Jaime Salinas, testigo implacable de la cultura espa?ola
Las cartas privadas de Jaime Salinas a su pareja son una cr¨®nica descarnada del editor que se invent¨® el libro de bolsillo y marc¨® ¨¦poca desde Seix Barral, Alianza y Alfaguara

Jaime Salinas, nacido, como Albert Camus, en Argel, fue uno de los grandes editores modernos en la Espa?a de la posguerra. Introdujo aqu¨ª El Libro de Bolsillo de Alianza Editorial. Puso orden cosmopolita en la Seix Barral de Carlos Barral. Impuso en Alfaguara una apuesta internacional basada en la calidad. Y fue director general del Libro en la ¨¦poca de Felipe Gonz¨¢lez. Hijo del poeta Pedro Salinas, tuvo con su padre (reticente a la homosexualidad declarada del hijo) una relaci¨®n muy dif¨ªcil. Pero antes de abandonar el mundo editorial, dedic¨® una atenci¨®n especial a las obras completas del poeta exiliado.
Salinas volvi¨® a Espa?a del exilio americano en 1955, precisamente cuando acaba Traves¨ªas. Regres¨® al pa¨ªs de sus padres despu¨¦s de una peripecia que lo llev¨® a ser camillero voluntario norteamericano en la Segunda Guerra. Como explica su amigo y colaborador Luis Su?¨¦n, regres¨® a Espa?a ¡°a ver c¨®mo estaba la cosa cuando la cosa segu¨ªa estando dif¨ªcil¡±, y se integr¨® en la vida editorial de manera casual. Esa peripecia lo condujo a las imprentas de la familia Seix y Barral, y a aquellas aventuras editoriales en las que fue decisivo.
Despu¨¦s de Traves¨ªas, Salinas esquiv¨® la demanda de sus memorias editoriales. Pero las fue escribiendo en cartas sobre todo a su ¨ªntimo amigo Gudbergur Bergsson, escritor, traductor island¨¦s de Cervantes, por ejemplo, a quien conoci¨® en Barcelona y con quien convivi¨® en Espa?a o en Islandia, la patria de Bergsson. Esas cartas, de manera especial, son ahora la materia que prolonga Traves¨ªas. Cuando editar era una fiesta?(Tusquets, como Traves¨ªas) es, muy especialmente, un retrato de la sociedad y de los personajes que convivieron con ¨¦l en las distintas fases de una vida que ¨¦l describe como si se la estuviera contando al o¨ªdo de su amigo, el principal de sus corresponsales.
Hay en el libro, que aparece este 18 de febrero, otras cartas y muchos documentos que completan la autobiograf¨ªa que constituye el libro, compilado y conducido por Enric Bou. Dice Bou que Cuando editar era una fiesta es la versi¨®n de Salinas, ¡°como protagonista inesperado, de la profunda transformaci¨®n del mundo editorial espa?ol entre 1955 y 1990, treinta y cinco a?os en los que ¨¦l vivi¨® en primera persona los grandes cambios que se produjeron¡±.
Traves¨ªas acab¨® en la frontera espa?ola. Ah¨ª anunciaba Salinas que ¡°daba los primeros pasos de lo que ser¨ªa mi larga trayectoria profesional en el mundo editorial¡± y lo hac¨ªa ¡°?precisamente en Espa?a, pa¨ªs del que siempre hab¨ªa querido huir!¡±. Puesto en tierra, le escribi¨® a su familia quiz¨¢ en 1954: ¡°Qu¨¦ dif¨ªcil es el analizar mi reacci¨®n a todo esto, algo completamente inesperado; nada de lo que cre¨ªa que iba a sentir he sentido. (...) Hay, claro, mucho, much¨ªsimo malo, pero fundamentalmente lo que se ve es que esto es de uno y que por las buenas o por las malas es donde deber¨ªamos acabar todos¡±. Su destino iba a ser, de inmediato, la imprenta de Seix y Barral. ?l lo cuenta como algo inesperado (¡°Yo no hab¨ªa pensado en mi vida en el mundo editorial, me met¨ª en eso como pod¨ªa haberme metido en otra cosa, para ganarme el pan¡±). En un almuerzo de la empresa, en el que estaba su jefe, V¨ªctor Seix, ¨¦ste le pregunt¨® si era hijo de Pedro Salinas, ¡°cosa que, como es natural, no negu¨¦. Una de las personas que estaba en almuerzo¡±, sigue Salinas, ¡°era Carlos Barral, y en ese momento Carlos, que hasta entonces se hab¨ªa cre¨ªdo que yo era un repugnante ingeniero a sueldo (...), se hizo inmediatamente amigo m¨ªo¡±.
