Calomarde, el inventor de las ¡®cloacas del Estado¡¯
Un libro recoge la "abyecta vida" del ministro de Fernando VII que dirigi¨® la Polic¨ªa pol¨ªtica, asesin¨® a Mariana Pineda, fusil¨® liberales e intent¨® ahorcar a Goya
La reducida extensi¨®n del libro -118 p¨¢ginas- est¨¢ acorde con la figura pol¨ªtica y humana del personaje a quien recrea: Francisco Tadeo Calomarde, ministro de Gracia y Justicia (1823-1833) de Fernando VII. Es decir, el jefe de la Polic¨ªa pol¨ªtica, mano ejecutora del R¨¦gimen absolutista de un fel¨®n, asesino de Mariana Pineda y cobarde. Su nombre ¡°pertenece a lo m¨¢s obscuro, abyecto y olvidable de la historia¡±, escribe Sergio del Molino (Madrid, 41 a?os) en el magn¨ªfico Calomarde. El hijo bastardo de las luces.
¡°Fue de hecho¡±, dice Del Molino, ¡°el primer capo de esas cloacas que ¨¦l mismo inaugur¨®¡±. Y contin¨²a: ¡°Solo hay una calle Tadeo Calomarde en Espa?a, y est¨¢ en Teruel [provincia donde naci¨® en 1773]. En el resto de Espa?a, nada. Ni tan siquiera callejones o plazuelas. Ni un pasadizo Calomarde. De estatuas ecuestres no cabe hablar¡±. Solo queda su? tumba, en Olba, Teruel, el ¨²nico rinc¨®n del pa¨ªs que no le despreciaba. ¡°Le falta a Francisco Tadeo Calomarde un gran libro o una gran pel¨ªcula¡±, piensa Del Molino, si bien es cierto que Buero Vallejo le reflej¨® en dos de sus obras, ¡°pero solo se incluye como sombra y caricatura, no como monstruo¡±.?
Calomarde ha pasado a la historia por ser el protagonista del bofet¨®n -real o no- m¨¢s famoso de la pol¨ªtica espa?ola. Se lo marc¨® en el rostro la infanta Carlota, harta de sus traiciones, en una reuni¨®n en el palacio de La Granja en 1832. ¡°Se?ora, manos blancas no ofenden¡±, gimi¨® tras recibir un sopapo que a¨²n resuena.
Hijo de agricultores, pronto destac¨® por su vivaz inteligencia, lo que le permiti¨® terminar la carrera de Derecho, instalarse en Madrid y entrar en contacto con la corte de aduladores y aprovechados que rodeaban a Carlos IV. Ocup¨® un puesto en la Secretar¨ªa de Indias y se convirti¨® en covachuelista: un funcionario que trabaja en los s¨®tanos de palacio o de cualquier caser¨®n de la capital y cuya ¡°misi¨®n era entorpecer a¨²n m¨¢s la marcha del Estado¡°. Su labor principal consist¨ªa en asegurarse la paga, repartir favores para luego terminar cobr¨¢ndolos y aprender los resortes m¨¢s oscuros del Estado.
En su camino pol¨ªtico se top¨® con el todo poderoso primer ministro Manuel Godoy -de pueblo, como ¨¦l, y al que la nobleza apodaba con desprecio?El Choricero- y con el m¨¦dico Antonio Beltr¨¢n. Acordaron ambos casar a Juana, hija de este ¨²ltimo, con Calomarde. Tras desposarse con ella, la abandon¨® como uno de esos legajos que nunca tramitaba, pero la vida da muchas vueltas.
En plena invasi¨®n napole¨®nica, intent¨® ser diputado por las Cortes de C¨¢diz;?sin embargo, fue rechazado por ser considerado arribista y provinciano. Mascullar¨¢, por ello, y durante a?os, su venganza de sangre y odio por la humillaci¨®n. Sin l¨ªmites. Cambiar¨¢n los tiempos y los pol¨ªticos, y Calomarde encontrar¨¢ un nuevo y definitivo protector, el rey fel¨®n. Y entonces, conforme variaba la voluntad real, ¨¦l iba modificando sin pudor sus objetivos. Si hab¨ªa que ser liberal, se era, y si hab¨ªa que ser apost¨®lico o carlista, el ser¨ªa el primero en ondear la Cruz de Borgo?a. ¡°Durante la d¨¦cada ominosa o calomardiana (1823-1833), el labriego de Villel se convirti¨® en un asesino que nunca us¨® sus propias manos para matar a nadie, pero cuyas firmas y silencios fueron la causa directa de muchos cr¨ªmenes¡±. Le pidi¨® al rey la horca para Francisco de Goya, pero el monarca estaba de buen humor y no se la concedi¨®. El valido insisti¨®, pero el rey solo ve¨ªa al de Fuendetodos ¡°como un viejo tozudo completamente inofensivo¡±. ¡°?Cu¨¢nta severidad, Tadeo! ?Te ha ofendido en algo¡±, le pregunt¨® Fernando VII. ¡°Se neg¨® a retratarme¡±. Esas eran sus razones para la muerte.? En 1824, el pintor se arrastr¨® hasta Burdeos.
Calomarde ¡°tuvo el honor de redactar la primera reforma educativa -honor para ¨¦l, desgracia para el pa¨ªs-¡°. Su primera orden fue anular los t¨ªtulos universitarios concedidos por el r¨¦gimen liberal, con lo que cientos de abogados y m¨¦dicos se encontraron, de repente, que ya no eran ni abogados ni m¨¦dicos. Elimin¨® todos las planes de estudios por liberales. ¡°Patria y religi¨®n ser¨ªan las consignas del nuevo sistema. Mucha teolog¨ªa y nada de filosof¨ªa¡±. A ¨¦l, sin embargo, se deben las primeras escuelas de tauromaquia y la escolarizaci¨®n universal, as¨ª como la prohibici¨®n del castigo f¨ªsico. Bien es verdad que nadie le hizo caso -o no se esforz¨® por hacerlos cumplir- ¡°y los pr¨®ceres siguieron golpeando a sus alumnos de mil formas y con mil instrumentos", afirma el escritor.
Fue, adem¨¢s, el creador de dos m¨¢rtires para la causa democr¨¢tica. El primero se recuerda en Museo del Prado con un gran lienzo de Antonio Gisbert, la ejecuci¨®n del general liberal Jos¨¦ Mar¨ªa de Torrijos en las playas de M¨¢laga. El segundo, ¡°ligado para siempre a la libertad y a la democracia, el asesinato de Mariana Pineda, la joven de 26 a?os que fue condenada a muerte y ahorcada, ¡°sin llorar, sin resistirse, sin darle a sus verdugos la satisfacci¨®n de verse humillada¡±.
Muerto Fernando VII, Calomarde carec¨ªa del favor de la reina regente. Esta plane¨® entonces su encarcelamiento. Pero el turolense, avisado por sus contactos en la Polic¨ªa, consigui¨® huir. Se estableci¨® en Toulouse, olvidado, sin dinero. Al final fue Juana, la esposa abandonada, la que le mantuvo, as¨ª como los vecinos de Olba, el pueblo al que hab¨ªa beneficiado con una escuela y? prebendas durante su vil mandato. "Olba le convirti¨® en un h¨¦roe¡±, describe Del Molino. Los ¨²nicos que aceptaron acoger su cuerpo en ¡°el ¨²nico lugar del mundo donde nadie lo ten¨ªa por tirano, ni por vil, ni por alima?a¡±.
Calomarde. El hijo bastardo de las luces.?Sergio del Molino. Libros del K.O. 2020. 118 p¨¢ginas. 11,90 euros.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.