueves, 12 y 13 de febrero, en el Auditorio Nacional.
La gira espa?ola de la Sinf¨®nica de Bamberg con Hr??a comenz¨®, el lunes 10, en el Auditorio de Zaragoza. Y con un programa centrado en la Primera de Brahms que se repite este martes en el Palau de Valencia. No obstante, el director checo quiso abotonarlo con dos magn¨ªficas propinas de Dvo?¨¢k: los dos movimientos finales de la Suite checa op. 39. Un romance donde mostr¨®, prescindiendo de la batuta, c¨®mo se amasa el sonido de una orquesta; esa fusi¨®n de colores c¨¢lidos y exquisitos fraseos. Y sigui¨®, en el finale, con una lecci¨®n magistral en el arte de articular y hasta de respirar esta m¨²sica.
Fue un colof¨®n excepcional, tras una brillante Primera de Brahms, que comenz¨® poco flexible y demasiado inhibida. El director checo resolvi¨® con fluidez, en el primer movimiento, esa especie de coup de th¨¦?tre que supone la repetici¨®n de la exposici¨®n, pero se enred¨® en los matorrales del desarrollo. Y no encontr¨® apoyo en el metal para insuflar la dosis necesaria de tensi¨®n que decanta la recapitulaci¨®n. Todo mejor¨® en el andante sostenuto, con ese frescor que aporta la cuerda con la madera, dos secciones admirables en esta orquesta alemana. Y se super¨®, todav¨ªa m¨¢s, en el scherzo, donde Hr??a encontr¨® la necesaria elasticidad.
Pero lo mejor de la sinfon¨ªa lleg¨® en el finale, ese beethoveniano paso de do menor a do mayor con una elaboraci¨®n del famoso tema de su Novena casi como convidado de piedra. Precisamente, el director checo encontr¨® aqu¨ª el aplomo e intensidad para contar la historia que Brahms esconde tras las notas. Me refiero a su liberaci¨®n del fantasma de Beethoven que hab¨ªa postergado la finalizaci¨®n de esta sinfon¨ªa m¨¢s de veinte a?os (hasta 1876). Lo evidencia la omisi¨®n del referido tema beethoveniano en la recapitulaci¨®n que conduce al exultante final de la sinfon¨ªa. Hr??a supo subrayar la clave de la historia: la repetici¨®n del toque triunfal de la primera trompa de la introducci¨®n justo al final del desarrollo. Curiosamente, Brahms hab¨ªa regalado a Clara Schumann esa misma melod¨ªa?en su felicitaci¨®n de cumplea?os de 1868. Le puso la indicaci¨®n: ¡°As¨ª son¨® la trompa alpina hoy¡±, aunque no sab¨ªa que con ella lograr¨ªa ahuyentar sus fantasmas. No conviene olvidar que si Brahms tard¨® 24 a?os en componer esta Primera sinfon¨ªa, para las otras tres tan solo precis¨® de siete a?os m¨¢s.
El director checo tuvo en cuenta este detalle en la confecci¨®n del programa del concierto. Termin¨® con la superaci¨®n del fantasma de Beethoven, pero lo abri¨® con su manifestaci¨®n en la Obertura de Egmont. Se trataba del primero de los n¨²meros de la m¨²sica incidental para una producci¨®n del drama hist¨®rico de Goethe en el Burgtheater de Viena, en 1810. La interpretaci¨®n mostr¨®, al principio, el aplomo de la excelente cuerda de Bamberg y la calidad de sus maderas en esos motivos que retratan la opresi¨®n espa?ola al conde de Egmont y sus ansias de libertad. La obra camin¨® comp¨¢s a comp¨¢s, aunque no se elev¨® en ning¨²n momento. Se not¨®, por ejemplo, en el paso a la brillante Sinfon¨ªa de la victoria final; ese terror¨ªfico silencio general con calder¨®n que representa la decapitaci¨®n del conde flamenco y que pas¨® completamente desapercibido.
La primera parte termin¨® con la interpretaci¨®n m¨¢s redonda de la velada: el Concierto para violonchelo n? 1, de Saint-Sa?ns, con Sol Gabetta (Villa Mar¨ªa, 38 a?os) como solista. La violonchelista argentina ha vuelto a frecuentar esta obra en los ¨²ltimos a?os, que grab¨® hace tres lustros para RCA. Y ese replanteamiento se not¨® ya en su primera entrada, tras el acorde inicial del tutti, con esa forma fluida y el¨¢stica de enunciar cada frase. Hr??a encontr¨®, por su parte, la flexibilidad necesaria y respir¨® con la violonchelista.
La argentina, que prioriza la musicalidad frente al volumen, no temi¨® exprimir los extremos din¨¢micos de la obra. Se escuch¨®, al final, cuando opuso idealmente ligereza y expresividad. Pero el mejor momento de su actuaci¨®n lleg¨® en la transici¨®n al allegretto con moto central, esa especie de recreaci¨®n de un minueto barroco franc¨¦s. Gabetta supo parar el tiempo y poner en bandeja a la orquesta b¨¢vara el enunciado en pian¨ªsimo de la danza. Y Hr??a cogi¨® el guante para elevar ese momento de ars gallica compuesto, en 1872, para recuperar la moral francesa tras el fracaso en la Guerra franco-prusiana. Una ideal reconciliaci¨®n. Y una recreaci¨®n m¨¢s de ese riqu¨ªsimo crisol musical que es la vieja Europa. Para terminar, Gabetta opt¨® por rendir pleites¨ªa a Pau Casals y toc¨®, con admirable musicalidad, un arreglo de la canci¨®n popular catalana El cant dels ocells acompa?ada por seis violonchelos de la orquesta.
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