¡°Barral¡±, dice Bou, ¡°reconoci¨® el papel de Salinas¡±, que tendr¨ªa ¡°un influjo decisivo en introducir un elemento de cosmopolitismo en Seix Barral¡±. En realidad, Salinas crey¨® que hab¨ªa aprendido ¡°m¨¢s acerca de las cosas que no se deben hacer¡± y que hac¨ªa Barral, ¡°lo que no quiere decir que olvide mi enorme deuda con ¨¦l¡±. En Seix Barral hab¨ªa aprendido ¡°la alegr¨ªa de la profesi¨®n¡±.

Desde all¨ª cont¨® con alborozo c¨®mo era su nueva casa, de qu¨¦ modo Carmen Balcells (¡°Ya conoces a Carmen, su eficacia y sus dotes de mando. Me dio cuarenta gritos¡¡±) le ayud¨® en sus traslados, sus desvelos familiares con su hermana Solita y el marido de ¨¦sta, Juan Marichal, hasta que se produce la fiesta propiamente dicha, protagonizada por los amigos que acuden (y acudir¨ªan frecuentemente). Le cuenta a Gudbergur el 22 de abril de 1962: ¡°Esa misma tarde me hab¨ªan anunciado una visita oficial, la primera, Jaime [Gil de Biedma] y Luis [Goytisolo] que llegaron con ?ngel Gonz¨¢lez. Me vi obligado a invitar tambi¨¦n a los Barral, pero su presencia r¨¢pidamente redujo a Jaime y a Luis a un silencio y a un malhumor visible y violento¡±. La atm¨®sfera tambi¨¦n se hab¨ªa roto con Barral, como ocurri¨® sucesivamente con Carmen Balcells y otros. En las confidencias que hizo a Bergsson esa progresiva separaci¨®n del mundo de Barcelona se alternaba con declaraciones de amor que iluminan las cartas a su ¨ªntimo amigo.
Con Barral la crisis desemboc¨® en 1963 en su despedida de la editorial. Hab¨ªan pasado ¨¦pocas fruct¨ªferas (el premio Formentor, que relacion¨® a Carlos y a Salinas con lo m¨¢s importante de la edici¨®n europea), pero Salinas sinti¨® desde el principio que el trabajo parec¨ªa estar ¡°tan indefinido como siempre¡± y a V¨ªctor Seix s¨®lo le interesaba ¡°lo comercial¡±. A?ade en esta carta a Bergsson (15 de abril de 1962): ¡°Soy posiblemente un hombre de acci¨®n, pero sin partido; soy un ambicioso pero sin meta. Comprende, pues, y perdona la nota sentimental, el que t¨² seas para mi tan importante. T¨² y mi relaci¨®n contigo es la ¨²nica cosa que veo con claridad y certeza¡±.
El premio Biblioteca Breve lo pone en contacto (9 de diciembre de 1962) con Mario Vargas Llosa, ¡°persona muy civilizada, mucho m¨¢s civilizada y culta que los de aqu¨ª aunque s¨®lo tenga veintis¨¦is a?os¡±, que es de los pocos escritores, amigos o conocidos, que se salvan de la cr¨ªtica implacable, que merece la larga lista de los mencionado. Una ¡°penosa cena¡± en Mallorca con Camilo Jos¨¦ Cela, ¡°que dur¨® desde las diez de la noche hasta las cuatro de la madrugada¡±, le urge esta descripci¨®n (8 de julio de 1962): ¡°Su inmensa vanidad le lleva a decir las cosas m¨¢s est¨²pidas, a contar las mentiras m¨¢s transparentes y pueriles. Me divert¨ª cogi¨¦ndole en sus trampas, dilatando sus mentiras; probaba a escabullirse como un rat¨®n arrinconado¡±.

El descenso a los infiernos de su relaci¨®n con Carlos Barral tiene un proleg¨®meno que le cuenta a Bergsson el 18 de octubre de 1962: ¡°Carlos me pidi¨® que le esperase y que le subiera a casa en coche. Me quer¨ªa contar sus preocupaciones, incluso me estuvo hablando de suicidio [¡], ?se identific¨® con Pavese! Estuvo como ese Carlitos que conoc¨ª hace muchos a?os, con la diferencia de que han pasado muchos a?os y cosas y no me lo escuchaba yo de la misma manera esta tarde mientras me hablaba. Ma?ana volveremos a la grandeur¡±. M¨¢s a¨²n (1 de noviembre de 1962): ¡°Creo que si, por las razones que fueran, a Carlos y a m¨ª, o a cualquier conocido suyo, nos pusieran contra una pared para fusilarnos, Carlos se levantar¨ªa de la tumba para contar al mundo que a ¨¦l le hab¨ªan matado con m¨¢s balas que a los dem¨¢s. ?Oh, qu¨¦ inmensa vanidad la del joven barbudo!¡±. Las intrigas de Monique Lange, que representa a Gallimard en el premio Formentor, y los graves vaivenes de su relaci¨®n con Seix y Barral irrumpen en su progresivo desencanto, que le llevar¨¢n a la dimisi¨®n como parte del equipo de Barral. Mientras, le surge la posibilidad de colaborar con Jos¨¦ Ortega Spottorno (Alianza Editorial) en el lanzamiento de una idea que cambiar¨ªa el panorama editorial y cultural espa?ol: el Libro de Bolsillo, en cuyo lanzamiento estar¨ªa implicado al principio Galimard.
Esas novedades marcan su despedida de Barral, y en cartas sucesivas va preparando a Bergsson para esa decisi¨®n, que se producir¨¢ el 22 de abril de 1964. Le hab¨ªa dicho a su compa?ero: ¡°No me hago muchas ilusiones, primero porque las dificultades a sobremontar son muchas desde un punto de vista econ¨®mico, y luego porque s¨¦ que soy como soy, que mis resoluciones son fr¨¢giles, mi pesimismo nato, mi falta de confianza en m¨ª mismo gigantesca. Pero a¨²n as¨ª probar¨¦. No te pido que me animes, s¨®lo que en silencio tengas un poco de esperanza y confianza en mi¡±. Y lleg¨® la decisi¨®n. ¡°Con gran pesar¡±, le explic¨® a Carlos el 22 de abril de 1964, ¡°me veo obligado a rogarte que aceptes mi dimisi¨®n, efectiva 1 de mayo 1964, como colaborador de editorial Seix Barral¡±. A Barral le dedicaba ¡°simpat¨ªa y apoyo¡± por lo que constitu¨ªa ¡°la contribuci¨®n m¨¢s importante que en el terreno editorial se lleva a cabo en la cultura espa?ola desde 1939¡±. Subyac¨ªa en su despedida el hecho de que Carlos no hab¨ªa confiado en la iniciativa El Libro de Bolsillo que iba a lanzar luego Ortega Spottorno con Salinas. Tambi¨¦n esta vez descubre que en la casa de la calle Don Pedro habr¨ªa felicidad para ¨¦l y para Gudbergur. Y habr¨ªa sol, adem¨¢s.

Fueron d¨ªas hist¨®ricos para su carrera de editor, que propiciaron el encuentro con Javier Pradera, incorporado por Ortega su equipo directivo. ¡°Javier es una de las personas m¨¢s brillantes que hay en Espa?a, pero una persona sumamente compleja¡±. Era, comentaba Salinas, ¡°una persona mucho m¨¢s pragm¨¢tica y realista que yo¡±, y ¡°apoyaba poco mis planteamientos¡±. Se fueron distanciando, ¡°pero aprend¨ª much¨ªsimo de ¨¦l¡±.
Pero Salinas hab¨ªa vuelto ¡°a la oficina¡±; con el concurso de Daniel Gil, el portadista, consigui¨® una colecci¨®n de bolsillo fundamental en la historia cultural espa?ola. ¡°Los diez primeros t¨ªtulos de mi secci¨®n de cl¨¢sicos¡±, le dice a Bergsson, ¡°ya est¨¢n encargados¡±, aunque a Ortega ¡°le ha entrado la histeria por producir libros¡±, y a ¨¦l le parece que debe darle ¡°un ultim¨¢tum¡± al director de la editorial, porque no quiere que su presencia ¡°y actuaci¨®n en Alianza est¨¦ montada sobre ambig¨¹edades, concesiones y falsas esperanzas en el futuro. ?Eso se ha terminado!¡±, le dice a su compa?ero el 5 de diciembre del mismo a?o.?
Mientras, a su vida han llegado amigos como Juan Garc¨ªa Hortelano, Juan Benet, y los j¨®venes Javier Mar¨ªas, F¨¦lix de Az¨²a, Vicente Molina-Foix y Antonio Mart¨ªnez Sarri¨®n, que suben y bajan en su consideraci¨®n, seg¨²n los humores del tiempo. De todos tiene algo que decir en sus cartas. Relaciones familiares tempestuosas, con su hermana Solita y con el marido de ¨¦sta; noticias sentimentales graves para ellos, derivadas de las revelaciones sobre una antigua amante de su padre, se mezclan con su despedida de Alianza y con la amistad cada vez m¨¢s decisiva con Juan Benet o Juan Garc¨ªa Hortelano. ¡°Me he puesto a leer una extra?a novela que ha dado mucho que hablar entre los 'j¨®venes': Volver¨¢s a regi¨®n, de Juan Benet¡±, le escribe a Bergsson el 9 de febrero de 1969,? ¡°un 'viejo' de cuarenta y dos a?os; es su primera novela¡±. Ya la pandilla est¨¢ hecha. 11 de diciembre de 1972: ¡°Una cena multitudinaria anoche en casa de Alberto Oliart en la que ?ngel Gonz¨¢lez toc¨® la guitarra, los dos Juanes, Benet y Hortelano, representaron teatro, se cantaron cupl¨¦s (...) Llegu¨¦ a sentir que ¨¦ramos una peque?a colonia de espa?oles que buscaban el calor de la 'patria' en medio de Kuwait¡±.

En 1976 entr¨® en contacto con los sucesivos propietarios de Alfaguara, hasta que en 1980 la adquiri¨® Santillana. No aguantaba Alianza, y el cambio de editorial que iba a ser relanzada reh¨ªzo su alma de editor. Le dice a Bergsson (8 de febrero, 1976): ¡°Para tu tranquilidad te adelanto que no me siento predispuesto a un s¨ª de entrada. 'Putear¨¦', me har¨¦ el estrecho, hasta ver todo muy claro. Me siento animado pero no entusiasmado¡±. Finalmente acept¨®, tuvo a su lado a Eduardo naval, a Michi Strausfeld (para la colecci¨®n infantil y juvenil), a Enric Satu¨¦, su dise?ador emblem¨¢tico. La editorial hab¨ªa pasado de los Cela a los Huarte y de esta empresa familiar a la Santillana de Polanco. Benet inaugurar¨ªa con En el estado la etapa de Salinas, a cuyo cat¨¢logo (la obsesi¨®n suya como editor) se incorporar¨ªa Julio Cort¨¢zar, Clarice Lispector, Marguerite Yourcenar, Juan Jos¨¦ Mill¨¢s, Javier Mar¨ªas o G¨¹nter Grass¡ Un comit¨¦ de lectura? en el que estaban los citados Benet y Hortelano, Javier Mar¨ªas o Miguel S¨¢enz, termin¨® conformando un equipo que produjo la editorial que ¨¦l so?¨® como propia y finalmente lo fue.?
La convivencia Alianza/Alfaguara, de todos modos, hab¨ªa durado, a trancas y barrancas, y tuvo altibajos que alteraron el ¨¢nimo de Salinas, como le cuenta el 8 de julio de 1975 al amor de su vida: ¡°Ayer larga y penosa reuni¨®n de la comisi¨®n Alianza/Alfaguara; Pradera no pudo disimular su odio por un concepto m¨¢s universal de la cultura. Los cl¨¢sicos cl¨¢sicos, lo que se vende es lo que pide y necesita el p¨²blico, etc¨¦tera, etc¨¦tera. Claudio [Guill¨¦n] se aguant¨® y yo tambi¨¦n gracias a las pildoritas de la doctora¡±. Mientras, avanza su proyecto para que Alfaguara tenga una colecci¨®n juvenil cuyo sue?o comparte con Michi Strausfeld. Su idea es que ¡°los ni?os son los lectores de ma?ana¡±, y ser¨¢ La historia interminable de Michael Ende, el mayor ¨¦xito de la colecci¨®n, el que les dar¨¢ a los dos la raz¨®n a sus desvelos y a los cuatrocientos libros que publicaron en esa colecci¨®n que fue uno de los grandes emblemas de su principal proyecto editorial en solitario pero muy bien acompa?ado.?

Su relaci¨®n de actividades (traducci¨®n de libros, reuni¨®n con su comit¨¦ de cl¨¢sicos, cena con Benet, teatro con Vicente [Molina-Foix], reuniones empresariales y de todo tipo) muestran a un editor sin descanso, entusiasta, que observa satisfactoria la relaci¨®n Alfaguara-Bruguera. El cat¨¢logo primavera-verano de 1978 es, en todas las colecciones, Infantil y Juvenil, Bolsillo, Tesis, Alfaguara-Nostromo, ?lbumes especiales, una fiesta que incluye estos nombres propios: Lewis Carroll, Judith Kerr, Faustino Cord¨®n, Carmen Mart¨ªn Gaite y Jos¨¦ Bergam¨ªn, Jos¨¦ Moreno Villa¡ En esas fechas (mayo, 1978) se aprestaba a recibir a G¨¹nter Grass, contratado gracias a Strausfeld, y el primer a?o de su Alfaguara. Le dice a Bergsson: ¡°Hortelano, Benet y la [Natalia] Sese?a har¨¢n el ganso, pasaremos unas pel¨ªculas infantiles de Ungerer y Sendak, se leer¨¢n, en chino, textos de Lao-Tse (acabamos de poner a la venta la edici¨®n biling¨¹e) y al final har¨¢ su entrada el super-showman Grass. El 1 rueda de prensa; el 2 conferencia en el Instituto Alem¨¢n; el 3 me lo llevo a Cuenca para que vea el museo y el 4 vuelve a Berl¨ªn¡±. El tambor de hojalata es un acontecimiento; En TVE, cuenta Salinas, se creen que Grass es el actor G¨¹nter Sachs, ¡°?y s¨®lo les interesaba conocer los pormenores de sus relaciones con Brigitte Bardot!¡±. A la fiesta, en el Bocaccio de Madrid, asistieron seiscientas personas, el doble de las esperadas. ¡°El show lo cerraron Juan Benet y Garc¨ªa Hortelano, que haciendo de Pompoff y Thedy a costa de lo mal que yo los trataba, hicieron grandes alabanzas de Alfaguara¡±. De vuelta a su ¡°trabajo alfaguaresco¡±, afronta libros que no le convencen (de j¨®venes amigos suyos) y con la crisis de liquidez de la editorial, algunas buenas noticias (le llega el manuscrito de Un tal Lucas, de Cort¨¢zar; Hortelano le hace llegar Los vaqueros en el pozo)¡, y, de nuevo, ¡°las cosas van de mal en peor en Alfaguara¡±, as¨ª que la fiesta disminuye en su coraz¨®n y en los n¨²meros. ¡°He cometido el error de creer que mi pa¨ªs era, pod¨ªa llegar a ser, civilizado en un plazo relativamente corto. No creo que me toque verlo¡±. Y lo que pasa en Alfaguara ¡°no es m¨¢s ni menos lo que est¨¢ ocurriendo en el pa¨ªs en general¡±, as¨ª que ¡°de la oficina nada bueno que contarte¡±.
El 24 de noviembre de 1979 expresa a Bergsson su estado de ¨¢nimo: ¡°Nunca he sentido tan agudamente la soledad como en estas ¨²ltimas semanas. Uno, a partir de cierta edad, espera poco de todo y menos de los dem¨¢s¡±. Ruptura con Bruguera, chasco con la Balcells, ¡°que ha enloquecido¡± y ha anulado ¡°unilateralmente¡± todos los contratos de [Henry] Miller¡, hasta que en septiembre de 1980 entra finalmente la Santillana de Jes¨²s Polanco en la propiedad; no le gustan las rutinas (ni las actitudes) del trabajo en la oficina o la actitud de los vendedores. Julio Cort¨¢zar le visita, ¨¦l publica sus libros. ¡°Habr¨ªa mucho bueno que decir de Julio¡±, le dice a Bergsson (29 de marzo de 1981), ¡°humildad, timidez, generosidad, lo que en el fondo no s¨¦ si es bueno. Pero la prefiero a las payasadas de 'tu' Garc¨ªa M¨¢rquez, que hace unos d¨ªas, en Bogot¨¢, pidi¨® asilo pol¨ªtico en la embajada mexicana sin que hubiera ninguna raz¨®n para ello. Por lo menos as¨ª ha conseguido que la embajadora mexicana le metiera en un avi¨®n y ahora, por narices, puede sacarse el carnet de exiliado, prerrequisito para una carrera literaria exitosa. La Balcells estar¨¢ feliz, aumentar¨¢n los adelantos y los derechos de autor¡±.
Eso no quita para que, cuando llega el Nobel de Gabo, ¨¦l disponga de todos los instrumentos publicitarios para que los libros que ha editado en Alfaguara del autor de Cien a?os de soledad se beneficien de la repercusi¨®n del galard¨®n m¨¢s famoso. Le dice el 24 de octubre de 1982 a su amigo ¨ªntimo: ¡°Por esas casualidades de la vida en estos momentos el ¨²nico editor que ten¨ªa a G. M. casi completo en su cat¨¢logo era Alfaguara (¡) Un poco dentro del absurdo de todas estas circunstancias me han llovido felicitaciones. Polanco, en persona, se present¨® en mi despacho y ainsi de suite. In¨²til probar a recordarles que el protagonista no era yo¡ En fin, esperemos que cuando toque el momento de aumentarme el sueldo sigan en la misma tesitura¡, pero me conozco a estos viejos zorros¡±.
Esc¨¦ptico ante el porvenir del PSOE en el Gobierno, al que accede a finales de ese mes de octubre, es nombrado Salinas director general del Libro y Bibliotecas. Abandona, pues, Alfaguara. En el ministerio trabaja junto a Juby Bustamante y Luis Su?¨¦n, ¡°persona indispensable¡± que le puso en contacto ¡°con Luis Revenga, un ser entra?able, polifac¨¦tico¡±¡ Revenga fue quien se reuni¨® con Bou y Bergsson en un restaurante chino muy querido por ¨¦ste en el almuerzo que decidi¨® que toda esta inmensa correspondencia que se incluye en este libro viera ahora la luz.?

Desde el ministerio Salinas ve con preocupaci¨®n la situaci¨®n de Alfaguara, que ¡°empieza a hacer aguas¡± (5 de marzo de 1983), aunque en su direcci¨®n general (24 de abril de 1983) reflexiona sobre el presente (¡°No acabo de cre¨¦rmelo, pues esta vivencia s¨ª que me est¨¢ ense?ando algo y es que este pa¨ªs s¨®lo es capaz de reducir a cenizas la gente de 'buena voluntad') y alimenta la idea de dimitir de su cargo, abrumado por las carencias que afronta su proyecto de impulsar una gran renovaci¨®n bibliotecaria en Espa?a. La dimisi¨®n llega, pero antes trabaja a favor de los que pudieran ser sus ancestros, desde Mar¨ªa Zambrano (¡°Jaimito, llego dentro de una semana. Lo ¨²nico que quiero es que vayas a buscarme al aeropuerto. El hijo de Pedro Salinas, no el director general¡±) y Jos¨¦ Bergam¨ªn a Jorge Guill¨¦n y Rosa Chacel, hasta Rafael Alberti¡ Y en las cartas de la primavera de 1985 ya empieza a fraguarse la dimisi¨®n, que se formaliza el 30 de abril. ¡°Me voy¡±, le dice a Bergsson, ¡°con la conciencia m¨¢s que tranquila, pero lo que me parec¨ªa absurdo era seguir, m¨¢s batallas cuyos resultados ya no depend¨ªan de mi¡±.
De regreso a Alfaguara, ¡°la soledad¡±, seg¨²n le dice a Rosa Montero en una entrevista en este peri¨®dico; ¨¦l pensaba que recuperar¨ªa su puesto de director, as¨ª que ¡°paso un par de semanas un poco perdido¡±, hasta que fue nombrado director de Aguilar (ya en Santillana), donde cont¨® con Luis Su?¨¦n y Esperanza Morais y se invent¨® la colecci¨®n El Libro Aguilar, ¡°esos libritos blancos¡±, le dice a Bergsson, ¡°de tapa dura a un precio que pod¨ªa competir con el libro de bolsillo y que se alimentaba sobre todo del viejo fondo de Aguilar. (¡) Juan Benet estaba encantado con esos libritos blancos. Recuerdo que me dec¨ªa: 'Tienes la culpa de que vuelva a leer una serie de autores que ten¨ªa olvidados¡±. Sigui¨® ¡°trist¨®n por el proceso de reincorporaci¨®n a Alfaguara¡±, y el descontento con sus antiguos compa?eros de editorial y compa?¨ªa se hace evidente en las cartas de esa ¨¦poca, aliviado s¨®lo por una perspectiva que le causa esta reflexi¨®n (13 de septiembre de 1986): ¡°Lo de Aguilar est¨¢ hecho un l¨ªo y cualquier hilo que tires es un enredo de nudos; pero estoy tom¨¢ndole gusto. (¡) Cuando lo pienso, ¨¦sta ser¨¢ la cuarta editorial que me toca relanzar. ?No sab¨ªa que era especialista en algo!¡±. Terminar¨ªa aburri¨¦ndose, pero hace una enorme labor, que incluye la atenci¨®n a las obras completas de su padre, y recibe el elogio p¨²blico del patr¨®n, Polanco, que lo califica como ¡°Uno de los viejos editores, posiblemente el ¨²ltimo que quede en Espa?a¡±, ¡°seguido¡± este elogio, recoge Salinas en carta a Bergsson, ¡°para atenuar lo de viejo, 'de cuya juventud y vitalidad'...¡±.
Hab¨ªa empezado en esa tarea de los relanzamientos en 1955, al volver a Espa?a, dispuesto a vivir aqu¨ª y no en el exilio. Sus ¨²ltimos a?os en Aguilar est¨¢n marcados por la melancol¨ªa de lo que no pudo hacer en Alfaguara. Sufre un infarto en 1990, despu¨¦s de un viaje a Barcelona que lo sume en ciertas melancol¨ªas, abriga la esperanza de ocuparse del archivo de la generaci¨®n del 27 en la Residencia de Estudiantes, y languidece el proyecto Obra Completa as¨ª como su relaci¨®n con la editorial que de manera m¨¢s personal tuvo a su cargo. Dice Bou: ¡°Desde las Traves¨ªas que hab¨ªan caracterizado su vida juvenil hab¨ªa llegado a una etapa de descubrimientos que cambiaron radicalmente el panorama editorial de la segunda mitad del siglo XX¡±.
Es probable que hoy haya quienes se pregunten qui¨¦n es Jaime Salinas. Est¨¢, de cuerpo entero, en este libro. Fue un hombre discreto y decisivo que en estas cartas se muestra con el coraz¨®n y la lengua desatados y a flor de piel. Resumir el libro es traicionarlo. Leerlo es hacerle justicia. Al libro (a los libros) y a Jaime Salinas.

El archivo eran las cartas
Muchos quer¨ªan que Salinas publicara la continuaci¨®n de Traves¨ªas, sus memorias de antes de volver del exilio americano. Pero ¨¦l se escudaba en que las editoriales para las que trabaj¨® no hab¨ªan cuidado sus archivos, as¨ª que no hab¨ªa manera de rastrear esa historia.
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